SOCIEDAD › GINES GONZALEZ GARCIA, MINISTRO DE SALUD
“El cacerolazo puede expresarse en la farmacia”
Cree que hoy existe en el país una oportunidad de cambiar la cultura de la marca en los medicamentos. Dice que la relación entre industria y médicos es inmoral y que algunos congresos le dan vergüenza. Ginés González García sale a dar batalla.
Por Mariana Carbajal
Dice que en el país “se prescribe y se toma cualquier cosa”. Que la mitad de los médicos “ignoran” el nombre genérico de los medicamentos que recetan. Que algunos congresos médicos le dan “vergüenza” porque “casi todos los que están arriba y abajo del estrado” están financiados por laboratorios y difunden marcas. Que los farmacéuticos hoy son “vendedores de lujo y no sirven para nada”. Que lo que está en el frasco “no vale nada y es mucho más caro lo que lo envuelve, y más aún, el marketing”. Convencido de que el de los medicamentos es un problema de “equidad”, Ginés González García está dispuesto a imponer la venta de medicamentos por su nombre genérico –uno de los temas contemplados en el decreto de emergencia sanitaria que el martes firmó el presidente Duhalde– a pesar del lobby de los laboratorios y de la cultura arraigada en el país por la cual una marca conocida y un precio caro son sinónimos de calidad. Es un estudioso y apasionado del tema. Y aunque una década atrás fracasó en su intento por instalar el sistema en la provincia de Buenos Aires, esta vez no quiere volver a perder. Algunas variables –dice– le juegan a favor: “Es una enorme posibilidad para que la protesta de la cacerola se exprese en el mostrador de las farmacias, pidiendo un genérico”.
–Existe el mito de que los genéricos son de menor calidad. ¿Cómo piensa instalar el sistema?
–Cualquiera que haga una política de medicamentos tiene que tener muy en cuenta los terribles componentes culturales que están en juego. No es lo mismo en una cultura una píldora de un color que de otro. La roja tiene un valor en Africa que no es igual en Europa. La industria estudia este tipo de aspectos: los colores, las formas, el envase. Los latinos tienen una relación casi pasional con los medicamentos. Ningún pueblo se automedica como el latino. Y, además, con un alto consumo. Un sajón no se automedica jamás. Francia es el mayor consumidor del mundo, por lejos. Consumen casi 40 envases por habitante por año.
–¿Y en Argentina?
–Once y fracción. En Estados Unidos, 17. ¿Por qué le cuento esto? Quiere decir que no depende de la capacidad económica ni de cómo es el sistema de cobertura médica, sino de los componentes culturales. Si el genérico no se identifica con calidad, la política de medicamentos no va a funcionar salvo para los que no tengan opción, que no es lo que yo quiero. Este va a ser el eje del ataque. El principio central de la política es que si el medicamento está disponible en plaza es porque pasó todas las pruebas de calidad...
–Y es confiable.
–Absolutamente confiable. En la cultura occidental, además, lo caro es lo mejor. Las marcas son el mecanismo que se ha inventado para levantar los precios. No puedo desconocer ni la cuestión cultural ni lo que implican las marcas en el mundo contemporáneo; no obstante, sé que tenemos algunos aspectos a favor. Hay una doble combinación: los sectores medios, por un lado, están muy enojados con los precios de las farmacias y, por el otro, producto del corralito y la recesión, quieren pelear los precios en todos los territorios. Es una enorme posibilidad para que la protesta de la cacerola se exprese en el mostrador de la farmacia, pidiendo un genérico. Este es un componente muy distinto que no existía cuando hice la política de genéricos en la provincia de Buenos Aires.
–Más allá del decreto, ¿es necesaria una reglamentación del sistema?
–Es necesaria para establecer cómo se va a realizar la sustitución (de un medicamento por otro más barato) y vamos a hacer la reglamentación rápido. Pero hay provincias que tienen todo el instrumento formal para comenzar a aplicar el sistema como Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, La Pampa. Es decir, mucho más del 60 por ciento del territorio argentino ya tiene leyes.
–¿Y en la Capital?
–Hay proyectos en la propia Legislatura porteña.
–Si hoy un médico prescribe por nombre de fantasía y el farmacéutico sustituye el producto por uno más barato, ¿las obras sociales o las prepagan lo van a cubrir igual, aunque no se haya vendido el que indica la receta?
–Ahora no, pero ya estamos haciendo los mecanismos para que los acepten. Pero además del sistema administrativo, que es muy importante, me importa el aspecto cultural. Se debe instalar la idea de que el genérico mejora la calidad de todo el proceso de medicación. Un medicamento siempre tiene muy buena calidad dentro del frasco y pésima por fuera.
–¿Qué quiere decir?
–El medicamento es lo único que tiene control de calidad. En primer lugar, del propio fabricante cruzado con el competidor que quiere sacarlo del mercado si puede. Además del organismo de contralor oficial que es el ANMAT y, en algunos lugares como la provincia de Buenos Aires, de entidades farmacéuticas que tienen sus propios laboratorios de control. Pero fuera del frasco es donde están los enormes baches en la calidad. Algunos estudios internacionales –nacionales no hay muchos, pero demuestran lo mismo o peor– advierten que más del 50 por ciento de los médicos ignoran el nombre genérico del medicamento cuando prescriben la droga.
