Martes, 12 de octubre de 2010 | Hoy
Identidad. Al momento de regresar a la superficie, los mineros deberán registrarse de nuevo como personas vivas. Porque “el día del derrumbe el Ministerio Público emitió una orden por presunta desgracia por las 33 personas”, explicó el prefecto Luis Mardones, de la Policía de Investigaciones. Al regresar de la mina “para poder cerrar esta investigación se los va a identificar mediante huellas”. Los trabajadores sólo dejarán de constar como desaparecidos si se confirma que son quienes se presume que son. “Hay que certificar científicamente que las 33 personas que están en el fondo de la mina son las 33 personas que nosotros tenemos registradas.”
Día y noche. El éxito del rescate no dependerá de que la operación se inicie de día o de noche, aseguró el ministro de Minería, Laurence Golborne. Es indistinto, explicó, “porque las tareas seguramente durarán dos días y dos noches”. Hoy se hará una prueba con un rescatista dentro de la jaula, especialmente diseñada para el traslado de seres humanos.
Las mujeres. En el campamento Esperanza, madres, esposas, novias y hermanas son asistidas por una misionera de la Iglesia Evangélica de La Matanza, Pabla González. Tras haber colaborado con las víctimas del terremoto y el tsunami que asolaron Chile en febrero de este año, González se dirigió a la zona para enseñar a esas mujeres “a tener calma y a saber que Dios es el único que provee la paz interior”. “Parecen alegres, pero no... aunque saben que tienen que estar fuertes acá afuera porque sus hombres saldrán como si fueran unos niños, muy sensibles a todo.”
Lo que vendrá. Desde el día en que los 33 mineros quedaron atrapados en la mina, otros siete trabajadores resultaron muertos “por falta de seguridad laboral en las minas”, denunció el titular de la Federación Minera de Chile, Agustín Latorre. “A los trabajadores nos embarga un sentimiento de alegría porque nuestros compañeros volverán a la vida, pero uno de pena por lo que se viene”, alertó, en referencia a la presión que el mercado ejerce sobre la actividad cotidiana en las minas. “Cada vez que sube el precio del cobre, aumenta la presión extractiva sobre la mina y aumentan las muertes.”
Onda. “Los mineros subterráneos tienen un humor especial”, aseguró Alejandro Pino, miembro del equipo de rescate de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS). Ese ánimo les permitió llevar la espera con entereza. Una vez, al disponer los elementos de las videoconferencias para tomarles un retrato, recordó, “vi que uno de ellos se había puesto una peluca y todos estaban haciendo gestos”. Todos “están intelectualmente íntegros, no demuestran confusión en el lenguaje, tienen una gran fe en Dios y un gran reconocimiento a los rescatistas y al gobierno”. Más que ansiosos, “están muy simpáticos. Por su oficio, están acostumbrados a estar bajo tierra, si sufrieran claustrofobia no serían mineros”.
Riesgos. “Siempre hay riesgo al transportar personas en un sistema vertical”, advirtió el ingeniero jefe del rescate, André Sougarret. “El riesgo tiene que ver con el transporte de personas, con la caída de rocas y que alguna de las cápsulas se atasque. Pero tenemos mecanismos para desatorarlas.”
Líderes. Dos experimentados mineros que actuaron como líderes, un ex futbolista y un improvisado presentador televisivo son las figuras más emblemáticas del grupo. Luiz Urzúa, de 54 años, es el topógrafo que se desenvolvía como jefe de turno cuando ocurrió el derrumbe; fue el primero en hablar con las autoridades. El conductor Mario Gómez, de 63, siguió los pasos de su padre minero a los 12 años; de él, sus compañeros dijeron que “es como un padre que cuida a sus hijos”. El ex futbolista Franklin Lobos, de 53, trabajaba para la minera San Esteban hacía sólo tres meses; cuando sucedió el derrumbe, iba a buscar a los operarios para llevarlos al almuerzo. El electricista Mario Sepúlveda, de 38, ofició de presentador en la mayoría de los videos que se dieron a conocer.
El plan. Los 33 hombres serán izados en la cápsula dotada con oxígeno, equipo de comunicación y arneses de alta tecnología que miden los signos vitales; vestirán ropa de material especial, guantes, agua y gafas oscuras para que no sufran daños oculares tras tanto tiempo en la oscuridad. Todos recibirán atención médica inmediata en cuanto salgan. Tras el chequeo, podrán reunirse con dos o tres familiares en módulos especiales. El último paso será su viaje en helicóptero militar hasta el hospital de Copiapó.
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