Viernes, 2 de junio de 2006 | Hoy
JUAN PEGORARO.
“Sociedad brutal”
“Que a las personas indigentes, que se supone pueden atentar contra la propiedad de uno, se los liquide, es un pensamiento que existió siempre. Pero de pensarlo a pasar al acto hay una gran distancia. Seguramente esta persona tenga una crueldad tan repudiable que si bien expresa a mucha gente que lo dice, él lo lleva al acto. El es mensajero de una situación social que ha sido construida. No es natural que haya indigentes ni ricos. Este es un mensajero de una sociedad de una crueldad inmensa. Por otro lado, el otro peligro es que se pierda la sensibilidad social y que este fenómeno de la pobreza y de la exclusión se vuelva un hecho invisible por la naturalización, y de ahí a perder sensibilidad hay un paso corto. Todo poder político, social y económico necesita que no haya sensibilidad social. Adultos y chicos están cooptados por la sociedad de consumo; quienes no pueden acceder lo viven como un fracaso. La sociedad excluye en lo material, en lo cultural. Esta sociedad es brutal, nadie puede sustraerse de la necesidad de consumo. Uno tiene identidad en la medida en que puede consumir.”
ENRIQUE OTEIZA*.
“La pobreza naturalizada”
“Hay sectores de la sociedad que se expresan con las mismas palabras (en referencia a los dichos del agresor: ‘A estos hay que matarlos a todos’) en relación a diversos grupos sociales que les parece que por pertenecer a ellos hay que eliminarlos de la faz de la tierra. Esto es de una gravedad muy seria, porque detrás de las acciones discriminatorias siempre preexisten valores, creencias, odios, y maneras de ver al diferente inferiorizando lo que, llevado al extremo, termina en acciones como un genocidio. En este caso, si los jueces encuentran que se trata de una persona que tiene antecedentes de enfermedad mental es una cosa, pero en primera instancia, efectivamente el acto es terrible por las palabras que profiere el agresor guiado por un odio de tal magnitud que corresponde a una falta de humanidad absoluta. En la legislación, a la pena por la agresión se le agrega un plus de años de prisión por el hecho de la discriminación. Por otro lado, es grave cuando un fenómeno social como la pobreza uno termina no viéndola, es decir, cuando se naturaliza. Es el problema de una sociedad que es una fábrica de pobres. Que no se arregla con la caridad tradicional porque tiene causas estructurales. Hay gente que no quiere ver pobres, como cuando los piqueteros se manifestaban en la Ciudad de Buenos Aires y a algunas personas de clase media o acomodada les molestaba que se vieran, pero si estaban en las villas no incomodaban, entonces ahí se ven cuestiones de clases y de complicidad con el sistema que fabrica pobres.”
* Titular del Inadi.
ALCIRA DAROQUI.
“Discurso habilitante”
“A esto hay que dimensionarlo: más allá de que haya muchas personas que expresan este tipo de dichos, del dicho al acto hay una diferencia. Todavía me parece que la sociedad no reacciona de esta forma. Sí hay indiferencias, porque lo que sucede con esas personas no le importa a nadie, aunque actos como éste no son representativos de una conducta social. Cuando gran parte de la sociedad dice que a los delincuentes o mendigos hay que matarlos es porque hay discursos habilitantes. La violencia en lo discursivo habilita otras violencias como la estatal, por acción u omisión, porque que duerma en la calle es un acto de violencia. La gente se siente amenazada por estas personas y ese sentimiento atraviesa a vastos sectores, hasta los medios de comunicación. Esto tiene fuertes raíces en un sentimiento generalizado de que hay muchos que molestan e invaden espacios que son para otros. Es una sociedad dividida en bandos. Creo que la intolerancia hacia determinados sectores ha ido creciendo en los últimos quince años porque hay toda una fuerte campaña de lo que es el miedo, la inseguridad social, económica, política, que constituyen un sujeto miedoso y el que padece miedo es un sujeto violento. Frente a esto, en general los sectores medios y altos solicitan que alguien intervenga por ellos, no ejercen violencia directa, solicitan más castigos, penas más duras por parte del Estado. Esto no pasa en sectores pobres y son pocas las veces que el Estado interviene para garantizar su seguridad. Una sociedad asustada pide estas cosas y es indiferente a otras. La lectura que hay que hacer de este hecho es cuántas personas de éstas mueren de hambre, de frío, ante una indiferencia enorme.”
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