SOCIEDAD › JUICIO DE UN DISCAPACITADO PARA ENTRAR AL PROFESORADO DE EDUCACIóN FíSICA

Una apuesta a la diferencia

Se llama Emiliano Naranjo. Tiene dificultades en las piernas por parálisis cerebral. Es licenciado y docente de Educación Física. La Universidad de La Matanza rechaza su ingreso al profesorado de EF. Inició juicio y su caso llegó a la Corte Suprema.

Emiliano Naranjo mantiene un juicio para poder inscribirse en el profesorado de Educación Física con la Universidad de La Matanza, que le negó su ingreso, y espera una resolución por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El caso es paradigmático. Naranjo es licenciado y docente en Educación Física con varios años de profesión, pero también es estudiante con discapacidad. Tiene 34 años y desde que nació sufre parálisis cerebral, lo que le impide el movimiento coordinado de sus piernas. Sin embargo, admite que esto no se convirtió en una traba para hacer todo lo que se propone. Nadar como forma de rehabilitación lo hizo interesarse por la educación física, y el pedido de una madre para que le dé clases a su hijo con problemas neuromotores le abrió las puertas para encontrar su vocación. Además, le mostró que la educación puede ser una llave para concientizar que las personas que no se ajustan a los cánones sociales de salud “normales” pueden realizar cualquier proyecto de vida posible. Hoy, con esa convicción, Emiliano aguarda el fallo de la Corte Suprema.

Naranjo vive solo en un monoambiente en Morón, provincia de Buenos Aires, y dice que sus padres y cuatro hermanos lo apoyan y, por eso, no lo ayudan en ninguna labor doméstica. Por la calle también se maneja por su cuenta. Anda con bastones canadienses y alrededor de sus piernas presenta valvas cortas metálicas que lo hacen mantener el equilibrio y protegerse de golpes. “Yo vivo muy bien y me pueden molestar cuestiones de accesibilidad pero, en realidad, el problema más grave que noto es el prejuicio. Funciona como un catálogo de antemano que dice ‘ya se sabe lo que ellos no podrán’, que hace que no puedas conseguir un empleo, que no te atiendan, que te miren mal, y es mentira. Yo puedo enseñar”, afirma.

Su interés por la docencia surgió cuando tenía 17 años y hacía natación en el Club Ituzaingó para ejercitar sus miembros inferiores. Primero con profesor y después solo, cuando su familia no pudo seguir costeando las clases, empezó un entrenamiento donde iba seis veces por semana y en el que empezó a mejorar su técnica y a competir. Su entusiasmo y progresos eran tan grandes que, un día, una madre con un hijo que padecía problemas neuromotores similares al suyo se le acercó y le propuso si quería entrenarlo. “Ahí fue que descubrí que me gustaba enseñar. Solamente conociendo lo que sabía de mí, pero transmitiendo algo que no está en los manuales, una mezcla de carisma y sensibilidad. Más allá del saber específico de la disciplina, pasa porque puedas conectar con el otro y devolverle confianza en ese lugar donde no la tiene. Si viene alguien y te dice que algo es posible, te cambia la visión del mundo”, señala.

De esta manera, abandonó los estudios para analista en sistemas cuando le faltaba un año y medio para recibirse y se anotó para cursar la Licenciatura en Educación Física en la Universidad de La Matanza. Emiliano sostiene que “hay un plan de estudios que me permitió cursar y está originado técnicamente para aquellas personas que se lesionaban durante la carrera y no podían cursar de forma práctica. No es para una persona con discapacidad”.

En 2008, Naranjo se recibió, siendo la primera persona con discapacidad del país en lograrlo. Inmediatamente, según cuenta, solicitó ingresar al profesorado, que suma seis materias prácticas a la cursada de la licenciatura, con adaptaciones curriculares por su condición. Luego de varios pedidos, en 2010, la Secretaría Legal y Técnica de la facultad rechazó su solicitud porque “no resulta posible realizar nuevamente adecuaciones curriculares”, de acuerdo a un fallo de la Cámara Federal de San Martín, Sala 2, producto de una acción de amparo presentada por Emiliano en 2011.

Fernando Luján Acosta, decano del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales de la universidad, sostuvo a este diario que “la facultad siempre trabajó por la inclusión. Es la única que tiene un plan de estudios para personas con discapacidad. El profesorado tiene materias prácticas que requieren ciertas habilidades físicas. Emiliano planteó que teníamos que darle el título de profesor sin cursar ninguna. Esto quiebra el principio de igualdad con el resto de los estudiantes”.

Con el apoyo previo de un dictamen no vinculante del Inadi, dos instancias judiciales le dieron la razón a Naranjo, en base a la Convención Internacional por los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, que tomó rango constitucional a fines del año pasado. La Justicia le ordenó a la universidad permitirle el ingreso y “realizar ajustes razonables” en la currícula para garantizar su derecho a la educación en condiciones de igualdad y no discriminación. La institución presentó un recurso federal extraordinario y la causa recayó hace unos meses en la Corte Suprema de Justicia. Si la Corte rechaza la queja de la facultad, el fallo debe ejecutarse; si lo acepta, tendrá que pronunciarse al respecto.

Si bien Emiliano reconoce que esta medida judicial es parte de una lucha personal, aclara que está atravesada por una responsabilidad social. En este sentido, milita por los derechos de las personas con discapacidad en una organización social llamada Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), promoviendo la sanción de leyes y realizando conferencias y escritos sobre el tema, porque “vi que esto que me pasa a mí le pasa a un montón de gente; la mayoría está cansada. Cuando no tenés laburo o el mismo título, te quitan la dignidad”.

Sus actividades como docente –repite todas las veces que puede– también están motivadas por la idea de integrar a las personas con discapacidad. Emiliano comenta que este trabajo le demanda mucho tiempo, lo que le dificulta crearse espacios para estudiar la maestría en Educación de la Universidad de San Andrés. Pero no se queja, las convicciones que lo movilizaron dando clases por primera vez pueden más: “La educación inclusiva se compromete con dos cosas: que cada persona desarrolle al máximo su potencial y su singularidad, aquello nuevo que trae al mundo y que lo va a hacer único e irrepetible, y que todas las personas que ya estamos en el mundo nos comprometamos para que a cada persona que llega le sea posible de-sarrollar sus singularidades. Trabajo para eso”.

Informe: Gonzalo Olaberría.

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Emiliano Naranjo asegura que, como él, hay muchos que no pueden avanzar por prejuicios sociales.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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