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En un hecho histórico, antes del anuncio del casamiento real, la cámara de los comunes inició una investigación de las finanzas de la reina Isabel II y el príncipe Carlos, heredero de la corona británica. La Comisión Auditora de Finanzas del Parlamento tuvo su primer encuentro esta semana con los encargados de las finanzas reales. Uno de los diputados a cargo del interrogatorio no se anduvo con rodeos. “Las cuentas de la corona parecen un acto de magia contable”, dijo el laborista Gerry Steinberg.
La corona fue igualmente categórica en su respuesta. Amparándose en la ley vigente, que exime a la monarquía de un escrutinio minucioso de sus cuentas, los contadores reales respondieron con un contundente “no” al pedido de autorización para que abrieran sus registros contables a la inspección parlamentaria.
Por el momento, la investigación se ha concentrado en los ingresos del príncipe, conocido por su fastuosidad. En 2003 gastó más de un millón de dólares en invitaciones a cenas y otros eventos sociales. Carlos parece tener una irresistible inclinación por los arreglos florales, los vinos de buena cepa y los mejores menúes con ingredientes orgánicos.
Una de las fuentes más insaciables de gastos parece ser su compañera Camila Parker Bowles. Se calcula que la redecoración de Clarence House –que Carlos heredó de su abuela y que Camila usa de oficina– costó cerca de diez millones de dólares, que en parte financió el tesoro británico. A Camila nada le falta: tiene chofer, jardinero, asistentes y guardaespaldas.
Uno de los temas de fondo que tensa las relaciones entre el Parlamento y la corona son las exenciones impositivas que gozan tanto el príncipe como la reina Isabel II.