Sábado, 10 de febrero de 2007 | Hoy
Por segunda vez, ese país somete a referéndum la legalización del aborto. En 1998 se impuso el rechazo. Ahora, las encuestas prevén una victoria del “sí”, aunque se estima un nivel alto de abstención. Las presiones de la Iglesia.
Por Migue Mora *
Desde Lisboa
Sólo si gana el “sí” acabará el atraso y la humillación, dicen los partidarios de despenalizar. Los favorables al “no” apelan al derecho del no nacido a la vida y plantean la cuadratura del círculo: seguir con la actual ley y suspender las penas y los juicios. Unos 8,5 millones de portugueses están llamados a votar mañana en el referéndum para despenalizar el aborto en las diez primeras semanas de embarazo. Ayer acabó la campaña y todos los sondeos adelantan la victoria del “sí”, aunque el “no” sigue ganando terreno y no hay garantías de que la participación vaya a superar el 50 por ciento.
En 1998, con unos sondeos similares, el “no” acabó imponiéndose con una participación del 31 por ciento, lo que perpetuó el aborto clandestino y casero, los juicios a mujeres y profesionales y el turismo abortivo a Badajoz. El secretario general del Partido Socialista y primer ministro, José Sócrates, acompañado por ocho ministros, cerró el jueves por la noche su participación en la campaña con el mismo discurso pragmático y moderado con que la inició. “La elección es entre cambio y modernidad o conservadurismo –dijo Sócrates–. Se trata de saber si Portugal se resigna a quedarse en el grupo de países más conservadores o abraza la modernidad, alterando su ley penal, y se une a los países más desarrollados”.
Sócrates quiso desactivar con ironía las últimas propuestas salomónicas de los defensores del no, favorables a la suspensión de los juicios a las mujeres que practican abortos y de mantener a la vez el acto como un delito. “Han aparecido en los últimos días soluciones creativas, pero son medias tintas: la única manera de cambiar las cosas es votar sí”.
A 48 horas de la votación, el gran temor de muchos partidarios del “sí” es que la abstención y el poder movilizador de la Iglesia católica acaben pulverizando las previsiones favorables de los sondeos, como ya pasó en 1998. “No son los sondeos los que cambian el país –dijo Sócrates–. Sólo el voto de los portugueses puede cambiarlo, y el domingo el que va a legislar es el pueblo y no los diputados. Es el momento de que el pueblo hable”.
Los movimientos favorables a la despenalización trataron de hablar de derechos y libertad para evitar entrar en el enfrentamiento científico, moral y religioso planteado como estrategia por los defensores del “no”. Con el cardenal de Lisboa y los obispos como cabezas pensantes, pero también con muchos apoyos de gente considerada liberal, el ideario de la sofisticada campaña pro-vida mezcló argumentos biológicos y advertencias apocalípticas con grandes dosis de truculencia multimedia: apelaciones a no “asesinar” al feto “indefenso”, videos y audios de embriones de diez semanas, repartos de muñecos de plástico que reproducen fetos de seis meses, carteles con fotos de mujeres en avanzado estado de gestación.
Según los defensores de continuar penalizando el aborto, la reforma legal es en realidad una “liberalización salvaje y completa”. Ribeiro e Castro, el líder del ultraderechista CDS/PP, único partido que tomó posición oficial por el “no”, anunció que el fenómeno del aborto alcanzará “cifras de horror como las españolas”.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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