SOCIEDAD › PIDIERON LA CAPTURA DE UN PRODUCTOR DE MAURO VIALE

A la fuerza ante la Justicia

 Por Horacio Cecchi

La tangente mediática que parece haber adoptado el caso Echarri ayer tuvo como colofón el pedido de captura de un productor televisivo de Mauro Viale, señalado por uno de los detenidos como quien le proveyó el celular de Pablo Echarri para entablar las negociaciones por el rescate. Como anticipó ayer Página/12, el juez Corazza había mantenido en reserva el pedido de detención del productor, a partir del llamado de su abogado defensor, quien aseguró que se presentaría ante el juez en las “próximas horas”. Pero las próximas horas pasaron, el productor no se presentó y Corazza ordenó su captura y su paso a la condición de prófugo tras el allanamiento de su vivienda porteña, donde no fue hallado. Por la mañana, el mismo juzgado fue testigo del poder de los fans cuando Pablo Echarri se presentó a declarar. A la salida del galán se desató una batalla campal entre movileros y fans, con rodadas, gritos, insultos y demás.
El productor, de nombre Martín, de 20 años, e hijo del contador de Mauro Viale, había sido señalado por Germán Ferrand Luna, uno de los primeros detenidos por el secuestro de Antonio Echarri. Ferrand pidió el fin de semana pasado ampliar su declaración indagatoria. El juez federal Manuel Blanco lo escuchó. Ferrand sostuvo que el teléfono celular de Pablo Echarri se lo había proporcionado el productor televisivo. Al parecer, Martín no lo tenía y lo pidió a una compañera. Según allegados al Canal 9, el joven habría entregado el teléfono cebado con la promesa de obtener una primicia periodística: ser el primero en llegar al lugar donde tenían secuestrado a Echarri. Pero no sólo no llegó primero, sino que antes detuvieron a su fuente, involucrada en el pago del rescate y acusada de formar parte de la banda de secuestradores. Ese teléfono, con algún dato más, fue hallado durante el allanamiento a la casa de Ferrand, escrito en un papel oculto en el medidor de luz, que luego fue reconocido por el detenido.
El pedido del teléfono al productor se inscribe dentro de la estrategia del propio Ferrand de mostrarse ajeno al secuestro y sólo responsable de una estafa o extorsión. Pero esa estrategia se choca con las numerosas pruebas colectadas, que no sólo involucran a Ferrand sino al resto de los detenidos.
Ayer, alrededor de las ocho de la noche, después de aguardar más de un día la presentación del productor, el juez Corazza sacó del cajón la citación y la transformó en pedido de captura. Uniformados de la Bonaerense allanaron su vivienda en el barrio de San Cristóbal, en su búsqueda, pero no lo hallaron. El joven productor pasó entonces a ser considerado prófugo.
Durante la mañana, Pablo Echarri concurrió al juzgado platense citado para testimoniar. Su ingreso se produjo poco antes de las 9. Durante casi cuatro horas (se retiró a las 12.45) el actor relató al juez todo lo que había escuchado, hablado y ocurrido dentro de la casa de su padre, en Villa Dominico. Es posible que los datos que volcó hayan conmocionado a la causa, pero lo que es totalmente cierto es que la conmoción se produjo a su salida. Un ejército de fans lo aguardaba desde temprano. Habían llegado a introducirse en el edificio de los Tribunales Federales, superando la guardia de seguridad habitual y sólo fueron desalojadas cuando intervino la policía. Pero esperaron, a pie firme, en la puerta de ingreso. El grupo de fans fue reforzado por colegialas que escaparon de sus clases.
Y al salir Echarri se desató la batalla campal. Por un lado, un ejército de movileros, el poder de base de la información urgente. Por el otro, el poder del mito y de la imagen traducido en desaforadas y desaforados al grito de “¡Pablo! ¡Pablo!”. Echarri logró, en principio, afirmar que “conté las cosas que se dieron dentro de la casa. Fue una declaración testimonial, nada más”. No pudo seguir. “Basta, chicos, basta, dejensé de joder..., tranquilos”, intentó calmar el actor. Curiosamente, quien era perseguido para escuchar su voz, jamás fue escuchado. La batalla campal y la rodada de una embarazada del ejército de fans que se llevó puestos avarios movileros desató la furia: “¡Pará, carajo, qué pasa!”, gritó Echarri para ser oído. Sólo su retirada desató el silencio.

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