SOCIEDAD › LA HISTORIA DE LESIA PALIUK

Una vida de nuevo

 Por Mariana Carbajal

Lesia Paliuk llegó a la Argentina el 13 de diciembre de 1995. Emigró al país con su pareja de entonces junto con otro matrimonio y el hijo de 21 años de una familia amiga, que les pidió que lo trajeran porque ellos no podían viajar. Al principio, el hijo de Lesia quedó en Ucrania al cuidado de una abuela. Recién dos años y medio más tarde Lesia pudo ir a buscarlo y volver a abrazarlo. “En el Consulado argentino en Kiev elegían a gente con estudios universitarios para recibir como inmigrantes. Nos dijeron que íbamos a encontrar rápido trabajo, nos dieron varias direcciones de hoteles, pero teníamos muy poca información. Se suponía que a partir de un convenio firmado entre ambos países, nos tenían que facilitar la reválida de títulos y el aprendizaje del castellano, entre otras cosas. Pero no existió nada de eso”, cuenta y muestra una copia del convenio, que muchos años después pudo conseguir en Cancillería. “Ninguno de nosotros podía reclamar nada porque no sabíamos cuáles eran nuestros derechos.” En Ezeiza, recuerda, una señora armenia los fue a buscar. Después supo Lesia que se dedicaba a llevar a inmigrantes ucranianos desde el aeropuerto hasta un hotel ubicado en Sarmiento al 1100, a metros del Obelisco, a cambio de techo en ese mismo lugar. “El hotel era de terror, nunca había visto nada así, teníamos baño y cocina compartido. En una sola habitación vivíamos cinco personas. Pagamos 300 dólares por mes. Yo en Ucrania tenía mi casa, un trabajo prestigioso, aunque en los últimos años habían sido difíciles por la inflación”, dice. Los ojos se le humedecen. Los recuerdos son duros. Se seca las lágrimas y se le corre el rimmel negro, que le enmarca y resalta sus bellos ojos.

La nueva vida en suelo argentino no fue fácil para la mayoría: “Se quebraron muchas familias. Las mujeres se adaptaron más rápido, resultaron más fuertes. Para los hombres fue difícil estudiar el idioma. Se deprimían, abandonaban sus familias o las mujeres los dejaban a ellos porque sentían que estaban saliendo adelante y ellos eran otro peso”, describe Lesia, con tristeza. Su pareja era ingeniero civil en Ucrania. “Acá empezó como albañil”, cuenta ella. Su esposo empezó a tomar mucho alcohol. “Viví situaciones de violencia”, dice. Se separaron en 2002, a poco de empezar a vivir en una de las viviendas de la parroquia. “Muchos varones no soportaron no ser sostén de su familia. Las mujeres somos las que llevamos el peso más difícil por la responsabilidad de tener los hijos”, señala, ya recompuesta.

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