EL PAíS › POR QUE EN SAN LUIS NADIE CREE QUE LA MUERTE DEL CONCEJAL OCHOA FUE UN ACCIDENTE
Una muerte en tierras del Adolfo
Una Land Rover se sale de la ruta y vuelca dando tumbos. El político opositor que la maneja muere, su acompañante sobrevive. ¿Un accidente? No para muchos puntanos, que piensan que en un feudo de los Rodríguez Saá no hay casualidades.
Por Alejandra Dandan
Desde San Luis
Honorable Concejo Deliberante, dice el clásico chapón de bronce pegado al edificio. Sobre un papel todavía está escrita parte de una historia más reciente: “Cerrado por duelo”. Desde hace una semana, el Concejo Deliberante está paralizado. Osvaldo Ochoa, presidente de los honorables concejeros, murió en la ruta cuando volvía de Merlo con su secretaria privada. El gobierno provincial a través de distintos voceros repitió una y otra vez que todo fue solo y únicamente un trágico accidente. Las voces de la oposición y sus propios familiares sostienen aún que no hubo un accidente sino un atentado siniestro. Ochoa era una figura clave para el proceso de autonomía que lleva adelante un grupo del peronismo disidente en la capital de San Luis. Su voto fue decisivo en ese proceso que se convirtió en un grano de pus para el esquema de hegemonía política controlado por los Rodríguez Saá. Aún nadie sabe si su muerte fue producto de un atentado real, pero para los peronistas históricos de la provincia el tema no es desconocido. Los tiros o las amenazas, dicen, son moneda corriente, parte del folklore con los que el peronismo de San Luis resuelve sus internas.
El accidente, la muerte repentina y sobre todo el contexto político de la provincia lograron montar esta semana un tendal de sospechas en paralelo con aquellas muertes.
San Luis tiene en este momento una oposición desarticulada y un oficialismo centralizado en la figura de dos hermanos: Alberto Rodríguez Saá en la dirección ejecutiva del gobierno y Adolfo en la representación simbólica. El carismático ex presidente volvió al Congreso convertido en diputado, es director del diario La República, el más difundido en la provincia y órgano oficial, y es el dueño e inspirador del adolfismo, la corriente oficialista del peronismo de San Luis.
El nombre Saá divide las aguas, en el terreno político y en las cuestiones más banales del accidente de Ochoa. Como si se tratara de una proclama política, la gente de San Luis no mide científicamente las pruebas periciales ni las necropsias. Teje sospechas y especulaciones de acuerdo a la lejanía o cercanía que el ex gremialista mantenía con los dueños de la provincia.
Ochoa, la muerte política
Ochoa era un ex adolfista devenido en uno de los opositores más conflictivos en los últimos meses. Padre de ocho hijos, amante sin reclamos, aficionado a los perfumes importados, dueño de 123 kilos de peso, de un puñado de agencias de quiniela, algunas cocherías, propiedades y un sueldo mensual de 2200 pesos como presidente del Concejo, Ochoa se fue convirtiendo en una de las figuras claves entre las fuerzas que pelean la autonomía de la capital provincial.
El 9 y el 23 de noviembre, San Luis capital tuvo dos elecciones de intendente que se convirtieron en pantomima. En la primera ganó un grupo de peronistas disidentes al adolfismo. En la segunda ganó la candidata del oficialismo. Como ninguno reconoce el triunfo del otro, la capital tiene dos intendentes: Daniel Pérsico, ingeniero del peronismo opositor, y María Angélica Torrontegui, del adolfismo.
Ochoa jugó un papel central en medio de esas dos elecciones. Como cabeza del Concejo Deliberante, dio el reconocimiento legal a la elección donde triunfaron los opositores. Daniel Pérsico asumió la jefatura comunal, título nunca reconocido por la provincia. Pérsico entró al municipio el 14 y en ese momento se puso en marcha una contraofensiva feroz. El gobierno cortó los fondos de coparticipación provincial en una avanzada que incluyó congelamiento de las cuentas de la municipalidad, presiones contra los beneficiarios de los planes sociales y contra empleados públicos. “Todas estas medidas son ilegales –explica el propio intendente–. En este momento no podemos pagar sueldos, estamos recaudando con los impuestos que la gente paga en el salón, estamos en déficit.”
Pérsico es uno de los que está convencido de que parte de las maniobras incluyen amenazas que pueden llegar hasta la fabricación de un accidente o a los tiros. En su casa, el 23 de noviembre a las cuatro y media de la mañana, su familia se despertó por la estampida de siete disparos: tres dieron contra la puerta y cuatro contra la única ventana.
