SOCIEDAD › CRONICA DEL ACTO POR LA PAZ EN UNA ESCUELA DE BUENOS AIRES

“Hay que poder compartir el miedo”

 Por Horacio Cecchi

Algunos miraban sorprendidos. Otros saludaban con bocinazos. Se escuchó algún aplauso desde los balcones. El espectáculo no era habitual. Tampoco el día: ayer, como parte de la jornada por la paz y contra la violencia, 45 chicas y 40 chicos, todos alumnos de la Escuela 17ª Luis José Chorroarín, tomados de la mano, abrazaron la manzana de la escuela, ubicada en Carlos Calvo y Catamarca. En la larga fila, entre manos y risitas, se intercalaban maestras, padres, autoridades, el propio secretario de Educación porteño, Daniel Filmus. Después, en conversación con los chicos, flotó en el aire la vedette de sus fantasmas. “Les tengo miedo a los secuestros –sintetizó Pedro, de 7º grado–. El problema es que no se le puede pedir ayuda a la policía”.
La escuela está ubicada en el barrio San Cristóbal. Como temática habitual, en clase trabajan sobre “los valores”: la dignidad, la libertad, los derechos. Pero, desde hace un tiempo, la inseguridad se volvió un tema cotidiano casi por la fuerza: es el comentario que traen los chicos desde sus casas. Por eso, dentro de las aulas los docentes trabajaron con temas como la no violencia, los miedos, la paz. “Lo que está pasando es que los chicos tienen miedo –explicó Filmus a Página/12–. Y lo que se trata es de que lo puedan compartir. Cuando lo hacen, es notable como la angustia baja sus decibeles.”
A la misma hora que en todas las escuelas se aplaudía y se leía un mismo texto, la participación de la Chorroarín en la jornada por la paz tuvo un carácter particular: un abrazo de alumnos, padres y docentes, alrededor de la manzana de la escuela, como símbolo de paz. En el trayecto, se escucharon risitas, cantos, hasta un susurro en tono picaresco: “¿Seño? ¿Podemos hacer rinraje? Total hay muchos chicos y no se sabe quién fue”. No hubo rinraje, sino himno. Antes, en el salón de actos del primer piso, cuando las bocinas y cacerolas anunciaban las dos de la tarde. A esa hora, Susana Bührer, su directora, pronunció un discurso. “Hay veces en que el pensamiento pacífico ha logrado más que muchas guerras”, dijo. Coincidió Filmus: “La paz no es sólo ausencia de guerra. Y hay muchas formas que no son la guerra y sin embargo son violentas. La discriminación, por ejemplo. Algo hemos hecho mal los grandes, para que el mundo que ustedes viven sea como es”.
Los chicos, por su lado, ofrecieron su interpretación de la realidad: “Yo tengo miedo de que me pase algo, de no volver a mi casa”, dijo Pedro, preanunciando el acento puesto en los secuestros. “Y no te salvás por estar acompañado”, agregó Laura, también de 7º. “Antes secuestraban a los que tenían plata, pero ahora también a los que no tienen”, aseguró Pedro. “A mí no me dejan salir sola”, dijo Elizabeth, compañera de Laura. “El problema es que no se puede pedir ayuda a la policía”, sentenció Pedro.
Por la tarde, algunos se dedicaron a escribir mensajes alusivos al día. La mayor parte vinculaba a la violencia con el hambre, la pobreza y la desocupación: “En el mundo hay mucha injusticia, chicos que no tienen para comer. Que algunos chicos no roben –escribió Alexis–. Que todas las personas puedan trabajar. Toda persona tiene derecho a tener un trabajo”.
“Queremos protección para los niños –dijo Ana María, de 5º B–, buena educación, poder ir a la escuela, tener hogar, comida, transporte para poder ir a la escuela, que nuestros padres tengan trabajo, nosotros cuidados, comida y, lo más importante, una familia”.
“Me gustaría que la paz fuera tranquila”, confesó sus deseos alguien, con la brutal ironía que usualmente despliega la inocencia.

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La gente sacó a relucir campanas y cacerolas para hacer ruido. Otros optaron por participar desde la ventana, a puro aplauso.
 
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