SOCIEDAD › LA ESCENA MAS ESPERADA EN EL GLACIAR PERITO MORENO

Un espectáculo on the rocks

A las 19.09, el puente de hielo que se había formado en la pared frontal del glaciar se derrumbó sobre el agua. Más de 9000 personas llegaron especialmente para ver un acontecimiento que no ocurría desde hace 16 años. Record de turistas en El Calafate.

Finalmente llegó el gran derrumbe. Ayer, exactamente a las 19.09 más de nueve mil turistas miraban, escuchaban, se estremecían y temblaban asombrados frente a la caída del gran puente helado del glaciar Perito Moreno. Después de 16 años, el esperado desprendimiento de la mole de hielo formada sobre el Brazo Rico del lago Argentino fue el punto culminante de la sucesión de derrumbes blancos que durante los últimos tres días motivaron la peregrinación de turistas nacionales, extranjeros y hasta de canales de televisión internacionales. Miles de curiosos llegaron en autos, colectivos y en seis aviones que aterrizaron ayer a la tarde para dejar a la localidad de El Calafate, vecina del glaciar, con su capacidad hotelera completa. Entre los expedicionarios hubo también casos dramáticos: aquellos que recorrieron miles de kilómetros pero llegaron apenas minutos después del gran acontecimiento.
Durante la tarde, las oficinas de la Secretaría de Turismo de Calafate medían el pulso del tránsito de último momento. Aún había muchos buscando una entrada al Parque Nacional los Glaciares, ese lugar de 600 hectáreas declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y donde aparecen los 257 kilómetros cuadrados del Perito Moreno, una superficie algo mayor a la de la ciudad de Buenos Aires. Los visitantes de última hora buscaban desesperadamente llegar a tiempo para el avistaje del desprendimiento del puente helado: la escena tal vez más esperada entre quienes permanecieron en el parque los últimos tres días.
Karina Alegría, una de las empleadas de la oficina turística, contaba a la hora del desprendimiento a más de 9 mil personas frente a los glaciares. “El viernes entraron 3,400, se fueron apenas 400; el sábado –agrega Karina– llegaron otras 3800 personas.” Entre sumas y restas, ayer a la mañana unas 6800 personas seguían milímetro a milímetro los desprendimientos de hielo. Durante el día, se sumaron otros 1700 pares de miradas “sin contar –según Karina– seis vuelos con 120 asientos cada uno que venían a full”. A la tarde, los datos de la Secretaría de Turismo indicaban que los turistas eran más de nueve mil.
Además de los vuelos y del tránsito incesante en autos particulares, tenían previsto el arribo de cuatro líneas de colectivos con 45 pasajeros desde Río Gallegos, Puerto Natale y El Chaltén. Las cifras lograron a convertir en record las visitas habituales al parque: por fin de semana suelen recalar allí entre 1200 y 1500 personas. Anoche se habían colmado las plazas en los hoteles de cuatro y cinco estrellas de El Calafate, ubicado a 80 kilómetros del Parque Nacional los Glaciares.
Y no era para menos. Los desprendimientos de estos últimos tres días no ocurrían desde el 17 de febrero de 1988. Técnicamente son consecuencia de la presión que el Brazo Rico del lago Argentino ejerce sobre un dique natural que el glaciar forma en su lento avance hacia la costa rocosa de la península de Magallanes. Los desmoronamientos de grandes trozos del glaciar se producen en forma constante, pero la caída de paredes de hielo de las dimensiones vistas en los últimos dos días es un fenómeno poco común que, a veces, como ahora, tarda años.
El viernes pasado comenzaron las primeras fisuras en las enormes paredes de hielo de unos 70 metros de alto sobre la superficie del lago Argentino. Un grupo de científicos de Parques Nacionales había vaticinado, entonces, que todo concluiría en sólo dos días. El desmoronamiento del puente era el último y gran espectáculo esperado. Estaba previsto para el sábado pero se demoró hasta ayer a la tarde. Ese día llegó hasta el lugar la esposa del Presidente, Cristina Kirchner, pero se fue antes de que ocurriera el espectáculo final.
El desenlace fue ayer. Después de las 19 cayó el primer bloque, después el segundo hasta desmoronarlo. Una enorme onda expansiva de agua cayó copiosamente sobre los observadores de las pasarelas. Además de la avalancha de turistas, allí estaban las cámaras de los equipos internacionales de televisión: la BBC de Londres, la televisión de Japón y de Francia trasmitían imágenes en directo. Justo en ese momento, Héctor Roberts pisó El Calafate. Desde hacía dos días programaba un viaje relámpago hacia el glaciar para llegar a ver, aunque sea el último desprendimiento. Se puso de acuerdo con su novia Laura pero no pudo hacerlo con sus compañeros de trabajo, los empleados de una estación de servicio de Río Gallegos que estaban tan entusiasmados como él con el viaje: sólo por eso nadie le cambió los francos. Héctor tuvo que trabajar hasta ayer a la mañana y recién entonces salió con su novia, en auto, rumbo al glaciar. “Noooooo”, decía cuando entraba en la Secretaría de Turismo y se enteraba de ya no habría puente de hielo sobre el Brazo Rico del glaciar hasta dentro de unos cuantos años. Los científicos no se animan a pronosticar cuándo habrá una próxima ruptura. Sólo atinaron a explicar los motivos de esta demora de 16 años que, en su interpretación, está relacionada con el calentamiento global de la Tierra.

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El momento culminante, a las 19.09, cuando el túnel de hielo se derrumba y da lugar a una inmensa nube de agua, que cubre a los visitantes.
 
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