SOCIEDAD › UN HOMBRE INCENDIO EN VILLA LUGANO UN AUTO DONDE DORMIA UN INDIGENTE

“A éstos hay que matarlos a todos”

El dueño de un taller mecánico fue detenido después de haber prendido fuego un auto abandonado, enojado por la presencia de un sin techo, ahora internado en estado grave. En el gobierno porteño aclaran que un hecho así sucede por primera vez, pero alertan sobre la frecuente discriminación.

 Por Pedro Lipcovich

“A éstos hay que matarlos a todos”, dijo el sujeto que acababa de incendiar el auto abandonado donde dormía un hombre sin techo, en Villa Lugano. El agredido fue rescatado con quemaduras graves y el agresor, dueño de un taller mecánico, fue detenido. Según la directora del programa de asistencia a los sin techo de la ciudad, “es la primera vez que se registra un hecho así”. Es, sí, frecuente cierta hostilidad hacia los sin techo por parte de algunos vecinos: según la especialista, esa actitud “se acrecentó en los meses previos a la crisis de 2001: como si los vecinos quisieran apartar de su vista a los sin techo porque les hacían presente su propio miedo a perder el lugar social”. Durante la crisis misma, en la época de los cacerolazos, los vecinos se volvieron más solidarios: “Venían voluntarios, señoras de clase alta, a colaborar”. Eso también pasó. Por otra parte, “la gente de la zona sur de la ciudad es más solidaria con los sin techo que la de la zona norte”. En cuanto al hombre que dormía en el auto, según una fuente policial, “hacía tiempo que estaba en el barrio; los vecinos lo querían”. Menos uno.

A la 0.30 de ayer, un patrullero de la comisaría 48ª se encontró con que, en Eva Perón y Pola, un Chevrolet Monza estaba en llamas; en su interior se retorcía un hombre. Según una fuente policial, “los efectivos, quemándose un poco las manos, lograron sacarlo del auto. Fue una suerte que el patrullero pasara en ese momento”. La víctima, Julio César Marcos, de 42 años, fue llevada al Hospital Santojanni y después al Hospital de Quemados; según el parte policial, presenta quemaduras en el 40 por ciento de su cuerpo.

Casi enseguida fue detenido el presunto agresor, que no había tenido tiempo de alejarse. Se llama Diego de la Reta, tiene 28 años, vive a pocos metros del lugar de los hechos, en la calle Pola, y tiene un taller mecánico en la zona. Llevaba un bidón de nafta y un encendedor, que habría utilizado para incendiar el auto mientras el hombre sin techo dormía en su interior. “A éstos hay que matarlos a todos”, justificó su acción cuando lo apresaron. La fuente policial comentó que “Marcos era conocido y hasta querido en el barrio; por lo que dicen los vecinos, no molestaba a nadie”.

Pocos días antes, profesionales de Buenos Aires Presente (BAP), programa del gobierno porteño para los sin techo, se habían acercado a Marcos para proponerle trasladarse a uno de los ocho establecimientos con que la ciudad cuenta para alojar a estas personas. El no aceptó. Patricia Malanca, titular del programa, señaló que “sólo en la mitad de los casos la persona sin techo acepta el traslado y, en éstos, suele requerirse muchos meses de diálogo”.

Según observó Malanca, “no es muy común que los sin techo permanezcan en barrios alejados del centro, como era el caso de Marcos. En zonas como Tribunales, Constitución, San Telmo, La Boca o Barrio Norte encuentran más posibilidades de subsistencia. Cuando viven en otros barrios, generalmente es por alguna historia o relación particular con el lugar”.

En cuanto a la agresión que sufrió Marcos, “nunca hemos registrado una cosa así; agresiones verbales, sí, puede ser, pero jamás algo como esto”, dijo la directora del BAP. Malanca puntualizó que “en la zona sur de la ciudad, los vecinos suelen ser más tolerantes y solidarios con los sin techo; los que menos los aceptan son los vecinos de la zona norte”.

Malanca comentó que “en la ciudad, hasta la década de 1990, la pobreza estaba acordonada en las villas. El hecho de tenerla en la puerta de casa puede generar cierta angustia, a la que subyace una pregunta: ‘¿Esto no podrá pasarme a mí?’. En esa época, eran más frecuentes las actitudes querellantes, intolerantes. Pero poco tiempo después, luego de los cacerolazos, la cosa cambió: venían voluntarios a trabajar con nosotros, señoras de clase alta. Después eso terminó y, ahora, cuando la situación ha mejorado y hay distintos planes sociales, muchos vecinos no entienden por qué sigue habiendo gente en la calle”. Es que “no cualquiera llega a la situación de calle. Tienen que sumarse factores socioeconómicos y de la historia personal, que los llevaron a perder todas sus redes sociales. En muchos casos padecen alcoholismo o problemas psiquiátricos. Y no es fácil que acepten ir a un parador o un hogar de la ciudad. Por eso trabajamos también con los vecinos, que suelen ser los que nos avisan (al número de emergencias es 108), tratamos de comprometerlos y explicarles que tal vez esa persona siga allí por un tiempo”.

El BAP funciona desde 1997, cuando se derogaron los edictos policiales. “Antes, con el argumento del edicto que sancionaba la ‘vagancia’, eran frecuentes los malos tratos por parte de la policía. Eso cambió totalmente en estos años; hemos trabajado fuerte con la Policía Federal y su actitud presente es mucho más sensible”, contó Malanca.

Según el último conteo, de noviembre de 2005, hay 889 personas en situación de calle en la ciudad de Buenos Aires; una cantidad similar aceptó ya alojarse en los establecimientos del gobierno porteño. En cuanto a Julio César Marcos, “junto con el servicio social del Hospital de Quemados, estamos tratando de ubicar a sus familiares”, dijo la titular del BAP.

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El auto estaba abandonado en la avenida Eva Perón y Pola; en el barrio el indigente era querido por buena parte de los vecinos.
Imagen: Télam
 
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