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Finalmente falleció en su jaula el oso Arturo, cuyo encierro suscitó fuertes críticas al zoo de Mendoza por las condiciones en que vivía. El famoso animal arrastraba un marcado deterioro en la salud por lo avanzado de su edad, al tiempo que manifestaba pérdida de apetito y disminución de peso, visión y olfato.

Desde el último viernes, el titular de la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento territorial, Humberto Mingorance, junto al equipo de veterinarios del paseo mendocino y la Unidad Fiscal de Medio Ambiente de Nación (Ufima) acompañaron al oso polar, “y hasta se contempló la posibilidad de dormirlo para evitarle sufrimiento, agotadas ya todas las instancias de tratamientos; pero la naturaleza siguió su curso y falleció por la tarde”, dijeron ayer los funcionarios.

El último parte presentado por el cuerpo médico veterinario del zoo provincial indicó que el animal permanecía poco reactivo, con mínima respuesta a estímulos y una depresión marcada. “El preciado animal falleció por un desbalance hemodinámico, lo que desencadenó en una descompensación multisistémica”, dijeron los veterinarios. “Era un animal de casi 31 años y con un promedio de vida superior a lo habitual de esta especie en un contexto de encierro”, dijo el gobierno local.

Arturo llegó al zoo mendocino en 1993 cuando tenía ocho años, y pasó 22 temporadas en cautiverio. El querible oso adquirió relevancia internacional tras una campaña con más de 420 mil firmas que pugnaba por trasladarlo a Canadá, un hábitat más adecuado que Mendoza, que suele alcanzar temperaturas de 40 grados durante el verano. Sin embargo, dada su vejez, se decidió que permanezca en cautiverio en Mendoza porque trasladarlo podía matarlo, algo que a la postre ocurrió.