INTERNACIONALES › COMO ES LA NUEVA REDUCCION DE IMPUESTOS DE BUSH
Una cuestión de fechas
Si usted creía que con Irak Bush había agotado su repertorio de conejos sacados
de una galera, le conviene mirar de nuevo.
Por Claudio Uriarte
La traición, Excelencia, es una cuestión de fechas”, le dijo una vez Talleyrand a Napoleón. De lo que se deduce que también lo son la verdad y la mentira. Están trascendiendo los contornos generales del nuevo plan de recorte de impuestos que la administración Bush se propone impulsar cuando el Congreso vuelva a reunirse el 20 de enero próximo. Consiste en reducir impuestos por 300.000 millones de dólares en los próximos 10 años, y será vendido con la promesa de sacar a la economía norteamericana de su actual crepúsculo. El desagregado de esa suma de lee como un menú de tentaciones para los ciudadanos más prósperos: eliminación de la “doble tributación” sobre ingresos por dividendos, adelantamiento para 2003 de un recorte de impuestos a los ingresos personales que estaba planeado para 2004, incentivos adicionales para inversiones de capital y tal vez el aumento de las deducciones por pérdidas en Bolsa. Los economistas difieren sobre el impacto probable del paquete, pero coinciden en que no será pronto. La razón está en las fechas: la mayor parte de las reducciones entrarían a correr a partir de 2004, el mismo año que George W. Bush buscará su reelección. Sugestivo, ¿no?
Ocurre que la Administración ya ensayó un programa parecido, y no le salió bien, al menos para los fines propuestos. El economista William Gale, un especialista en impuestos de la Brookings Institution, lo explica sin ceremonias: “Más allá de lo que haga la Administración, lo van a llamar un paquete de estímulo. Tienen una agenda de recorte de impuestos, y la van a vestir según la moda del momento. Hace dos años, durante la campaña presidencial, y con una economía en boom, ésa era la respuesta correcta, y ahora que la economía está desinflada, el recorte de impuestos sigue siendo la respuesta correcta”. Charles Schultze, otro economista del mismo think-tank, agrega que “algo es indudable: los recortes de impuestos que se están discutiendo van a aumentar el déficit presupuestario”. M. Cary Leahey, economista de Deutsche Bank Securities de Nueva York, aporta un tercer elemento: “Irónicamente –dice–, el paquete de estímulos puede aportar muy pocos estímulos, o lo que solía entenderse por ello. Anticipar los recortes en un año o reducir los impuestos sobre los dividendos tendrá muy poco impacto en hogares con ingresos inferiores a los 50.000 dólares por año”.
En otras palabras: en 2001, con una economía aún boyante, la Administración Bush ya practicó una reducción de impuestos para los más ricos y falló. Su único resultado neto fue la evaporación del superávit y el surgimiento del déficit. La recesión y los escándalos empresarios tras la explosión de la burbuja puntocom no son culpa de Bush –ya que estuvieron cocinándose en los últimos años de Bill Clinton– pero sus medidas no hicieron mucho por paliar sus efectos. En vez de gastar para reactivar el consumo y la demanda –en el segmento de hogares con ingresos por debajo de los 50.000 dólares, por ejemplo– se practicó una absurda reducción ofertista que costó al fisco más o menos exactamente la cantidad de dinero que se “devolvió” a los contribuyentes, sin que la economía despegara. Ahora Bush va por más, y los votantes estadounidenses irán a las urnas en 2004 con la mirada extraviada en la remake de un espejismo. O al menos eso esperan los estrategas políticos de la Casa Blanca.