Viernes, 2 de junio de 2006 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
“Ganaremos la primera / y no habrá segunda vuelta”, canturrea un operador presidencial, rescatando del freezer un jingle de la campaña electoral de Cámpora ’73. “Tenemos que sacar la mitad de los votos”, aumenta la pretensión un ministro. “Vamos por el 60 por ciento”, exagera, marca un rumbo utópico o se delira un legislador kirchnerista rabioso. La Constitución vigente dibujó un capcioso sistema de doble vuelta en el que, para ganar sin ballottage, basta conseguir el 45 por ciento de los votos o aun el 40 por ciento si hay diferencia de más de diez puntos porcentuales con el segundo. Más allá de la memoria melódica, las fantasías o las precisiones matemáticas, el oficialismo se ha puesto como meta repetir la hazaña del Tío Cámpora.
La sonada concertación, una de cuyas vigas de estructura es sumar a los radicales con poder territorial, va por eso. Néstor Kirchner, lo recordó él mismo en la Plaza, fue el presidente menos votado de la historia. Ahora quiere revancha.
–¿Cuánto pesan los últimos gestos de Roberto Lavagna en ese designio? –sonsaca Página/12 a sus tres interlocutores, por separado. Las respuestas, promediadas, son iguales:
–Nada. Este operativo está decidido desde hace más de un mes, cuando Lavagna todavía podía jugar para nosotros.
Ahora, parece que por tácito acuerdo mutuo, esa hipótesis parece remota o ya imposible.
- Los cumparreligionarios. Es cierto que la tarea de zapa oficial respecto de los gobernadores e intendentes radicales fue muy previa a los recientes desafíos del ex ministro-estrella. Se remontan a cuando Lavagna aún estaba en Economía. Claro que, ya lanzada la campaña presidencial, los lazos que fue urdiendo el propio Kirchner toman forma más precisa. Ya no está sólo en juego tener una relación amigable con el Presidente, con Economía, con Infraestructura. También está en danza la preservación de las provincias e intendencias gobernadas por las boinas blancas. A Kirchner le vendría bárbaro que en varias provincias los dos partidos históricos llevaran su boleta en cabeza de la sábana. A los gobernadores les es casi imprescindible evitar que Kirchner sea el estandarte de campaña de sus opositores locales peronistas. Esos dos objetivos tienen, como piso, un punto de intersección que es la unificación de los calendarios electorales de las provincias con el nacional. No es un menester sencillo y, en algunos casos, topa con impedimentos constitucionales insalvables. En otros sí se puede y allí podría ocurrir que una fracción (la dominante, la que gobierna) del radicalismo y el Frente para la Victoria propusieran el mismo candidato a presidente y disputaran (en una suerte de novedosa ley de lemas bipartidista) los demás cargos. El pato de la boda de ese esquema serían los compañeros justicialistas de las respectivas provincias que tendrían que privarse del magno recurso de Kirchner en el palco fulminando a su adversario local. Un operador de la Rosada minimiza ese costo: “Nadie puede oponerse al Presidente”. Luego desgrana situación por situación. Ya se sabe, en un país federal cada provincia es un mundo.
- Gerardo Zamora (gobernador de Santiago del Estero) y Arturo Colombi (de Corrientes) ya conducen una coalición entre los dos partidos. Ahí todo luce bastante sencillo, puro continuismo.
- En Mendoza, el dispositivo es más complejo porque el radical Julio Cobos, un aliado consistente del Gobierno, no puede ir por la reelección en Mendoza.
- El más perjudicado, reconoce el confidente del cronista, es el senador Miguel Pichetto, quien aspira a ser gobernador de Río Negro. El FPV rionegrino le ganó en las parlamentarias al radicalismo, que administra la provincia desde 1983 y se descontaba que el resultado se repetiría en el 2007. Si Kirchner bendice, así sea con su retraimiento, al gobernador Miguel Saiz, a Pichetto la cosa se le hará más cuesta arriba. Pero no le cabe otra que acatar, maquina el operador todo terreno K.
- “¿Y Catamarca?”, inquiere este diario. La réplica es pragmática y sarcástica: “Jugar con el gobernador Brizuela del Moral tiene un bonus para nosotros. El tipo no será un fenómeno, pero comparado con Barrionuevo y Saadi es como Montesquieu”.
Las realidades locales, las banderías arraigadas durante décadas, las leyes incluso, pueden ser un obstáculo para un pacto peronista-radical como jamás se conoció. El afán de los socios de mantener las bases de su poder es un disuasivo notable y un catalizador notable de la imaginación creativa. ¿Listas únicas? Nada es imposible cuando el afán es sumar a lo pampa. Pero es muy, muy difícil, porque imposible no hay nada cuando la ambición incita la imaginación.
