SOCIEDAD › ACUSADA POR LA DEFENSA

Hora de chicana

 Por Carlos Rodríguez

“Yo estaría dispuesta a devolver la indemnización que me dieron si me devuelven la vida de mi hijo.” Sin perder la serenidad, Graciela Rosa Scavone, la madre de Walter Bulacio, respondió a una pregunta que le fue formulada por el defensor del comisario jubilado Miguel Angel Espósito. Con insistencia, el abogado Pablo Argibay Molina había interrogado a la mujer sobre los juicios civiles que ordenaron al Estado argentino abonar la indemnización por el daño provocado por la detención ilegal y la muerte del joven. Argibay Molina, que fue abogado de Alfredo Yabrán y de su familia, también indagó acerca de las posibles causas de la muerte de Walter. Por eso le preguntó si el chico tenía “dolores de cabeza” antes de ser detenido, dando a entender que su fallecimiento podría obedecer a alguna enfermedad congénita que hizo eclosión en la comisaría 35.

Al salir de la sede del Tribunal Oral 29, donde se desarrolla el juicio oral y público, Argibay Molina dijo ante los periodistas que Bulacio habría fallecido como consecuencia de un “aneurisma congénito” y descartó que haya sido golpeado en la comisaría, como afirma la querella. El abogado introdujo el tema de la muerte, cuando no es motivo de análisis en el proceso que se está realizando.

La querellante María del Carmen Verdú, cuando Argibay insistió sobre el tema, le recordó que sólo trataban la privación ilegal de la libertad y le dijo que el que había sido condenado por lo ocurrido con Bulacio era “el Estado argentino, que no está aquí sentado”. Aunque Verdú aludía en ese momento al tema de la indemnización que le fue impuesta al gobierno nacional, Argibay aprovechó para volver sobre la madre: “Si analizáramos la muerte, ella (por la madre) tendría que estar en el banquillo por descuidar a Walter”.

La intervención de Argibay Molina tenía que ver con la circunstancia, admitida y justificada por Scavone, de las razones por las cuales esperó el regreso de su hijo hasta la tarde del sábado 20 de abril, cuando se enteró recién de que había sido detenido la noche anterior. “No teníamos teléfono en ese momento”, señaló ante una pregunta, para justificar que ni Walter ni la Policía Federal le podían haber comunicado por esa vía rápida ninguna novedad. “Yo estaba tranquila, porque Walter me dijo que se iba a ir a trabajar directamente”, lo que significaba que volvería a su casa recién en horas de la tarde.

Argibay Molina, que alguna vez fue sancionado en el largo proceso de investigación del caso Bulacio por las “chicanas” judiciales que entorpecieron la causa, fue abucheado cuando ingresó al edificio del tribunal, en Paraguay al 1500. Allí se habían concentrado unas doscientas personas convocadas por Correpi. Los manifestantes marcharon desde la esquina de Callao y Paraguay hasta la puerta del edificio.

A la primera audiencia concurrió Tamara Bulacio, hermana de Walter, quien se manifestó “contenta porque se llegó al juicio después de tanto tiempo”, aunque insistió en que “no es suficiente que al comisario Espósito lo acusen sólo por la privación ilegal de la libertad”. Los presentes reflotaron una vieja consigna que se utilizó, durante años, en las marchas para pedir justicia en esta causa: “Yo sabía, yo sabía, que a Bulacio lo mató la policía”.

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