SOCIEDAD
Marcas de ayer y hoy
Por Serena Biancotti,
Sabrina Cañete Cooper, Lucía Dravenche y Sol Dreher, Micaela Pereyra *
Un tatuaje es la inserción de pigmentos de origen vegetal o mineral en la dermis. En la actualidad cada vez son más los adolescentes que se ven identificados con esta tendencia... ¿Rebeldía, gusto, capricho, moda? ¿Cuáles son las cosas que nos llevan a elegir pintarnos la piel de por vida?
Fue, desde tiempos muy remotos, una tradición entre los pueblos de la Polinesia. Los polinesios consideran que un cuerpo sin tatuar es un cuerpo estúpido. Los habitantes de las islas Marquesas tuvieron que padecer sesiones largas y dolorosas para tatuarse. Trabajaban con un objeto punzante y algo para golpear, perforaban así la piel, que se iba coloreando con la pintura en la que mojaban el instrumento.
La técnica del tatuaje apenas ha evolucionado en el curso de los siglos. En Occidente los tatuadores profesionales emplean máquinas de tatuar eléctricas desde 1891. Hoy, Gustavo Bayley, de 28 años, tatuador profesional que ha abierto un local en Barrio Norte, cuenta apasionado los misterios de su oficio. Para él, tatuar es un arte que asocia con otra forma de estética, una suerte de maquillaje o peinado que se torna definitivo. Es un dibujo en el cuerpo que produce un placer personal. Algo que convoca la mirada del otro.
Este profesional afirma que no hay un promedio de edad concreta para tatuarse. A su local concurren desde adolescentes hasta representantes de la generación de los 30 a los 50, o más. A los menores les exige una autorización de los padres y les explica el riesgo de lo definitivo cuando aún no se tiene el criterio suficiente.
Sin embargo, él mismo confiesa haberse tatuado de muy chico: “Soy quien soy hoy porque alguna vez me tatué a los 14 años”. Esas marcas son el recuerdo de aquella parte de él. Su cuerpo vale de muestra: ostenta dibujos que van de lo psicodélico a lo tribal y es difícil encontrarle un lugar de la piel que no haya sido escrito.
Socialmente, el tatuaje es algo aún no aceptado. Para Gustavo, todavía se identifica a las personas tatuadas con lo marginal. Para él, no hay peor agresión que la padecida por aquellos que se someten a distintos tipos de cirugía. Sin embargo, la hipocresía social dicta las leyes de lo estético y lo no estético.
Patricio González, de 16 años, nos cuenta el porqué de su elección de haberse tatuado tan joven. Dice que se tatuó un diseño hecho por él: un gnomo que simboliza aquello que puede aparecer y desaparecer de la realidad. No es para él un acto de rebeldía, sino la simple idea de tener un dibujo plasmado en su piel. Belén Gowland, 22 años, estudiante de Abogacía, nos cuenta que siempre tuvo ganas de tatuarse. Esperó hasta los 21 para hacerlo porque tenía miedo; miedo al dolor. Efectivamente, todavía recuerda lo doloroso que fue para ella. Invitó a su prima para que ambas llevaran en la piel la misma marca: una letra china que les gustó por el dibujo. Luego resultó significar paz.
Tatuaje y pertenencia
El psicoanálisis sostiene que los tatuajes cumplen una función social junto a otras prácticas como la circuncisión. El primer tatuaje tiene algo de rito iniciático, rito religioso que anuda una identificación. Una marca indeleble que enlaza un sujeto a un grupo de pertenencia. El tatuaje es una escritura en el cuerpo que cifra un texto a veces conocido y otras no. Es un llamado al otro. Es la letra que escribe la memoria.
En la elección deliberada del tatuaje como método de embellecimiento hay, como en la mayoría de las manifestaciones artísticas, una voluntad de pertenencia a un determinado grupo.
La psicoanalista Mónica Morales nos explica por qué está tan de moda entre los adolescentes esta tendencia a tatuarse. Según ella, la adolescencia es un tiempo de la vida donde la identidad está un poco desdibujada. “Aunque aparentemente se sepa lo que se quiere, los adolescentes padecen un cierto desconocimiento sobre sí mismos, sobre sus propias marcas de origen. Necesitan formar parte de grupos, de grupos de pertenencia. Esta moda puede ir cambiando porque la forma de hacerse inscripciones puede variar. El tatuaje es una de ellas. Es probable que este estilo de marcarse pase y que después surja otra manera distinta”, analiza.
–¿El significado del tatuaje cambia según el dibujo o forma todo parte de lo mismo?
–Para el psicoanálisis –dice Morales–, lo que importa es escribirse el cuerpo, el dibujo es lo de menos. Luego, si uno se pone a prestar atención al dibujo, si se habla sobre él, probablemente ese dibujo tenga que ver con ese sujeto, pero lo clave es haberse hecho la marca. Más allá del dibujo que la marca haga. Hay gente que se hace infinidad de tatuajes sin ningún significado aparente como si nunca terminaran de escribirse. En esta época donde hay un déficit de ciertas marcas constituyentes, en una sociedad que carece de cierto orden paterno, donde se desdibujan las pertenencias, los guías, la gente busca cómo agruparse, cómo ponerse nombre.
–¿Qué le aconsejaría como psicoanalista a un adolescente menor que se quiere tatuar?
–Le aconsejaría que busque otra manera de formar parte de un grupo, que no se haga una marca para toda la vida, que haga otras cosas menos definitivas como elegir colores de pelo o aros.
El tatuaje es una marca que se hace en el cuerpo para toda la vida, el que se la hace piensa que no se la va a sacar porque es una incisión, algo que se dibuja debajo de la propia piel. Tiene su origen en el adorno, una suerte de búsqueda estética que tenían los aborígenes para ornamentar su cuerpo.
Los marineros han creído desde tiempos inmemoriales en el poder de los tatuajes. Un ancla tatuada en el brazo impide que un hombre quede a la deriva si cae por la borda. El tatuaje cumpliría entonces la función de protector de enfermedades y catástrofes.
¿Estarán los adolescentes de hoy buscando un lugar donde anclar?
* Alumnas de 2º 2ª y 2º 4ª. Liceo Nº 1 José Figueroa Alcorta, de Barrio Norte.
Bibliografía: Los tatuajes. Adorno, belleza, exotismo. Selección y texto Vicente Muñoz, Editorial La Máscara, Valencia, España; Revista Viva (27/07/2003), “La memoria de los pueblos”, trabajo psicoanalítico de Mónica Morales.