Sábado, 10 de diciembre de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › LA ADVERTENCIA DE UN ESPECIALISTA SOBRE EL TRATAMIENTO INFORMATIVO
Por Pedro Lipcovich
”Lo que más preocupa de este crimen es que su tratamiento por los medios pueda sustentar, en el imaginario social, la idea de que debemos protegernos, no ya sólo de los adolescentes, sino también de los niños ‘criminales’”, advirtió el psicoanalista Juan Carlos Volnovich, en relación con el múltiple crimen de Mendoza. También advirtió contra el error de vincular ligeramente el acto homicida con el hecho de que el niño fuese adoptado. Volnovich recordó un caso, célebre en la historia del psicoanálisis argentino, en el que un chico de cuatro años, al matar a su primito en la cuna, había actuado, inconscientemente, la rivalidad entre su padre y su tío, padre del bebé asesinado.
“Por supuesto, no tiene nada de imposible que un pibe de 14 años o de diez o todavía más chico cometa un crimen, por ejemplo un matricidio –empezó por advertir Volnovich–. La bibliografía psicoanalítica incluye casos de este orden; incluso una de las primeras psicoanalistas de niños, Hermine Hug-Hellmuth, fue asesinada por un sobrino, a quien trataba en psicoterapia.”
“Un caso destacable fue presentado por la célebre psicoanalista de niños Arminda Aberastury, en un trabajo llamado ‘La inclusión de los padres en el cuadro de la situación analítica’, publicado hace más de cincuenta años en la Revista Argentina de Psicoanálisis –continuó Volnovich–. Se trataba de un chiquito de cuatro años que había asesinado a su primito, un bebé, en la cunita. Aberastury tuvo una primera entrevista conjunta con el chico y su padre: mientras ella permanecía en silencio, el chico tomó, de la caja de juegos que había en el consultorio, una pelota; se la pasó al padre y el padre se la devolvió al chico, que a su vez se la tiró al padre, el padre al chico... y Arminda enunció una interpretación inteligentísima: ‘Ustedes se están pasando la pelota’.”
“Con el curso de las entrevistas, Aberastury reconstruyó la historia y entendió que se trataba de un crimen inducido por los padres. En especial el padre tenía una profunda rivalidad con su hermano, padre del bebito. Y su hijo había actuado bajo el mandato inconsciente de matar al bebé. El ejemplo muestra cómo, en estos crímenes efectuados por niños, se evapora el límite entre víctima y victimario: el chico es el victimario pero, a la vez, es producto de una estructura familiar que de algún modo lo generó así; y puede actuar en cumplimiento de mandatos a veces inconscientes.”
“Un crimen ejecutado por un niño también puede obedecer a razones de orden psiquiátrico, por ejemplo si se trata de un acto paranoico –agregó Volnovich–, y también, claro está, puede incidir el contexto social.”
“Pero lo que más debe preocuparnos –subrayó el psicoanalista– es que el tratamiento comunicacional de este crimen pueda contribuir a generar, en el imaginario social, la idea de que ya no sólo debemos cuidarnos de los jóvenes, esos adolescentes drogadictos, desempleados y villeros, sino también de los niños, ahora capaces de tanta maldad. Se genera así un clima que convalida la aplicación de leyes que satanizan a los niños. Es claro que los niños no son inocentes, y Freud fue el primero en aceptarlo así. Pero otra cosa es sustentar medidas represivas contra niños a partir del espanto fascinado por la figura del ‘niño asesino’.”
“Del mismo modo –finalizó–, detenerse en el dato de que el chico fuese adoptado no haría más que trasladar el espanto a las familias con niños adoptados: ‘Cría cuervos...’; mejor no criar a esos hijos de vaya a saber qué madres, tan ingratos. El ejemplo de Aberastury muestra que el hecho de que un chico lleve a cabo un acto criminal depende de razones de las que quizá su familia actual no pueda desligarse.”
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