El mapa electoral de las provincias ha sido, tras la crisis del 2001, mucho más conservador que el nacional. Las convalidaciones de los respectivos oficialismos (y en sobrados casos, las reelecciones) son la tendencia dominante en la mayoría de las provincias y los municipios. Si K no interviene, los correligionarios pueden aspirar a prolongar la tendencia. Si los correligionarios lo acompañan, K puede proponerse arrasar en varias provincias. ¿Quién dijo que la política es un juego de suma cero?
- El otro mapa. El cuadro nacional es muy otra cosa. En el 2003 hubo cinco candidatos en llamativa paridad y ninguno llegó, ni por asomo, al 30 por ciento. Hasta entonces, los presidentes habían sido legitimados por la mitad del electorado. Fénix nacido de esas cenizas, Kirchner ha conseguido construir una legitimidad que le da plafond para buscar el segundo mandato.
Elisa Carrió sinceró la semana pasada su aspiración de competir y su preferencia por hacerlo sola.
Lavagna da toda la impresión de anhelar ser el tercer candidato en la anticipada largada de la campaña. Hasta hace quince días era un candidato polivalente. Le cabía ir por el gobierno de la ciudad (solo o con el aval del FPV) o arriesgarse a la contienda nacional. En un escenario es un prospecto muy competitivo. En el otro le queda mucho por construir.
El oficialismo, hace semanas que hoy parecen años, veía con buenos ojos la hipótesis de que Lavagna fuera su campeón en Capital. Las encuestas, prestamente requeridas, dieron bien, mientras varios allegados de palacio lo embellecían comparándolo con el (para ellos) siempre sospechoso Daniel Scioli.
Pero Lavagna produjo gestos que generaron inquina en la Rosada. Conociendo su perfil florentino, cuesta suponer que tuvieran otra aspiración. Inequívoco fue, en tal norte, su almuerzo con un grupo de dirigentes duhaldistas que no cruzó el Jordán. “Se juntó con los perdedores de los perdedores y encima lo difundió. Es una provocación y, encima, un error”, tabula un kirchnerista de ley quien, empero, no se privó de castigar a Lavagna ante cuanto micrófono se le puso delante.
La entrevista publicada en el diario Perfil el domingo pasado fue la gota que colmó el vaso. Los puentes parecen quebrados, desde ambas orillas.
- Un gomón ahí. Para Raúl Alfonsín, para el radicalismo menguante que no gobierna, un extrapartidario es un bote salvavidas en medio de un naufragio que reíte del Titanic. Margarita Stolbizer echó a rodar meses ha a Elisa Carrió o Hermes Binner para ese rol. El ex presidente radical se identifica más con Lavagna, aunque la operación política es similar, una estrategia de supervivencia. El duhaldismo no reciclado en el FPV atraviesa una coyuntura similar. La racionalidad de ambos sectores es evidente, su aporte a un candidato sería su savoir faire, su logística. En el terreno simbólico, lo empujan hacia abajo. No son ellos, sino Lavagna, los que tienen que dudar sobre el resultado de esa suma algebraica.
El Gobierno viene anunciando, de modo oficioso, que los comicios serán en octubre del 2007, una fecha legal y sensata. Operadores del duhaldismo, del alfonsinismo y gentes cercanas a Lavagna barruntan que será adelantada varios meses. Tal vez eso explique por qué (sin otra causa evidente) aceleró tanto su tren el ex ministro en cosa de días.
¿Cuáles son sus chances si persevera? Buena pregunta para encuestadores, analistas políticos y polemistas de café, que hace un mes no tenían ningún candidato en claro y ahora pueden barajar tres. Cuesta creer, si se mantienen las condiciones económicas de hoy, que Lavagna pueda competir en paridad con un oficialismo arrasador. Sus perspectivas mejorarían si hubiera turbulencias en la marcha de la economía.
Como opositor, el ex ministro tiene un limitante discursivo: no puede diferenciarse demasiado de un gobierno en el que participó dos años y medio, gestión que es piedra basal de su buena imagen pública.
Todo es provisorio cuando falta mucho tiempo, máxime en un país que tiene a la sorpresa impresa en su ADN. Se sugiere leer con esa prevención la reseña anterior, que podría aderezarse con un dato evidente. Aun si se reputan verosímiles los cálculos subjetivos relatados en el primer párrafo de esta nota, hay una larga mitad de los argentinos que no tiene un candidato in pectore. Es un conjunto variopinto, difícil de amalgamar en una coalición ganadora, pero dista de ser despreciable para quien se proponga pescar a río revuelto.
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