Sábado, 4 de marzo de 2006 | Hoy
Una adolescente misionera de 15 años fue obligada a ejercer la prostitución en un sauna porteño, donde además le pegaban. Un cliente al que la chica le había contado todo la ayudó a fugarse.
Por A. F.
La chica encontró a un policía en la calle. Estaba sola, tenía 15 años y necesitaba ayuda: acababa de escaparse, gracias al auxilio de un cliente, de un departamento donde la habían prostituido a la fuerza durante veinte días. Sucedió el miércoles de esta semana en el barrio de Liniers. Según su testimonio, también trabajaban allí otras adolescentes. La chica está ahora alojada en un instituto de menores. Anoche, la Justicia se preparaba para allanar el lugar donde estuvo privada de su libertad, dos días después de la fuga.
Nacida en Misiones, la protagonista del caso –cuyo nombre se protege por ser menor– decidió venirse a Buenos Aires hace un año, para vivir con una tía en Banfield. Al parecer, quería poner distancia de unos padres muy estrictos. Poco después la siguió uno de sus hermanos. Y fue en el barrio en que vive su tía donde se hizo amiga de otra adolescente, de 16 años, que la invitó a visitar un lugar en la capital donde podría hacerse unos pesos. El “sauna”, eufemismo que suele aplicarse a estos ámbitos de prostitución en la ciudad, estaba ubicado en el barrio de Liniers. Según las fuentes judiciales consultadas por este diario, la propuesta que le hicieron en principio fue que trabajara como “copera”.
–Cada copa sale diez pesos –le dijo la encargada del lugar–, vos te quedás con cinco.
El “arreglo” duró dos o tres días. Los clientes, le dijo la adolescente después al equipo de profesionales que la entrevistó, eran principalmente inmigrantes de países limítrofes. La plata, sin embargo, nunca le llegó. Cuando reclamó, apareció el dueño del departamento y le dijo que lo que ella debía hacer era “otra cosa” que le iba a reportar más dinero. La “otra cosa” no le gustó nada y dijo que quería irse. Pero no la dejaron: la golpearon y la encerraron en una pieza donde tuvo que mantener relaciones con diversos hombres durante casi quince días. Y ponerse a su disposición para lo que quisieran. A veces no usaban preservativo, contó la adolescente, “porque no querían”.
Si alguno de los clientes se quejaba al bajar, venían las represalias: la golpeaban o le cortaban la comida o el agua. La posibilidad de escapar llegó finalmente con un cliente que le preguntó por qué estaba en un lugar como ése y terminó apiadándose de ella. “Te voy a ayudar a irte”, dijo y al salir le dejó las puertas abiertas.
En la calle corrió hasta encontrar a un policía que la condujo a la comisaría 44. “Sí, efectivamente nosotros la encontramos en la calle y la ayudamos –confirmó a este diario el subcomisario Vera, de esa dependencia–, después se le dio intervención a la Justicia. Pero no puedo darle más información porque se está investigando.” El fiscal que intervino, Juan Necol, solicitó el allanamiento del “sauna”, pero según pudo saber este diario recién en la noche de ayer se habría firmado la orden.
“Van a encontrar a Floricienta”, ironizó un miembro del Poder Judicial aludiendo a la tardanza. Página/12 intentó consultar a la jueza María Fontbona de Pombo, a cargo del caso, pero la magistrada rechazó cualquier contacto con los medios mientras durara la investigación.
La adolescente, en tanto, está alojada en el instituto de menores Pizarro y Monje por decisión de la Defensoría de Menores. Allí se va a quedar hasta tanto se defina su situación familiar. Llamativamente, ningún miembro de su familia había hecho la denuncia por su desaparición, pese a que duró casi veinte días.
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