SOCIEDAD
El crimen de un ingeniero en un territorio sembrado de sospechas
Tres adolescentes no pudieron robar un auto y balearon a la víctima. Por la noche, los vecinos marcharon sobre la comisaría.
Por Horacio Cecchi
Un ingeniero, Miguel Petrucelli, fue asesinado en la puerta de su casa, en El Palomar, por tres adolescentes que intentaron robarle el auto minutos antes de las cinco de la tarde del miércoles pasado. La esposa del ingeniero había visto el intento de asalto desde el interior de la casa y gritó pidiendo auxilio. Bastó para que los asaltantes huyeran. Antes, uno de ellos disparó contra Petrucelli, provocándole la muerte. Poco después, tres adolescentes eran detenidos, acusados por el crimen. El historial de la comisaría 6ª, de El Palomar, con jurisdicción en la zona, deja un amplio espacio para sospechar que, quizá, se esté entregando gato por liebre. Los vecinos, indignados, marcharon sobre la comisaría y reclamaron contra lo que se está tornando un hábito.
El crimen: a las 16.50 del miércoles pasado, el ingeniero Miguel Petrucelli, de 48 años, estacionó su Chrysler Neon junto a su vivienda, en La Pampa 1506, de El Palomar. En ese momento, tres jóvenes lo amenazaron con armas con la intención de robar el auto. En ese momento, Laura Sabel, de 40 años, esposa de Petrucelli, vio todo desde el interior de la casa y, desesperada, empezó a pedir ayuda a los gritos. El trío se decidió por la fuga. Pero antes, uno de los asaltantes, a unos 20 metros del ingeniero, disparó provocándole la muerte con un balazo en el cuello.
La búsqueda: patrulleros de la comisaría 6ª de Palomar, con jurisdicción en la zona, comenzaron la búsqueda y en pocas horas ya habían detenido a tres adolescentes en el complejo Carlos Gardel. Los chicos, de 14, 15 y 18 años, están acusados de intento de robo y homicidio.
Entretelones: el caso recalentó el clima de El Palomar, donde las dos palabritas “zona liberada” ya provocan urticaria en el vecindario. Ayer, una buena cantidad de vecinos avanzó sobre la comisaría 6ª, enardecidos, para reclamar por la falta de custodia y al grito de “esto es tierra de nadie”. Por eso, el jefe de la 6ª, subcomisario Antonio Melito, salió a batir parches contra otros servicios policiales y quitarse de encima cualquier tipo de sospechas. Acusó al Comando de Patrullas de Morón, a cargo del comisario inspector Poli, y al Grupo de Prevención Urbana, a cargo del comisario José Orcoyen. El GPU, con asiento en Hurlingham, tiene guardias asignadas en el complejo Carlos Gardel. Con esas guardias en la mano, Melito acusó al GPU de “inútiles” porque aseguró que los asaltantes forman parte de una banda que se mueve con base en la villa. El mismo miércoles se lo podía escuchar a Melito, en su bunker de la 6ª, subrayando que “esos (refiriéndose al GPU) no sirven para nada y siempre están desatentos a sus funciones”. Conocedor de las elipsis, Melito salteaba el dato de que sus hombres también tienen guardias en el complejo. Y según fuentes de la misma villa, también tiene socios. Según esas mismas fuentes, el asalto a Petrucelli fue “al voleo, en una zona que había sido liberada con un pago unas horas antes”.
El comisario, el subcomisario, el ladrón y su amante: la comisaría 6ª de Morón, en El Palomar, es una vieja conocida de estas páginas. En febrero y abril de 2003, Página/12 reveló los vericuetos y cobranzas fantasmas del dream team de Asuntos Internos antes y durante la era Alberto Sobrado. Para esa época, la 6ª estaba a cargo del por entonces subcomisario Ricardo Andrade. El servicio de calle tenía como jefe al oficial Melito. El 13 de octubre de 2000, el Enano Quinteros, preso en una de las celdas, escapó vaya a saber cómo. Hasta que el propio Melito lo recapturó. Cuando el Enano fue reingresado, se lo escuchó entrar gritando “Barrios hijo de puta, me cagó 10 lucas”. Mario Barrios era el cabo que, según el Enano y su novia, Melina Guerra, cobró 10 mil pesos para abrir la puerta y permitir la fuga. Cuando se abrió el expediente, Asuntos Internos siguió la teoría de Andrade, que le cargaba la culpa al pasaplatos (el preso se escapó por el hueco para pasar el plato entre las rejas, con lo que o losplatos son muy grandes o los presos muy flacos) y la falta de control al segundo jefe, el entonces y aún congelado subcomisario Héctor Beccaría, pese a que Beccaría no se encontraba de guardia el día de la fugacobranza. Andrade, con proceso penal, fue premiado y ascendido a comisario y es la mano derecha de Osvaldo Seisdedos, el nuevo delfín de la Bonaerense. Melito pasó de jefe de calle a subcomisario a cargo de la 6ª. La 6ª dio cátedra también a Carlos Leiva, procesado por la muerte de Maxi Kosteki y Darío Santillán.