SOCIEDAD › IMPLANTAN UN CORAZON ARTIFICIAL A UNA BEBA DE 17 MESES
Un motor para la vida de Berenice
Por primera vez en América latina, en un hospital público porteño una beba con una peligrosa insuficiencia cardíaca recibió un corazón artificial a la espera de un órgano donado.
En lo que fue una operación pionera en América latina, médicos del hospital porteño Pedro de Elizalde implantaron un corazón artificial a una beba de 17 meses que, a raíz de una malformación congénita, sufre de una insuficiencia cardíaca. Berenice había llegado desde la ciudad santafesina de Villa Gobernador Gálvez a la ex Casa Cuna hace dos meses. Desde entonces se encontraba internada y forma parte de la lista de emergencia del Incucai a la espera de un donante. Como el corazón no llegó y el suyo se deterioró demasiado, los médicos optaron por suplantarlo por una máquina traída desde Alemania. Ahora, podrá continuar aguardando por un trasplante definitivo. Aunque el pronóstico es reservado.
Cuando llegó al hospital, Berenice pesaba unos siete kilos y su diagnóstico hablaba de una anomalía coronaria de nacimiento que provocó una miocardiopatía dilatada congénita. Es decir que, a partir de un problema en una de sus arterias coronarias, experimentó la expansión de una de las cavidades de su corazón: el ventrículo izquierdo, que al ser más grande que lo normal causa que la sangre no pueda ser bombeada a los órganos y se acumule.
Mientras esperaba un corazón, “la situación requirió la internación en la sala de terapia del Servicio de Cirugía Cardiovascular porque el corazón de Berenice requería la ayuda de medicación para poder contraerse”, explicó Florentino Vargas, jefe del Servicio, que encabezó la operación.
“La dilatación de su ventrículo izquierdo había progresado hasta un diámetro de seis centímetros, como el de un adulto, lo que es una barbaridad”, comparó Vargas ante Página/12. También “había desarrollado un trombo (coágulo) de gran tamaño en su aurícula izquierda, por la contracción inefectiva y el estancamiento de la sangre en las cavidades cardíacas”, detalló. Por eso, además de incluir a la beba en el listado de emergencia del Incucai, los médicos implantaron un corazón artificial.
La operación, realizada el 14 de diciembre, no fue sencilla. El equipo de treinta personas trabajó durante más de diez horas. Primero bajaron la temperatura corporal de Berenice hasta los 25 grados, para luego detener el corazón y extraer el coágulo. El paso siguiente fue dividir la arteria pulmonar y reubicarla en su sitio normal, con lo que se corrigió la malformación congénita.
“Recién entonces se procedió al implante del corazón artificial, colocando sus cánulas en los orificios abiertos en el ventrículo izquierdo y en la aorta”, contó el médico. Las cánulas se conectaron a una bomba que, coordinada por una máquina, reemplaza la función del ventrículo izquierdo pero fuera del cuerpo y hace que la sangre llegue a los órganos.
El nuevo ventrículo, conectado a su corazón y al aparato que bombea, descansa sobre el abdomen de la nena. En definitiva, “su ventrículo izquierdo no se contrae y está reemplazado por el artificial que aspira y bombea la sangre”, señaló.
No obstante, el estado de Berenice “continúa siendo de altísimo riesgo por los próximos quince días. Aunque habla con los papás y hasta pide la leche, el método no es milagroso y su estado inicial era grave”. Según el profesional, existen pacientes que vivieron con la ayuda de un corazón artificial hasta 415 días, y luego recibieron un trasplante.
El procedimiento usado tiene su origen en Berlín, desde donde la Secretaría de Salud importó el corazón con un valor de 290 mil pesos. En esas tierras la cirugía se llevó a cabo con éxito en setenta chicos, y allí también el doctor Vargas recibió el entrenamiento necesario para concretar el implante. Operaciones de este tipo se realizaron en Estados Unidos, pero es la primera vez que se implementa en América latina. Existe una posibilidad de que al haberse corregido la malformación que causó la dilatación del ventrículo, con el paso de las semanas, el corazón retome su tamaño normal. Pero es remota. Por eso, las esperanzas residen en la recepción de un órgano para un trasplante. El padre de Berenice, David Molina, fue claro: “Sigue estable, pero hay que seguir luchando hasta que llegue un corazón de un donante”.