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Estela se acomodaba en el auditorio: “¿Cómo hago para contarte en cinco minutos seis años de tragedia?”, susurró cuando en el Centro Cultural San Martín comenzaba la primera jornada del Encuentro Internacional de Generaciones de la Shoá-Holocausto que por primera vez se desarrolla en la Argentina. A las siete de la tarde, la sala del auditorio con capacidad para 800 personas estaba completa. Hubo representantes de embajadas extranjeras, de las instituciones judías de la Argentina y una carta de adhesión de la Secretaría General de Presidencia de la Nación. Sobre el escenario pasaron los organizadores locales, intelectuales y sobrevivientes preguntándose sobre la memoria: “Oíme –se oyó cerca de Estela–, cómo no va a hacer falta si muchos jóvenes hoy no saben quién era Hitler”.
El Encuentro, que comenzó bajo la consigna “De Cara al Futuro”, está organizado por la Fundación Memoria del Holocausto-Museo de la Shoá y Generaciones de la Shoá en la Argentina. Hasta el próximo jueves (ver aparte) reunirá a sobrevivientes del exterminio nazi, a sus hijos, sus nietos y familiares con quienes se acerquen a ese ámbito preparado para “amplificar hacia la posteridad y a toda la comunidad la voz de los sobrevivientes del Holocausto”, indicaron sus organizadores.
Los sobrevivientes se reúnen desde 1981, lo hicieron por primera vez en Jerusalén. Desde entonces, los encuentros se repitieron en diferentes países del mundo siempre de habla inglesa. Ahora, por primera vez lo hacen en Latinoamérica, en Buenos Aires y en un país de habla hispana donde la comunidad de sobrevivientes de los campos de exterminio se calcula en unas 40 mil personas.
“Las generaciones de la Shoá sabemos que los caminos no se detienen nunca –dijo al comenzar Diana Wang, directora general de la Fundación del Holocausto en la Argentina–. Y que nuestros hijos seguirán caminando con sus pasos en los nuestros”. Daniel Vernik es el presidente de la Fundación Memoria del Holocausto, que en 1995 puso en marcha en Buenos Aires el primer Museo del Holocausto de Latinoamérica. Antes de abrir el programa de conferencias, Vernik optó por darle un contexto a la existencia del museo y de los Encuentros: “No son un monumento a la muerte –dijo–. Hay una historia de dolor, de sometimiento incomprensible pero además –subrayó–, un irrenunciable mandato sagrado de comunicar la cultura, la religión, la identidad: todo lo que el nazismo intentó borrar de la faz de la tierra”.
Jorge Semprún no pudo llegar a Buenos Aires. Ex ministro de Cultura de España, Semprún fue detenido en 1943 cuando estudiaba filosofía en la Sorbona. Se había enrolado en el Partido Comunista español y trabajaba en la resistencia. En videoconferencia habló del lema del encuentro en Buenos Aires: “De cara al futuro –dijo–, lema eficaz y sugerente: ahora bien, qué futuro podemos esperar si no queda memoria, si la memoria se desvanece”. Pensando en la generación del Holocausto, recordó una de las expresiones de Goya en las guerras napoleónicas: “Estamos en un momento en el que van a desaparecer los testigos presenciales. Ya nadie va a poder decir ‘yo lo vi’, sin embargo, el exterminio tendría que trasmitirse por las generaciones sucesivas”.
A Semprún, lo siguió Adam Fuerstenberg, director del Museo del Holocausto de Toronto, nacido en Polonia y sobreviviente de los campos. Y uno de los que advierte en el presente el retorno de las condiciones históricas del Holocausto. El filósofo Santiago Kovadloff, del Tribunal de ética de la comunidad judía de la Argentina, retomó aquello para preguntarse desde “qué presente vamos a tratar de recordar” eso que aún es “impensable” como el Holocausto: “La Shoá es impensable, el horror es impensable –dijo– y lo impensable no puede ser olvidado, lo que no se conceptualiza, lo que insiste en ser, eso que no puede ser inscripto en la capa de lo inteligible, no debe ser olvidado”.