SOCIEDAD
La historia de las valijas voladoras, según Beltrame
La explicación de Walter de por qué viajó a España. Su relación con la pareja de españoles. Qué contiene la misteriosa carpeta azul entregada por los abogados de Walter Beltrame a Liporace.
Por Alejandra Dandan
“Ellos me dijeron: mirá Walter, nosotros dejamos cuatro valijas en la Argentina que contienen mantas y vajilla y queríamos ver la factibilidad de que se envíen a Madrid”. El extracto forma parte de las 90 páginas de testimonios y documentos compilados por el juez Carlos Liporace en el auto de procesamiento de Walter Beltrame. Página/12 hoy publica en exclusivo los tramos más calientes de las declaraciones del hijo del comodoro, revela el misterioso episodio de la carpeta de documentos de SW presentada por la defensa de Beltrame y detalla la insólita versión de Wally sobre los españoles y su vida en España.
Walter Beltrame declaró tres veces. La primera cuando se entregó después de vivir cincuenta días como prófugo protegido por su familia en las sierras de Córdoba. Sus abogados dejaron trascender poco de las declaraciones, pero hicieron misteriosas sugerencias sobre supuestas documentaciones comprometidas y la existencia de un complot contra el hijo del comodoro Alberto Beltrame. En cada aparición, soltaron aquello de que los verdaderos responsables estaban “mucho más arriba”.
Dentro de Tribunales, el análisis fue distinto. Hubo quien sostuvo, convencido, que la estrategia del muchacho parecía inquebrantable. Tanto que hasta creyeron que Wally no había estado prófugo sino encerrado en un campo de entrenamiento militar para prepararse. Liporace no le creyó una palabra. Lo procesó como partícipe necesario del supuesto contrabando agravado. El juez infirió además que “cuanto menos, el personal de Southern Winds destacado en Ezeiza aceptaba sus indicaciones, sin analizar si existía la cadena de mandos y si en verdad, emanaban de autoridad competente o, por el contrario, obedecían a su sola voluntad”.
En España:
SW siempre sostuvo, desde que comenzó el caso, que el hijo del comodoro entró a la empresa a pedido del padre. El muchacho lo desmintió y le explicó al juez que “ingresó habiendo presentado un currículum en aeroparque” en noviembre de 1999, como agente de check in. Desde el ’99 hasta noviembre de 2004, pasó por Coordinación de Vuelos, por el aeroparque y el Aeropuerto de Ezeiza desde noviembre de 2002 cuando SW comenzaba con los vuelos internacionales. El último traslado tuvo el aval de Daniel Aguilera, que entonces era gerente de aeropuertos y hoy es “subsecretario de Turismo de la Nación”.
Un sumario interno lo sacó del aeropuerto durante algunos meses. Pasó por las oficinas de SW y se marchó “en comisión” a España en 2003. Para entonces, el traslado “no estaba considerado como un premio”, le dijo Wally al juez. “Hay gente a la que le interesa hacerlo y a otra no”. En su caso, lo tomó “por una experiencia de vida y laboral”. Cuando llegó, SW no tenía estructura. Trabajaban durante las horas del vuelo en los “counters” del aeropuerto. Y Wally debía “cubrir la sobreventa de la compañía. Que en SW era del 30 por ciento cuando lo habitual es del 10”.
En la estación de Madrid operaban los nombres ahora conocidos. Marcelo Vernino, en una oficina de la ciudad como director de SW España. En el aeropuerto, en cambio, trabajaban Ariel Tamburrini, Flavio Cañoto y Pablo Améndola como encargado de la limpieza y preparación del avión.
Al comienzo, Wally vivió “en la casa de Vernino y Tamburrini, que vivían juntos”, según declaró él mismo. El departamento tenía “dos dormitorios, un living y una cocina”. Wally dormía “en el living, en un sofá y Vernino y Tamburrini tenían una habitación cada uno”. A veces iban juntos al aeropuerto, otras no porque alguno debía ir al centro para pagar el handling (un alquiler) de cinco mil euros por vuelo. Aunque “no recordaba” dónde quedaba la casa, se acordó de que “estaba a quince o veinte minutos del aeropuerto” en taxi. El viaje les costaba 17 euros que se pagaban con los viáticos de Tamburrini. Sus viáticos diarios eran 35 euros, aportaba para la “comida, los viajes” y “llamadas internacionales”.
La convivencia marchó bien hasta después del primer mes. Un problema con Vernino que “consideró que ya había pasado suficiente tiempo alojando” dejó a Walter de pensionista en el Hotel Auditorium. La estadía en Madrid iba a ser sólo de “veinte días”, pero a los “dos meses y medio” Wally seguía en España a “pesar suyo”, le dijo al juez. “Quería volverse” pero, según contó, su jefe “no le prestaba atención”.
