SOCIEDAD › LA MUJER QUE FUE PRESA ACUSADA DE
MATAR A SU HIJO RECIEN NACIDO
Un drama que no termina para Erna
Dejó Paraguay pues la familia no aprobaba su relación con un seminarista. Aquí careció de atención y tuvo al bebé en su casa. Una médica la denunció por infanticidio, aunque ella lo niega.
Por Soledad Vallejos
El 16 de octubre de 2004, en medio de la noche, Erna Ibáñez parió sola sobre el piso de baldosas de la casa que compartía en la Villa 20 de Lugano con su hermana, su hermano y sus sobrinos. No tuvo ninguna asistencia, no se había practicado controles previos ni recibía seguimiento médico. “Ella relata que sola realiza el trabajo de parto y luego, producto del dolor, queda confundida y extenuada hasta que se sienta y, al mirar al niño, lo ve igual al padre. El niño no lloraba, estaba muerto”, explicó la legisladora porteña Noemí Oliveto. A la médica tocoginecóloga del Centro de Salud Nº 3 de Lugano que había descubierto el embarazo (de 39 semanas) días antes mediante una ecografía y que la examinó dos días después, cuando concurrió para atenderse por un malestar persistente, Ibáñez le explicó que el bebé había nacido muerto. Inmediatamente, la médica realizó una denuncia policial por la cual Ibáñez, entonces de 23 años, fue detenida, acusada de “homicidio agravado por el vínculo” y puesta a disposición de la Justicia. Actualmente, Ibáñez se encuentra privada de la libertad en la cárcel de Ezeiza, y el fiscal acaba de elevar la causa a juicio.
La detención de Ibáñez llegó a oídos de la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura, que preside Noemí Oliveto. Fue ella quien, junto con Luis Zamora y el abogado Gustavo Baamonde (que actualmente lleva adelante la defensa), se comunicó con los hermanos de Erna. Como siguiente paso, concurrieron al Juzgado Criminal Nº 9 para interiorizarse de la causa que tramitaba, como encargado de la instrucción, el secretario Ricardo Richiello. Allí también tuvieron un encuentro con Rubén Otero, titular del juzgado (ver recuadro). “La mujer –declaró Zamora– había sido detenida por la Policía Federal con motivo de un requerimiento de una médica del Centro de Salud Nº 3, basado en las dudas que le había despertado la situación de Erna”, a quien unos días antes había atendido por primera vez y descubierto, mediante una ecografía, un embarazo de gestación avanzada.
“Ella declara que tiene el parto el viernes por la noche, sábado de madrugada. Queda tirada en cama sábado y domingo, el lunes se presenta nuevamente en el hospital y la médica le pregunta por el bebé. Ella le dice ‘nació muerto, no vivo’, y entonces la médica la denuncia”, relató Baamonde. Ibáñez había regresado al centro de salud por indisposiciones posteriores al parto, pero allí “no la atienden: la denuncian”. “Cuando la detienen, supuestamente en la sala le hacen una ecografía –que nosotros no pudimos ver porque nadie aportó a la causa– y dicen que ella está en perfectas condiciones de salud. Sin embargo, cuando después de haberla llevado a Tribunales para declarar la mandan a Ezeiza, la tienen que internar porque presenta una infección.”
En esos momentos, además, su hermana y su hermano también fueron detenidos, sospechados de haber tenido intervención en la muerte del bebé, hasta que se les dictó la falta de mérito y, finalmente, el sobreseimiento. La suerte de Erna, en cambio, es abiertamente diferente: se la acusa de homicidio intencional agravado por el vínculo, que prevé penas de hasta cadena perpetua. Mientras intenta que la causa sea recaratulada como homicidio doloso y se descarte la intencionalidad, la defensa presentó un pedido de excarcelación que fue denegado. “Ella tuvo un parto casero, en soledad, en condiciones precarias, el bebé se le resbaló y golpeó contra el piso. En los delitos culposos, se exige la obligación de cierta prudencia o cuidado, pero en este caso ella claramente no es culpable: en las condiciones en que parió, estaba la angustia, el shock emocional... La Organización Mundial de la Salud habla de los traumatismos de cráneo como causas de muerte habituales en partos hospitalarios. Si a un médico le puede pasar eso, ¿cómo a esta mujer que parió sola le podemos exigir que no le pase?”.
Erna Ibáñez había llegado a Argentina 20 días antes del parto, cuando ella y su hermana se instalaron en la casa que su hermano habitaba en la Villa20, de Lugano, para ayudarlo con la atención del despacho de bebidas y el cuidado de sus niños. Dejaba atrás Paraguay, su país natal, una niña de cinco años y la casa de una madre que había logrado separarla de Fulgencio Benítez, el hombre que abandonó la carrera religiosa para formar una pareja con ella y que ahora quiere “luchar por ella porque la quiero de verdad”. Benítez era el padre del niño que murió tras el parto, al que no pudo asistir porque desconocía el paradero de Erna (“Su madre le dijo que si volvía conmigo, nunca iba a dejar verle de vuelta a la nena”). “Una cosa que quiero dejar en claro es que nosotros habíamos decidido tener este hijo.” Por eso, una de las primeras cosas que hizo luego de visitar a Erna en Ezeiza fue ir a Chacarita, “a ver el lugar donde nuestro hijo está enterrado. Entre los dos decidimos ponerle al bebé muerto Cristian Benítez Ibáñez”.