–¿Cómo mejora la calidad del medicamento fuera del frasco?
–Al médico lo obliga a recapacitarse en farmacología, a volver a pensar en la droga con sus efectos adversos y sus consecuencias y no en una marca. Por otro lado, al farmacéutico lo obliga a dispensar como ocurre en todo el mundo. “Esta droga, en realidad, tiene un impacto sobre el estómago. Entonces, tómela después de comer, pero además, tómela habiendo comido alimentos alcalinos y beba bastante agua”. Acá los farmacéuticos son vendedores de lujo, no sirven para nada. Y hay otro aspecto que tiene que ver con el consumidor. Desde el punto de vista de los derechos humanos me parece una violación absurda negarles a los ciudadanos, a los que les están metiendo adentro una sustancia de altísimo poder, que conozca como se llama. Por eso digo que todo el proceso mejora en calidad. No sólo porque defiende el bolsillo del ciudadano sino porque lo convierte en un consumidor informado.
–Algunos médicos suelen recibir presiones de los laboratorios, a veces acompañadas por dádivas, para recetar determinadas marcas. ¿Cómo enfrentarán esta realidad?
–La relación de los fabricantes de la industria con los médicos es como mínimo inmoral y es preciso cambiarla para que la gente vuelva a creer en los fabricantes y en los médicos. No ocurre con todos los médicos. La mayoría prescribe por marca por estúpidos. Pero es cierto que algunos médicos, incluso profesores universitarios, difunden marcas. Algunos congresos médicos me dan vergüenza porque casi todos los que están arriba y abajo del estrado están financiados por empresas.
–¿Cómo piensa desterrar, entonces, esa costumbre de recetar por marca?
–En primer lugar, los fabricantes van a tener que, en lugar de imponer una marca, imponer la bondad de su producto. En segundo lugar, van a tener que cambiar el eje: hoy la competencia está hecha por marketing, pero el marketing es sobre los médicos y con eso se está gastando un cuarto de lo que cuesta un producto. Lo que está en el frasco no vale nada: es mucho más caro lo que lo envuelve, el packaging y más aún, el marketing.
–¿Cuál es la proporción entre el costo de la droga, el packaging y el marketing?
–Difiere según los productos, pero habitualmente lo que está dentro del frasco es el 15 por ciento y el resto es marketing y packaging.
–Usted intentó aplicar el sistema en la provincia de Buenos Aires cuando fue ministro del gobernador Antonio Cafiero, pero dicen que fracasó por presión de laboratorios.
–La política la inicié en el 89 cuando estalló la inflación y después hice una ley que se aprobó recién en el 92. En ese momento, logré entre un4 y un 5 por ciento de prescripción por parte de los médicos y alrededor de un 30 por ciento de sustitución (del medicamento recetado por el más barato de parte de farmacéuticos). Después, me fui de la provincia y la política se fue atenuando.
–¿Influyó el lobby de los laboratorios?
–Mire, éste es un juego donde juegan blancas y negras. Si las negras dejan de jugar, las blancas siguen jugando y ganan.
–¿Por qué ahora tendría éxito?
–Porque ahora no hay jaque a las negras y las negras no se rinden. Quiero que quede claro que la política de medicamentos la hago por tres razones. Todo el mundo cree que es para contener el costo, pero es para mejoramiento de la calidad y por una cuestión de equidad. En calidad, por lo que ya dije, porque se prescribe y se toma cualquier cosa.
–¿No ocurre en otros países?
–Noooooooo. Primero, no te venden un solo producto sin receta. Segundo, si te lo prescribieron, no te zafás de lo que te dijo el médico. Tercero, no hay botiquines familiares. Las intoxicaciones en la Argentina se producen más por los botiquines familiares que por otro motivo. Teniendo en cuenta indicadores internacionales, calculo que en el país entre el 7 y el 10 por ciento de las internaciones que se producen de mayores de 60 años son por mal uso de medicamentos.
–Decía que el de los medicamentos es un problema de equidad...
–Es el territorio más inequitativo de la salud en el país. Cualquier argentino tiene atención médica. Pero muy pocos argentinos, de los que tienen atención gratuita –sobre todo los ambulatorios– tienen medicamentos. El 70 por ciento del gasto de medicamentos sale del bolsillo. La tercera razón por la que me meto con los medicamentos tiene que ver con el gasto. El gasto en la Argentina se ha disparado de una manera muy notable.
–Es increíble la diferencia de precios. La amoxilina, por ejemplo, cuesta en versión genérico 2,70 pesos y la marca más conocida, 17,40. ¿Cómo se explica?
–El mercado es un monopolio. El que tiene la marca y el liderazgo, y le hizo la oreja al médico, ganó. Imponer el sistema de genéricos llevará tiempo. En Estados Unidos empezaron con genéricos en 1984 y actualmente se recetan así el 55 por ciento de los medicamentos. España está con genéricos hace 3 años y está en 5 o 6 por ciento. Pero allá le llaman genéricos a los que sólo tienen nombre genérico. Acá, en realidad, el mercado puede funcionar globalmente como genérico al otro día porque todas las cajas tienen nombre genérico y además porque existe la sustitución. Sé que es un proceso lento, pero estoy convencido de que hay que imponerlo. Como dije, es un tema de equidad.