El mismo día el gobierno provincial había conseguido una resolución del Supremo Tribunal de Justicia anulando las elecciones. De ese modo tenían vía libre para el nuevo llamado que terminó con la postulación y la victoria de Torrontegui, la segunda intendenta.
Cada uno de estos puntos está ahora bajo la mira de quienes instalaron las sospechas sobre el supuesto accidente. Son quienes repasan sus últimas horas y encuentros, quienes denunciaron la existencia de amenazas hasta ahora rumoreadas. Entre ellos están los hermanos Fernando y Omar Ochoa. También Daniel Sosa, concejal surgido el día de la elección de los disidentes: “Que nadie tenga dudas, Ochoa ha sido asesinado”. Sosa mencionó un encuentro con el gobernador Alberto Rodríguez Saá: “Ochoa discutió en duros términos con él días antes de la muerte, él mismo lo amenazó de muerte en su morada de El Durazno”.
El encuentro entre Ochoa y el gobernador fue el martes 13 de noviembre, un día antes de que Pérsico asumiera. Ni Sosa ni nadie tiene elementos que vinculen el accidente de Ochoa con aquellas amenazas. Sin embargo, este tipo de soluciones no son raras en la provincia: Sosa recuerda lo que llama caso testigo, el de Dora Adaro de Wanzo, militante opositora que murió en su casa atada con un cable en el cuello y una bolsa de nylon al estilo submarino en la cabeza. “El gobierno habló de un crimen pasional pero ella vivía aterrorizada, denunciando amenazas y persecuciones por parte de la policía de la provincia.”
Ochoa, la historia oficial
“¿A mí me preguntas quién era mi hermano?”, se sorprende Omar, uno de los dos hermanos del concejal, que estos días se convirtió en experto en pericias, autopsias y sobre todo teorías conspirativas. “Yo no sé qué pasó con mi hermano, lo que no puedo creer es cómo una persona de 123 kilos pudo salir disparado por una ventanilla de 60 centímetros por 36.” Omar y Fernando estimularon las sospechas. Dijeron primero que su cuerpo había sido atravesado por una bala y llevaron al juez un pedido para que se revisara por segunda vez la camioneta . Estaban convencidos de que los tiros existían, si no sobre el cuerpo contra la Land Rover. “Yo sé que fue un accidente –dice Fernando– pero un accidente que se lo provocaron.”
¿Qué hay de cierto y qué no en esas hipótesis? Según la historia oficial, el concejal Ochoa murió por un vuelco cuando volvía de Merlo en su camioneta a unos 120 kilómetros por hora. Los vidrios de la camioneta no estaban destruidos, tampoco estaba perforado el parabrisas y por el tipo de golpes, los peritos llegaron a la siguiente explicación: la camioneta comenzó a desplazarse de izquierda a derecha, salió de la carpeta asfáltica durante un momento, Ochoa intentó volver al camino pero no pudo porque el movimiento provocó que se destalonen las ruedas. Eso significa que como la Land Rover no tiene cámaras, a las ruedas se le salieron las gomas. Con las llantas desnudas, la camioneta comenzó a dar tumbos hasta que la misma la fuerza centrífuga del vuelco sacó su cuerpo expulsado por una luneta salvavidas ubicada en el techo.
“Sería un accidente más si no hubiera venido Ochoa en esa camioneta”, dice Samper Battini, jefe de la División Criminalística de San Luis, quien estuvo detrás del relevamiento accidentológico del auto y de la necropsia del cuerpo. Fue además quien repitió las últimas pruebas periciales sobre la camioneta por pedido de los hermanos Ochoa. “No digo que no vamos a estudiarlas –dijo el comisario a Página/12–, pero desde ya le advierto que a primera vista no son balas porque el impacto de un arma deja un dibujo con la forma de telaraña.”A su criterio, las marcas advertidas por los hermanos del concejal sobre el parabrisas son parte de una leyenda que estimula fantasmas donde hay sólo rebotes de piedras.
La primera necropsia descartó otra sospecha: la hipótesis de un disparo en el cuerpo de Ochoa. El informe fue publicado rápidamente en el diario La República: “La muerte de Julián Osvaldo Ochoa fue debido a sección medular a la altura de segunda tercera vértebra cervical”, decía. Además de enumerar la existencia de traumatismos craneoencefálico, insistía en rechazar cualquier sospecha sobre las balas: “La muerte fue instantánea, todas las lesiones descriptas son vitales, no existe elemento que nos haga pensar en la presencia de cuerpo extraño, verbigracia proyectil de arma de fuego”.