El buen inversor:
Tuvo tiempo de hacer relaciones, entre otras con los españoles Elena Toimil Batán y González Villar, la supuesta conexión ibérica de la organización de narcos investigada por la Justicia. Durante la estadía, con Tamburrini “se juntaron dos o tres veces” con ellos. Charlaban “sobre la vida de unos y otros”. Ellos le comentaron que eran “jubilados y habían trabajado en comercio exterior”. Cuando el juez le preguntó por qué les interesaba tanto tener un “trato social con los pasajeros, ya que no reunían calidades especiales”, Walter le explicó “que ninguno, que era una gente que parecía agradable y buena, y al estar solo allá, era una opción para ir a comer”. Siempre “estaban muy bien vestidos, pagaban ellos la cuenta en los restaurantes o cuando iban a tomar un café”.
En agosto de 2004, Wally ya estaba en Buenos Aires. La pareja lo llamó un día a su teléfono celular porque sabían que SW “estaba subsidiada y por quebrar”, contó el muchacho que aún “no sabe de dónde sacaron esa información”.
Tras el llamado, se reunieron en el hotel Sheraton de la avenida Córdoba. Y a poco de hablar, les dijo a los españoles “que no era la persona indicada para estas cosas, que sería adecuado que lo hablaran con el gerente comercial Fernando Arriete”. Wally hizo una primera gestión con Arriete que –según su versión– le comentó que “estaban necesitando una inversión de 300 mil euros para Eurocontrol”.
Poco después, Arriete recibió a González Villar en la oficina de la calle Suipacha para “fines de agosto a horas del mediodía”. Siempre según el testimonio del muchacho, el español les dijo “que era factible que se pudiera conseguir esta suma”, porque “podían intermediar con una persona inversionista”. El buen inversor era “una persona mayor que había ganado un juicio muy grande en España, que no sabía qué hacer con el dinero, que tenía 90 años y había ganado un juicio a “Barkling”. Arriete le explicó enseguida que sería “un préstamo a tres meses, con tres cuotas de 100 mil euros por mes con un interés del 10 por ciento sobre el capital y que como garantía quedaba la recaudación mensual en el BCP de España, que es donde se recauda toda la venta de tickets de SW en España”.
Walter, me olvidé cuatro valijas:
El día del narcoembarque Walter estaba en España. ¿Qué hacía allí? Según le dijo al juez, concretaba la primera de las dos reuniones por las inversiones con los españoles. “Arriete me afirmó haber hablado con Juan Maggio para que fuera a España y verificara la situación de esta gente”, dijo el muchacho, en su declaración. Viajó a España el día 14 en “un taxi a Ezeiza con equipaje de mano”. No llevaba ninguna documentación porque debía sólo “ir a ver cómo estaba la situación”.
Se reunió con los españoles el día 15 “en la Urbanización Rivas”, una “casa importante tipo country”. “El inversionista” de más de 90 años no estaba allí sino en Barcelona. Y quería más documentación. Wally habló con su jefe por teléfono y antes de dejarlos se encontró con un recado:
–Mirá Walter –le pidieron–, nosotros dejamos cuatro valijas en la Argentina que contienen mantas y vajilla y queríamos ver la factibilidad de que se envíen a Madrid. Aunque intentó negarse, dice, terminó enviando la orden en un día y en un horario que no convenció al juez. En su versión, el 16 de septiembre regresó al hotel a las 3 de la mañana, se quedó levantado hasta las 5 y a esa hora se comunicó con Buenos Aires para trasmitir la orden. La causa, sin embargo, ya tiene probado que dio la orden antes de embarcarse a España.
El misterio de la carpeta azul:
El viaje de Beltrame a España complicó a buena parte del staff de SW. Cuando Fernando Arriete amplió su indagatoria aseguró que “Juan Maggio autorizó” el viaje de Wally “por dos días para ver a los inversionistas y volver”. Por esa razón, Arriete “firmó el pase”. Una semana más tarde, el hijo del comodoro volvió a embarcarse a España. A esa altura las cuatro valijas ya habían quedado girando sueltas en el aeropuerto de Barajas, y él viajaba, supuestamente, para entregarles documentación a los inversores.
Como no le podían entregar “balances”, explicó el muchacho, Arriete le prometió “una documentación que serviría a estos fines”. Se la proporcionaron en las oficinas de SW. Era una carpeta de tapas azules con “copia del acuerdo de cooperación empresaria entre Lafsa y SW, carta de intención entre SW y Martín Varsavsky y, copia de documentación de la Secretaría de Transporte en relación con el acuerdo entre Lafsa y SW”. Se trata de la documentación confidencial de SW que Walter le aportó a la Justicia. Según un testimonio, sólo tenían acceso a esa documentación “los directores de la compañía y sus secretarias”.
Ni Fernando Arriete ni Juan Maggio admitieron haberle dado la carpeta. Arriete sólo reconoció en un careo un recuerdo: Que “Juan Maggio –dijo– le pidió por teléfono a su secretaria que preparara esta documentación y la ensobrara y se la entregara a Beltrame”. Juan Maggio declaró hace una semana. Tampoco recordó el episodio de la carpeta. Y pidió que le pregunten a “su secretaria”.
El affaire de la carpeta azul no es un dato menor. Es uno de los pocos elementos concretos de la causa que conecta a los Maggio con el viaje de Wally a España, con los inversores y con el narcoenvío.