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Dicen que fueron los ladrones los causantes de una nueva estampida del dólar, poniendo término al parcial repunte con que amagó el dinar iraquí al acabar (esta etapa de) la guerra. Es que los saqueadores de bancos han querido convertir lo antes posible los incontables fajos de billetes con la imagen de Sadam Husein, disparando así nuevamente el tipo de cambio. Cualquier economista despistado podría decir que Irak se ha vuelto muy competitivo tras la destrucción casi completa de su economía por los ejércitos invasores y los oportunistas nativos, lo cual no deja de sugerir ciertas reminiscencias del caso argentino. Como obviamente desapareció todo vestigio de crédito (¿siguen las similitudes?), todas las transacciones se realizan contra efectivo. Sólo que la hiperinflación vuelve casi imposible comprar nada, sobre todo para una población que se quedó masivamente sin ingreso alguno y cuyos eventuales ahorros se volatilizaron. La mayor parte de los iraquíes malvivían de sueldos o subsidios estatales, que no hay hoy a quién reclamar. Tampoco será fácil volver a cobrarlos porque los registros gubernamentales fueron destrozados por los bombardeos, el pillaje y los incendios intencionales, de muy sospechoso origen y, en todo caso, contemplados impasiblemente por los militares estadounidenses. Tierra arrasada y dolarización parece una buena receta. Gracias a los dólares preventivamente acumulados por los ricos, y los verdes que empiezan a traer los invasores para pagar algunos ínfimos sueldos, la economía da algún signo de vida. Pero con un PBI que antes del ataque sufrido rondaba quizá los 25.000 millones de dólares y que ahora debe de ser apenas una fracción de esa suma, frente a una deuda externa que, según la fuente, va de 200 a 400 mil millones, la economía iraquí es de una clamorosa inviabilidad. Restablecer cierta independencia y gobernabilidad sobre esa base es escasamente posible. El petróleo, que tardará bastante en volver a fluir, sólo resolverá parte del problema. No remediará, entre otras cuestiones, el desempleo masivo ni la subvención estatal como principal medio de vida.