SOCIEDAD › TENDENCIAS EN PINAMAR
Promos, raves y tours a casas de famosos
Por A. D.
Desde Pinamar
Mientras en la línea del mar unos cuantos faroles se esfuerzan para extender las luces del día hasta la medianoche, mientras se reinventan las raves, las pantallas de plasma, la invasión de sponsors y los agradecimientos al “síndrome Montoya” (el cobrador de impuestos bonaerense) que ha detenido el flujo de turismo al exterior para regresarlo a estas playas, Jorge termina una de sus primeras y extenuantes semanas de entrenamiento en miniturismo: es su primera temporada de trabajo entre los productores del verano, su primer año de remisero. Y la primera vez que, plano en mano, va cargando pasajeros que gastan entre 7 y 20 pesos para recorrer las casas del staff político en Pinamar. Ricos y famosos de los ’90. Las casas que están, las que fueron historia y las que de a poco van cambiando de manos. Acaso como un signo de los tiempos que corren, Pinamar parece convertirse lentamente en una inmensa postal que resiste la agonía de una época.
La noticia se extendió hace unos días como chimento de verano: la casa de Duhalde, sí, la del barrio Golf, la de los extensos jardines, la que descansa sobre la boca del mar, la de sus accidentados paseos de pesca, la que formó parte de la colección de personajes de los ‘90, ya no está más. Es decir: está, pero ha cambiado de propietario: “Se vendió”, comenta un aggiornado vocero del color turístico local.
De momento, el jefe del PJ es el único exiliado conocido, pero los que llegan a estas costas aún no lo saben. El legendario caserón todavía forma parte del circuito 1 de miniturismo interno, una suerte de paseo de turismo aventura, pero renovado. Un nuevo rebusque inventado a exclusivo pedido de la demanda. Como la plétora de mirones que recorren los jardines esteños, los visitantes de Pinamar parecen ir convirtiendo a su gente y a sus costumbres en postales de identidad. “Las casas que más piden son la de Duhalde, Andreani, y ese hotel re-grosso que se estaba haciendo Yabrán”, detalla Hugo, el remisero, entusiasmado por la recorrida y los números. Con una vuelta completa más la espera puede ganarse entre 15 y 20 pesos. Pero si sólo acerca a los turistas hasta alguno de los jardines famosos, la ganancia se reduce a 7 pesos. “Ellos se bajan, conversan con los jardineros para que les cuenten las historias, se sacan fotos y recién después piden otro auto y se van.”
Los circuitos comienzan a pedirse entre la primera camada de turistas, los que ya están aquí. Y han comenzado a llegar antes de tiempo, un síntoma de recuperación advertido en otras localidades balnearias. “Este año todo empezó antes por el festival de cine”, explica Lucrecia Caparelli, jefa de prensa de la Municipalidad local. En Cariló, las reservas comenzaron cuando terminó la temporada pasada y desde el mes de septiembre los lugares están completos. Lo mismo sucede en el centro de la ciudad, donde la Asociación Inmobiliaria asegura que el 80 por ciento de las casas en alquiler ya está reservado para enero. El impacto de las construcciones actúa sobre el 20 por ciento restante: “Este año hay 800 propiedades nuevas. Y todavía no hay demanda para ese sector o la demanda no llegó”, sigue Caparelli.
El mentado boom de las construcciones marca cambios puertas adentro de la ciudad. “Los que alquilaban se hicieron sus casas y el que no se la hizo para él, la hizo para alquilar. Hoy la gente invierte más en ladrillos que en dólares. Hay más construcciones residenciales que casas para alquilar”, explican desde el municipio. Los caserones despuntan en el Golf y en las proyecciones del loteo de La Herradura, en las pampas aún vírgenes de la ciudad. Así, aunque suponen que estos datos son indicadores de una buena temporada, los cálculos están por debajo del desborde ocurrido en el año 2002. A un año de la gran crisis, aquel año Pinamar explotó: hubo derivaciones de turistas hacia General Madariaga y a localidades vecinas. Ahora creen que los visitantes no serán tantos, pero serán más que el año pasado, incluso durante febrero, el mes más difícil de la temporada. “¡Gracias a Santiago Montoya!”, se alegran por aquí. Suponen que el ideólogo de la campaña contra los morosos conseguirá detener en la frontera a quienes tenían pensado irse de vacaciones fuera del país, público de la clase pinamarense y dispuesto a irse de vacaciones en febrero. “Después de todo lo que está pasando, se van a quedar acá”, dice el vocero.
Con ellos o con los que se adelanten, Hugo tendrá más oportunidades de trabajo. Porque aún no explicó de qué se trata el circuito 2 de sus viajes, enclavado entre las losas radiantes de los Macri. El viaje abarca las propiedades de padre e hijo, organización, travesía y una durísima negociación con los porteros del barrio privado que los protege: “Si se te adelantó otro auto con una comitiva (de turistas) –explica–, los de seguridad no te dejan entrar al barrio. Tenés que hacer cola afuera y esperar hasta que se vayan”.
Fuera de las calles y de los circuitos, la línea del mar se parece aún a las viejas proyecciones en diapositivas: postales aisladas, fragmentadas, y la extraña sensación de ciudad recuperada, faraónica y ampulosa como lo era hasta antes de la crisis. Las poderosas marcas de empresas, productos y servicios volvieron a instalarse con banderas, concesiones de balnearios, promociones. Están todas, las viejas, las clásicas, los celulares, las cervezas, las marcas de tecnología, los fabricantes de la clase 4x4. Otra vez como si nada hubiese pasado. Speedy fusionó su balneario con las normas de CTI, video pantalla de plasma en la cubierta del parador de su playa donde no faltarán los tragos, la tele y las noches de tecno sudadas de rave. Fiestas miércoles y viernes. Un DJ por día tocando desde la caída del sol para el público after siesta. “Y si tenemos los reflectores en la playa, el día sigue durante toda la noche”, explica el chef de los vegetales asados asociado en el (obvio) restó de playa.
Mariana, de promociones, informa el resto: reposeras gratis de una marca de celular para todo el mundo, masajes, tatuajes y trencitas gratis en la playa de jueves a domingo. Los camastros y las reposeras se consiguen por propinas. Tres recitales al aire libre en el mes de enero: el 13 arranca La Ley y a fin de mes, Vicentico.
El show acaba de empezar.