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“Los ‘alimentos funcionales’, que tanto se popularizaron en los últimos años, son aquellos a los que, mediante recursos tecnológicos, se les ha añadido determinado nutriente para mejorar una función del organismo: por ejemplo, las margarinas que contienen esteroles y sirven para disminuir el colesterol ‘malo’” –cuenta Lluis Serra Majem–: a diferencia de las margarinas comunes, cuyos aceites vegetales hidrogenados provocan el aumento del colesterol en el organismo, éstas lo disminuyen. Unos diez gramos diarios de esta margarina logran bajar hasta un diez por ciento del colesterol. De todos modos, hay que observar que el alimento funcional aísla en un alimento lo que en una alimentación equilibrada se obtiene de muchos, que así combinan y potencian sus efectos: la combinación de frutas, oliva, pan integral, pescado, frutos secos es un conjunto que no puede reproducirse en laboratorio.