SOCIEDAD › AUTOMOVILISTAS RIGUROSAMENTE VIGILADOS

De cumplimientos y rebeldías

“¡Eh, recién salgo, hice cien metros nada más!”, protestaba un joven automovilista mientras acomodaba su camioneta junto al cordón de la vereda, en Independencia al 1500, donde un grupo de policías controlaba el cumplimiento del uso obligatorio del cinturón de seguridad. Mientras un agente labraba el acta de infracción, el muchacho insistía ante Página/12 con su argumento: “Creo que está bien, hay que usarlo. Yo siempre lo uso, nada más que recién salí, una cuadra atrás, y me lo estaba por poner”. Ayer, una franja negra cruzaba el pecho de miles de automovilistas, y no era por luto. Un alto porcentaje de conductores acató la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad, algunos con complacencia, otros a regañadientes. Quienes no lo usaron explicaron que era por “falta de costumbre”, “incomodidad” o porque simplemente no se lo querían poner. No obstante, la mayoría reconoce la importancia de su utilización.
“Insultos, un montón. Puteadas, mil... Pero ya estamos acostumbrados”, comentó un policía minutos después de labrar un acta de infracción. Fuentes de la División Seguridad Vial de la Policía Federal precisaron a este diario que para el operativo de ayer a la tarde dispusieron unos 90 efectivos: 40 pertenecían a ese cuerpo (5 de ellos, motociclistas), 15 a la Dirección de Transporte policial y otros 35 adicionales, habitualmente destinados a otras tareas.
Un taxista aseguró a este diario que en la calle “el tema de conversación del día fue el cinturón: a una señora bastante excedida de peso se lo tuve que poner yo”. Otro chofer recordó que “hubo un pasajero que tardó cinco cuadras en abrochárselo”. Y un tercero –mientras mostraba su camisa blanca manchada por la tierra del cinturón, pocas veces usado– dudaba: “Lo que no sé es si yo le tengo que decir al pasajero que se lo ponga o él sólo lo tiene que hacer...”.
La mayoría de los automovilistas aceptó que “es más seguro” viajar con el cinturón puesto. Pero desde el lanzamiento de la nueva disposición, los más molestos crearon varias hipótesis para demostrar que es un escollo. Uno arriesgó una muy particular: “Mirá, si viene un pibe y de un manotazo me afana algo de adentro del auto: yo voy a querer salir para correrlo. Y ahora, con el cinturón, voy a perder un montón de tiempo y el pibe se me va a escapar”.
Un conductor de una empresa de ómnibus opinó que “los choferes de micros no están acostumbrados a usarlo, pero lo van a tener que hacer”. Algunos aducen que “el problema es la comodidad”, otros replican que “lo que pasa es que uno no tiene la costumbre incorporada”. Quienes se negaron a usarlo dieron sus propias razones: “Es incómodo, así no puedo manejar”, adujo uno; “es al divino botón”, enfatizó otro; “el cinturón no es la garantía de que no voy a tener un accidente”, afirmó un tercero.
“Lamentablemente tuvo que surgir una medida de rigor para que se tome conciencia de esto”, afirmó Adriana Berra, una pasajera de taxis. “El problema –añadió– es que el tiempo de prueba debería ser más largo, porque un hábito no se crea de un día para el otro.”

Informe: Adrián Figueroa Díaz.

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