SOCIEDAD › JOVENES DISEÑADORES QUE PREPARAN SUS PRODUCTOS PARA EXPORTAR
“Nos veníamos manejando como hippies”
Por Mariana Carbajal
Magdalena Boggiano diseña y fabrica lámparas; Fernando Poggio, objetos de aluminio con color; Ana Manghi, guardas de vidrio con distintas texturas. Por la originalidad de sus modelos, se han ganado un reconocimiento en el mundo de los jóvenes diseñadores locales pero, como tantos, están peleando para mantenerse a flote. En estos momentos están por lanzarse a buscar mercados internacionales. Pero antes han tenido que poner su producción a punto para la exportación y en esa tarea, nada sencilla, tuvieron que patentar sus modelos, cumplir con normas de calidad internacionales, hacer un packaging adecuado y ocuparse del papeleo aduanero. En una charla con Página/12, los tres aventureros contaron las peripecias de transitar el camino de monotributistas a exportadores.
El primer gran paso lo darán en pocas semanas. Entre el 30 de agosto y el 3 de setiembre participarán en la Feria Tendence, de Frankfurt, una de las más grandes exposiciones europeas de la industria –26 pisos, 5000 expositores y más de 100 mil visitantes–, donde compartirán un stand, el Nº 688, en el piso de diseño, muebles modernos y objetos refinados.
Están eufóricos. Orgullosos de sus diseños, esperan conseguir clientes extranjeros que los proyecten a otras tierras o que, al menos, les permita cubrir los costos de semejante movida: alrededor de 3000 dólares cada uno, entre el espacio en la feria, ajustes a sus productos, folletería, tarjetas y CDs con fotos de sus objetos para entregar a los potenciales compradores. “Familiares, conocidos y amigos que creen en mí me prestaron el dinero a cuenta de futuras ganancias”, confió Magdalena. Con 30 años, es la más joven de los tres. Sus lámparas son de polipropileno, de líneas simples y colores claros, y se venden en las casas de iluminación más exclusivas de Buenos Aires.
Los tres se conocieron en una kermesse organizada por la Galería Diseñadores del Bajo, donde Fernando tiene un local. Desde mayo, cuando recibieron una invitación para participar de Tendence, están corriendo para poder cumplir con todo lo que significa para un diseñador salir a exportar. En este camino, han recibido asesoramiento y asistencia técnica en la Fundación Exportar, y en el Centro de Ayuda a la Microempresa y el Centro Metropolitano de Diseño, dependientes de la Secretaría de Desarrollo Económico del gobierno porteño (ver aparte). “Hasta ahora nos habíamos manejado casi como hippies. Desde que confirmamos que íbamos a ir a la feria, tenemos un equipo que nos está ayudando”, contó Ana Manghi, de 35 años. Hace vitrofusión y fabrica una especie de azulejos de vidrio con incrustaciones de alambre y distintas texturas y colores, que forman guardas. Acá los vende como revestimiento de pisos, paredes, mesas de cemento a arquitectos y clientes particulares. Se hizo conocida a través de Casas FOA y su target es de un poder adquisitivo alto. Fernando tiene 34 y es considerado el “Señor Aluminio” por la originalidad de sus trabajos en ese material. Se especializó en crear piezas únicas como regalos empresariales, entre otros, agendas, portafolios para ejecutivos, portarretratos, juegos, tarjeteros, portapapeles y portalápices.
El rubro de Magdalena es, de los tres, el más complicado para exportar. “Cada país tiene su propia ficha eléctrica y un grosor de cable determinado. Por eso resolví llevar sólo las lámparas de colgar que no tienen enchufe. Pero tuve que certificar que cumplen con la norma internacional de calidad”, precisó. Magdalena se encontró con ese problema, pero tiene resuelto otro, el packaging, ya que sus pantallas se presentan desarmadas y plegadas dentro de un sobre translúcido. Ana, en cambio, está diseñando el envase de sus guardas contra reloj. “Acá lo que producís lo metés adentro de un auto y ya está, pero para exportar tenés que pensar cómo hacés para que el producto llegue sano y salvo del otro lado del océano.” Ana, además, tuvo que depurar su producto para patentarlo y así evitar que se lo pirateen. Los tres tuvieron que hacer un “curso acelerado” con despachantes de Aduana, contadores y especialistasen marketing. Pero están seguros de que el esfuerzo traerá sus frutos. “Buscamos que el diseño también sea un negocio”, resumió Ana.