SOCIEDAD › MURIERON TRES ANCIANOS ALOJADOS EN UN LUGAR NO AUTORIZADO
Negligencia y muerte en un geriátrico
El fuego se inició a la madrugada, por un cortocircuito. Había una sola enfermera, que no tenía las llaves de la salida.
Sábanas colgando por una ventana, sillas plásticas y colchones apilados en el jardín, puertas forzadas y manchas de humo en las paredes son imágenes desordenadas que contrastan con el suntuoso geriátrico San Agustín, de Quilmes, el lugar donde, en la madrugada de ayer, se desató un incendio que costó la vida de tres de los 32 ancianos allí alojados. El lugar tenía capacidad para 24. Según confirmó un perito a Página/12, el fuego comenzó cuando un cortocircuito quemó un turbo ventilador en un garaje reciclado, convertido en una habitación doble donde dormían las víctimas fatales: Josefina Spano, Juana Cardetti y Francisco Beussi. Una de las dos mujeres estaba atada a la altura de la cintura al elástico de la cama con una cinta similar a las que se usan en las cortinas de enrollar. El hombre, se presume, intentó escapar, ya que su cuerpo fue encontrado tirado en el piso. Por la puerta que conecta el garaje con el resto de la casa pasó “humo de alta densidad” de plásticos y colchones ardientes, pero no el suficiente como para afectar seriamente al resto de los abuelos. La única enfermera que los cuidaba pidió auxilio, pero no pudo abrir las puertas del frente porque, aparentemente, no tenía las llaves. El matrimonio dueño del lugar, Adriana y Miguel Angel Rodríguez, fueron detenidos, acusados de triple homicidio culposo.
La primera denuncia telefónica la hizo una vecina a la 0.55 de ayer, cuando vio el humo que salía del garaje/dormitorio. El caserón centenario ubicado en Vicente López 938 tiene dos plantas, pero el garaje no; en su terraza hay una glorieta que permitió que gran parte del humo concentrado en las dos habitaciones improvisadas se liberara y no se expandiera al resto de la casa. “Sentí los gritos de una señora, creo que era la enfermera, que salió por el fondo a pedir auxilio. Le pedí que me abriera las rejas (del frente) pero me dijo ‘no puedo abrir’. Entonces saqué una escalera pero escuché que los bomberos rompían los portones”, relató Leonardo Robertazzi, un vecino cuya casa está al lado del geriátrico.
“El humo era muy particular, de alta densidad; quemaban elementos de alta combustión: ropa, papeles, plástico y colchones que tienen un alto contenido de monóxido de carbono. Cuando llegamos, ya había tres fallecidos. Casi seguro que murieron por asfixia y luego se calcinaron”, estimó Claudio Schbid, director de Defensa Civil de Quilmes. La asistencia fue veloz y estuvo a cargo de unos 60 socorristas, miembros de ocho dotaciones de bomberos de tres cuarteles de Quilmes, policías y médicos. Los protagonistas del rescate también fueron los vecinos: muchos se acercaron para contener a los abuelos en estado de shock, que se sumaba a los problemas psicológicos y motrices. “Uno dijo ‘me voy a mi casa’ y entró a la mía. No sabía qué hacer. Saqué sillas a la vereda y los senté”, recordó Robertazzi, aún insomne.
Los bomberos acordonaron un sector de la calle y allí eran dejados los ancianos que, ante la emergencia, fueron sacados del edificio en los colchones donde dormían o en sillas de ruedas. El pánico inmovilizó hasta a los que podían caminar. Afuera eran recibidos por vecinos, familiares y médicos que los asistieron con oxígeno, porque la mayoría presentaba principios de asfixia. Inclusive hubo policías y bomberos con esos síntomas. En una hora y media, todos fueron trasladados a nueve centros sanitarios. Por último, se retiraron los cadáveres.
Beatriz Borja, una de las enfermeras que trabajaba en el geriátrico, defendió a sus empleadores: negó que las puertas internas estuvieran cerradas con llave y justificó la atadura de una anciana: “Hay diferencias entre atar con una soga a un anciano o pasarle una sábana por la espalda y sujetarlo con suavidad para evitar que se caiga”. Sin embargo, una de las personas que retiró los cadáveres precisó a este diario que “la mujer estaba atada con la cinta de una persiana de enrollar”.
En el lugar se encontraron cinco matafuegos cargados, pero ninguno fue utilizado porque no había quién los usara. La única enfermera que estuvo esa noche tiene unos 40 años y había sidocontratada hace pocos meses como empleada temporaria. Cuando el dueño del geriátrico, Miguel Angel Rodríguez, llegó, en medio del rescate, trató de sacar unos papeles, pero un policía lo detuvo. La causa, a cargo del fiscal Luis Armella, fue caratulada como “homicidios culposos múltiples”.
Informe: Adrián Figueroa Díaz.