Martes, 5 de junio de 2012 | Hoy
Los anticuerpos son sustancias químicas que produce el organismo como reacción a la presencia de una molécula ajena, por ejemplo un virus. Son producidos por células llamadas linfocitos y permiten a otras células del sistema inmunitario reconocer a los invasores y destruirlos.
Pero los linfocitos no se reproducen fuera del organismo: ¿cómo hacer para producir anticuerpos en cantidades industriales? Este fue el problema que resolvió César Milstein: trabajando con ratones, logró fusionar linfocitos con células procedentes de tumores; la célula híbrida así lograda tenía, del linfocito, su capacidad de producir determinado anticuerpo; de la célula tumoral, su capacidad para reproducirse indefinidamente. Todas las células de esta progenie eran iguales entre sí: un solo clon. Por eso se llaman “anticuerpos monoclonales”.
Milstein desarrolló los anticuerpos monoclonales en Gran Bretaña, a donde había emigrado tras el golpe militar de 1962. Su descubrimiento le valió el Premio Nobel de Medicina, en 1984.
En los años que pasaron desde su creación, los anticuerpos monoclonales se “humanizaron”: por ingeniería genética, se logra que pierdan sus características de ratón –que a su vez generaban reacciones adversas en el organismo–, y se ha perfeccionado la técnica de su producción industrial.
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