SOCIEDAD

Una noche de terror en Río por obra de un escuadrón de la muerte

Un grupo presumiblemente integrado por policías asesinó a 41 personas. Habría sido en represalia por la detención de ocho uniformados.

Según las autoridades brasileñas fue la peor masacre protagonizada por grupos de exterminio en ese país. Al menos 41 personas, entre ellas tres niños, fueron asesinadas a balazos por un grupo comando, integrado presumiblemente por policías que recorrieron barrios de la periferia de Río de Janeiro disparando a mansalva, a bordo de un vehículo. La prueba más firme que incrimina a los uniformados son las balas con las que ejecutaron la matanza indiscriminada: calibre 40, el mismo utilizado por la Policía Militar. Los responsables de la seguridad pública de Río evalúan que la masacre pudo haber sido una represalia a la detención de varios policías acusados por delitos en esa ciudad. La performance del jueves a la noche recuerda los años de oro de los llamados “escuadrones de la muerte” que, integrados por policías y ex policías, “limpiaban” durante los ’70 y los ’80 las calles de mendigos, de acusados de robo y de chicos pobres.
La masacre comenzó el jueves a las 21 en el barrio popular Posse, del municipio Nova Iguazú, cuando los asesinos pasaron en su auto disparando contra los parroquianos del bar Caíque y quienes iban por la calle. Allí mataron a 15 personas, entre las que estaban los tres menores.
Según una testigo, cuyo hijo figura entre las víctimas, el grupo “disparó primero contra seis personas del bar y luego contra otras nueve que andaban cerca”. Después, los hombres recorrieron unos 10 kilómetros hasta el municipio de Queimados, donde abrieron fuego sobre otras 15 personas, cuyos cuerpos quedaron tirados en la vía pública. En distintos municipios de la Baixada Fluminense, 11 personas fueron asesinadas con un método similar al anterior, por lo que las autoridades brasileñas investigan si existe una conexión entre los crímenes.
El inspector general de la Secretaría de Seguridad, Joao Carlos Ferreira, afirmó que esta matanza “es la mayor de la historia de Río”. Y juzgó que “desgraciadamente, ocurrió. Contamos con la cooperación de los habitantes de la región para llevar a cabo la investigación”.
“Fue un acto de terrorismo; son hechos horrorosos: una barbarie cometida por bestias que no son humanas”, evaluó el secretario de Seguridad de Río, Marcelo Itagiba, quien ya advirtió sobre qué línea se dirigen las investigaciones: “Trabajamos con la fuerte hipótesis de que estas matanzas fueron una represalia a la operación ‘Navaja en la Carne’, en la que se apresó a ocho policías militares sospechosos de haber cometido un doble asesinato en los fondos del batallón de Duque de Caxias”, informó Itagiba. En este sentido, aseveró que “estamos realizando una depuración de las filas en la Baixada Fluminense. Si hay policías involucrados en el crimen, ellos serán los primeros en ser presentados y execrados, porque no son policías sino bestias”, y aseguró que “seremos implacables en caso de que sea constatado un desvío de conducta o cualquier complicidad. Vamos a cazar a los que no saben honrar sus uniformes y distintivos”.
La detención de los ocho policías del 15º batallón de Caxias, en la zona de la masacre, se realizó el jueves de la semana pasada. Se los acusa de haber degollado a dos hombres y de haber arrojado la cabeza de una de sus víctimas al patio de una comisaría en Duque de Caxias, como un acto de provocación. Las cámaras instaladas a la entrada del batallón mostraron que los ocho agentes, siete de ellos de uniforme, retiraron los dos cadáveres, y luego la cabeza de uno de ellos.
Itagiba subrayó que “la operación ‘Navaja en la Carne’ continuará expurgando de la corporación policial a todos aquellos que se envuelvan en crímenes o cometan actos bárbaros. Las expulsiones seguirán, no nos dejaremos intimidar” por la policía de ese estado brasileño, señalada por organismos de derechos humanos como “una de las más violentas del mundo”. El funcionario también anunció que a las comunidades donde ocurrieron los crímenes “se enviará un gran contingente de fuerzas del orden”.
Por su parte, el ministro de Justicia de Brasil, Marcio Thomaz Bastos, dijo que la matanza “no quedará impune” y propuso la ayuda de la policía federal para colaborar con la investigación. El Estado ofrece unarecompensa de 5000 reales (1800 dólares) para quien contribuya con la detención de los asesinos. La policía ya tiene el identikit de uno de ellos. También existe la grabación de una cámara de video que habría captado a dos móviles policiales con personal uniformado en su interior.
“Esta masacre causa miedo y vergüenza a Brasil. Si los autores son policías, es aún peor”, consideró la Orden de los Abogados de Brasil en un comunicado. En tanto, Amnistía Internacional pidió al gobierno que continúe luchando “contra los escuadrones de la muerte y la corrupción policial”.
Según las primeras investigaciones, los asesinos abrieron fuego a discreción y se preocuparon de recoger luego los cartuchos disparados. La policía pudo, pese a eso, recuperar algunas vainas calibre 40. Según Itagiba, este calibre es el mismo de las armas de dotación de la policía en Río de Janeiro. De acuerdo con testigos, los atacantes llegaron disparando fusiles y ametralladoras y no dieron tiempo a que los asistentes al bar Caíque pudieran refugiarse de las balas.
El comandante general de la policía militar de Río, coronel Hudson de Aguiar, indicó que “hace más de 20 años que la policía no entraba en la Baixada Fluminense para resolver los delitos. Ahora tuvimos el coraje de hacer eso, y vamos a seguir cortando en nuestra propia carne. Tenemos que moralizar nuestra fuerza”. Esta es la mayor masacre cometida por escuadrones de la muerte de la historia brasileña, que desplazó a la del 29 de agosto de 1993, cuando 30 policías encapuchados asesinaron a 21 personas en Vigario Geral, en Río, tras la muerte de cuatro agentes que habían ido a la favela para extorsionar a traficantes de droga.

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Una mujer llora y pide justicia, en el cementerio de Nova Iguazu.
 
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