Sábado, 14 de abril de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › INSOLITO EPISODIO QUE TUVO SEIS HORAS EN VILO A LA POLICIA
El operativo fue en Flores Sur. Una familia dijo haber sido atacada, pero los captores no aparecieron. Las dudas y las hipótesis.
Por Cristian Alarcón
La más extraña toma de rehenes ocurrió antenoche en el barrio Rivadavia, en Bonorino al 1800. La policía entró en el departamento lanzando gases lacrimógenos y se encontró con que los hombres que supuestamente habrían mantenido encerrada a toda una familia durante seis horas no existían. O se habían evaporado. Los propios investigadores, desconfiados de la versión que contaron los aparentes cautivos, dejaron claro en el expediente que consideran “imposible que una o más personas hayan podido huir del lugar sin ser vistos”, debido a la “magnitud” del operativo. Ayer, en un recorrido por el barrio, las opiniones de los líderes comunitarios desmentían la existencia de la toma de rehenes. “Se trató de una manera de ocultar que se estaba intentando tomar otra cosa, los departamentos aún no entregados que están sobre la avenida Bonorino”, le dijo un delegado a Página/12. “En realidad, fue un problema por una deuda relacionada con el tráfico de drogas”, dijo una segunda líder. Ambas versiones fueron ratificadas por otras fuentes del barrio. Anoche, en la fiscalía que investiga el caso, preferían no arriesgar hipótesis, pero miraban con suspicacia las declaraciones de los protagonistas del caso.
La historia que mantuvo la tensión en el Bajo Flores comenzó a las 21 con la denuncia que hizo Víctor, esposo de Gabriela (23), una de las personas que pasaron seis horas bajo supuesta custodia de tres ladrones “que hablaban como peruanos”, según declaró el dueño de la casa en la causa. Víctor, en el mismo expediente, dijo que uno de sus familiares había cobrado una “importante suma” de dinero. Luego, se sabría, eran 25 mil pesos, aunque nunca se aclaró la procedencia de esa plata. Víctor le contó a la policía que llegó en una camioneta Peugeot y estacionó en la playa de los departamentos. Subió por las escaleras hasta el tercer piso. Tocó el timbre. Nadie le respondió. Llamó por teléfono. Nadie contestó. “Entonces miró por el agujerito de la llave y vio que algo raro pasaba”, contó una fuente policial. “Estaba lleno de extraños que los tenían de rehenes”, fue la versión del joven en su testimonio.
Víctor dice que entonces salió a pedir ayuda. En el camino, desde la calle, sacado, les gritó a los supuestos ladrones que había en el departamento y a los que, en sus dichos, podía distinguir a través de una ventana: “¡Vení, puto! ¡Dejá a mi familia!”. Pero fue cuando se le cruzó un personaje venido de la villa 1.11.14 conocido como “El Pelado”, quien sacó una ametralladora con la que primero lo apuntó –aunque tuvo tiempo para decirle “no te voy a matar”– y luego disparó hacia el departamento tres veces. Acto seguido aseguró no saber por qué lo buscaban a él o a sus parientes, no tener problemas con nadie, ser un vecino ejemplar. Su suegro, don José Sequeira, un argentino de oficio panadero y 54 años, y su suegra, María, también declararon e intentaron explicar el caso. José dice que estaba tomando mate cuando se le abalanzaron tres hombres fornidos, los tres con bigotes “chiquitos”, “muy morochos”, que “hablaban como peruanos”.
El relato de José abunda en detalles sobre lo “mal” que lo pasó. Contó que le apuntaron con un arma en la boca, la cabeza y la oreja. Que lo ataron con una sábana. Que lo pusieron de costado en la cama, y aun así, en esa posición, logró ver cuando su yerno, al parecer el motivo del conflicto, le avisaba lo que estaba ocurriendo a la policía. “¿Dónde está la plata? ¿Cuándo llega tu yerno?”, dice que le preguntaban. Lo cierto es que cuando después de que el negociador policial se cansó de intentar un diálogo con los mentados ladrones y la familia dejó el departamento aclarando que “nosotros somos los rehenes”, nada se encontró en el lugar. Tampoco vieron a los ladrones los vecinos de la zona.
Para terminar de complicar la situación, al mismo tiempo que el GEOF armaba los tres cordones de seguridad alrededor del departamento con los supuestos rehenes, a menos de una cuadra de allí, frente a la avenida Bonorino, se desplegó otro operativo policial, esta vez recomendado por los directivos del Instituto de la Vivienda de la Ciudad, IVC, alertados por varios delegados barriales. “Aunque se comenta hace una semana –le dijo a Página/12 uno de los referentes de la villa–, supimos con seguridad que los que intrusarían los departamentos venían organizados de otros barrios por punteros que pelean por beneficio propio. Acá desde las ocho de la noche que había gente armada de otros lugares “como Lugano y la villa 31.”
Tres fuentes confirmaron los movimientos alrededor del barrio nuevo, aún no entregado a los adjudicatarios. “Un grupo traído de Laferrere me vino a mí a preguntar qué hacer, pero los desalenté”, dijo un delegado con 30 años en el Rivadavia I. Una fuente del IVC que estuvo presente en el Bajo Flores durante la toma de rehenes lo confirmó: “Anoche se reforzó la vigilancia del lugar. Nos llamaron por un alerta, pero de ahí a que se concrete es otra cosa. Creemos que se debe al estado beligerante en el que vive la gente”, dijo el funcionario. Las dos tomas que no fueron –la de rehenes y la de los departamentos– pintan esa “beligerancia”.
La versión más contundente habla de una deuda de alguien del edificio con una conocida “patrona” de la marihuana. “Deben 23 mil pesos de un cargamento. Pretendían simular un robo, pero no esperaban tanto lío y tanta cana”, explicó un testigo privilegiado de la trama.
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