SOCIEDAD
Incógnitas sobre el futuro de la Estación Espacial
La tragedia del Columbia plantea un dilema sobre el mantenimiento de la ISS, que necesita de los transbordadores para su desarrollo. El reemplazo de la tripulación queda a cargo de naves rusas.
La tragedia del Columbia representa mucho más que una jornada de duelo para los norteamericanos: con la desintegración del transbordador en pleno descenso se abre un interrogante sobre el futuro de la Estación Espacial Internacional (ISS), que depende en gran medida de las naves estadounidenses. El dilema no solo involucra a la NASA sino a sus socios en ese emprendimiento estratégico –rusos, europeos e israelíes– y su consecuencia inmediata, en el mejor de los casos, será un retraso del programa en por lo menos un año.
Por lo pronto, las autoridades espaciales estadounidenses ratificaron que los tres transbordadores que siguen en servicio –el Discovery, el Atlantis y el Endeavour– seguirán volando hacia el espacio, pero antes de reanudarse las expediciones, deberán conocerse las causas del accidente, para lo cual se trabajará en forma acelerada, según prometieron. Tras el desastre del Challenger, hace exactamente 17 años, los vuelos de los transbordadores fueron suspendidos por dos años.
La pausa, aunque fuera menor, tendría severas consecuencias para la ISS: los futuros vuelos a la estación recaerán, por ahora, en la navegación espacial rusa, debilitada por la falta de presupuesto. El riesgo no alcanza a los tres astronautas que se encuentran desde noviembre a bordo de la estación espacial. Ken Bowersox, Don Pettit y Nikolai Budarin, que deberían retornar a la Tierra en marzo, cuentan con provisiones como para quedar en órbita sin problemas hasta junio. Si no llegaran víveres antes de ese mes, pueden retornar a la Tierra en cualquier momento, utilizando la cápsula rusa Soyuz acoplada a la ISS.
El problema es que los rusos sólo cuentan con dos naves Soyus-TM, aptas para misiones tripuladas y con solo tres plazas en su haber, además de tres naves de carga Progress. Las dificultades financieras obligaron a los rusos a alquilar lugares en los vuelos a “turistas espaciales”, recurso al que ahora no podrán apelar ya que la prioridad es reemplazar a la tripulaciones de la ISS.
No está claro, además, si las pequeñas cápsulas rusas pueden transportar suficientes alimentos y otros suministros como para asegurar la vida en la ISS por largos períodos. Lo que es seguro es que no se podrá seguir ampliando la estación exclusivamente con vuelos de naves rusas: las piezas más grandes de los módulos que componen la ISS orbital sólo entran en los transbordadores norteamericanos.
Tampoco la NASA cuenta con alternativas para los transbordadores, a pesar de que procura desde hace años desarrollar un modelo más moderno. Varios proyectos en este sentido tuvieron que ser archivados por la falta de financiamiento. Se trató de modernizar a los transbordadores pero a pesar de estos “liftings”, se produjeron numerosas fallas que retrasaron los vuelos, como las fisuras descubiertas el año pasado en los tubos de conducción de combustible.
La NASA trató de dejar en claro que el accidente no significa el fin de los transbordadores. El director del programa, Ron Dittermore, dejó sin embargo abierta la pregunta sobre las posibilidades de desarrollo de la ISS con una nave menos. Es que la construcción de un nuevo transbordador está virtualmente descartada: la NASA apunta hacia “la próxima generación” de naves espaciales, según precisó el director del organismo, Sean O’Keefe.
Los expertos, por lo pronto, no descartan el peor escenario: traer de vuelta a la actual tripulación en la ISS y volar a la estación durante un tiempo solo con naves no tripuladas. “Sin embargo, sin astronautas que trabajen permanentemente en el espacio, existe la amenaza de perder la capacidad para manejar una estación tan grande”, admitió Serguei Gurbunov, vocero de la agencia espacial rusa Rosaviakosmos.