SOCIEDAD › LA HISTORIA OCULTA DEL POLICIA QUE MATO A LOS CHICOS EN FLORESTA
El asesino era el famoso “trotador”
Juan de Dios Velaztiqui, el sargento que hace dos semanas asesinó a tres muchachos en una estación de servicio, fue en la dictadura tapa de los diarios: arrestó a 49 hinchas de Nueva Chicago por cantar la marcha peronista y los hizo trotar varias cuadras. Lo apodaron “el trotador”.
Por Carlos Rodríguez
El episodio, ocurrido en los últimos tiempos de la dictadura militar, quedó reflejado en los medios de prensa como una muestra del autoritarismo reinante, que no toleraba ni las expresiones más naturales del folklore político. “Hubo 49 detenidos en un estadio por entonar la marcha peronista”, fue el título de la nota publicada por Clarín, el 25 de octubre de 1981. Con su particular estilo, Crónica encontró enseguida el mote justo para el policía encargado del operativo: lo bautizó “el trotador”, porque los detenidos fueron obligados a trotar, hasta la comisaría más cercana, mientras llevaban las manos pegadas a la nuca, como en el cuartel. Hoy no se cumple ningún aniversario del suceso. El motivo del recuerdo tiene que ver con el protagonista del apriete contra los hinchas del club Nueva Chicago: el “trotador” no era otro que el sargento primero de Caballería Juan de Dios Velaztiqui, el mismo que hace dos semanas asesinó a tres chicos en el barrio porteño de Floresta.
El acto contra de la libertad de expresión ocurrió el 24 de octubre de 1981, en la cancha de Nueva Chicago, en el barrio de Mataderos, una tarde en la que el equipo local le ganó por tres a cero a Defensores de Belgrano. Las crónicas periodísticas dijeron que se trató de “un episodio desacostumbrado” que se produjo cuando el equipo local “ganaba fácilmente y la hinchada festejaba”, sin provocar incidentes. El problema fue que entre los “dale campeón” y el tradicional “Chicago corazón”, parte del público coreó la marcha peronista, algo imperdonable en esos tiempos de rigurosa veda política.
Los cronistas deportivos, instalados en el palco de prensa, en ningún momento observaron algún incidente y cuando comenzaron las detenciones, el grueso de la hinchada local pidió la libertad de sus compañeros de tablón, con el tradicional grito “que los larguen”. En la sede de Nueva Chicago, todos han escuchado alguna vez la historia de ese día. “Entre los detenidos estuvieron Tito Pezoa, Julio Palacios, el Cabezón Juan, Benito Barbeiro, pero a algunos los largaron enseguida y otros estuvieron un mes en la comisaría”, recordó Mariano Batasarano, intendente del club, quien conoció la leyenda de boca de sus mayores.
A los “chicos” de la hinchada los fueron ubicando sobre la vereda opuesta a la del estadio, sobre la avenida Francisco Bilbao. Uno de los policías, que sería Velaztiqui, subió varias veces a la vereda, montado a caballo, para hacerles recordar a los detenidos que debían mantener las manos en la nuca. En el procedimiento intervinieron por lo menos otros cuatro hombres de la montada, cuyos nombres no pudieron ser establecidos. Una vez alineados sobre el asfalto de Bilbao, los hinchas fueron llevados al trote hasta la Comisaría 42ª, en Avenida de los Corrales y Tellier, que hoy se llama Lisandro de la Torre.
Un vocero policial de la época, el subcomisario Quintana, había explicado en su momento que del total de “demorados”, 40 fueron dejados en libertad a las pocas horas y nueve quedaron detenidos. Fuentes del club, a más de 20 años de lo ocurrido, confirmaron que los que quedaron detenidos fueron Vicente Escola, Raúl Enrique, Rubén Parapodio, Samuel Lío, Nicolás Rearte, Daniel Sánchez, José Paladino, Jorge Capelo y Miguel Aquino. Ellos fueron sancionados con un arresto de 30 días, acusados de infringir el edicto policial que sanciona la promoción de desórdenes en las reuniones deportivas. La policía nunca reconoció que los hubiera detenido por cantar la marcha peronista y alegó que “habían generado incidentes”.
El subcomisario Quintana, de efímera fama, sostuvo ante los medios de prensa que ninguno había sido tratado con violencia, aunque la memoria colectiva de los hinchas de Chicago hace mención a “golpes, patadas, topetazos con los caballos y la orden del jefe (ése era Velaztiqui) de que mantuvieran el ritmo de marcha al trote a lo largo de las seis cuadras que hay hasta la seccional”. Los policías, a lo largo del trayecto, se subían con los caballos a la vereda para amedrentar a los vecinos, que pedían lalibertad de los detenidos. Quintana, en sus declaraciones de época, había señalado como dato inquietante que los hinchas “llevaban bombos”.
Hoy cuesta reconstruir cómo fue que comenzó una acción penal, contra el sargento Velaztiqui, en su carácter de jefe del operativo, por el delito de “vejaciones”, contemplado en el artículo 144 del Código Penal con penas de hasta un año y seis meses de prisión, más tres años de inhabilitación permanente para ocupar cargos públicos. La versión más difundida es que la promovieron diez abogados que leyeron la noticia en los medios. La causa fue resuelta recién en abril de 1985, por el juez en lo criminal de sentencia Ricardo Giúdice Bravo, hoy miembro del Tribunal Oral Uno de la Capital Federal. Velaztiqui fue absuelto.
En su fallo, el magistrado sostuvo que se trató de “un procedimiento y dispositivo de seguridad que podrá ser criticado desde la óptica técnica y hasta administrativa (en el seno de la Policía Federal), pero que no trasciende a la esfera penal”. Aunque no parece una visión que concuerde con lo que ocurrió aquel día, el juez justificó su decisión recordando que “el particular clima de euforia” que se genera en las canchas “se traduce, en la mayoría de los casos, en desórdenes y agresiones”. Lo esencial fue que, en su opinión, el trote y el hecho de tirarles el caballo encima -como ocurre siempre en las canchas–, no eran motivo suficiente como para configurar “la conducta dolosa propia del vejamen”.
Ahora, a 20 años de un episodio que estuvo en boca de todos, el sargento Juan de Dios Velaztiqui enfrenta una acusación por triple homicidio de la que difícilmente podrá salir absuelto.