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Domingo, 27 de marzo de 2005

E-CASH DE LECTORES

E-Cash de lectores

Wolfowitz
George W. Bush acaba de anunciar su decisión de proponer a Paul Wolfowitz, número 2 del Pentágono y partidario encarnizado de la invasión ilegal de Irak en 2003, como candidato para el puesto de presidente del Banco Mundial. El Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) manifiesta su indignación al constatar que este procedimiento particularmente antidemocrático se mantenga en vigor, mientras que la buena gobernación es el corazón de las recomendaciones de estas instituciones. ¡Haz lo que yo digo, no lo que yo hago¡ Llega al punto de que el actual presidente, James Wolfensohn, banquero en Nueva York pero australiano de nacimiento, ha debido tomar la nacionalidad estadounidense antes de ser nombrado en 1995. El CADTM manifiesta seguidamente su indignación por el hecho de que la presidencia recaiga sobre grandes banqueros o sobre ex ministros de Defensa de los EE.UU., como fue ya el caso de Robert McNamara nombrado en 1968, que fue el director de orquesta de la guerra de Vietnam y que utilizó el Banco Mundial como una verdadera herramienta geopolítica al servicio de los aliados estratégicos de los EE.UU. Decididamente, el Banco Mundial y el FMI funcionan siempre como simples instrumentos al servicio de las grandes potencias occidentales, de los mercados financieros y de las sociedades trasnacionales. El CADTM hace un llamado a los administradores europeos para que bloqueen esta decisión inadmisible, tal como los EE.UU. han osado hacerlo en el 2000 en el caso del FMI. En efecto, cuando abandonó su puesto el francés Michel Camdessus, el secretario alemán de Finanzas de esa época, Caio Koch-Weser, que era el candidato europeo, fue vetado por los Estados Unidos y después de ello los europeos se pusieron de acuerdo con la candidatura de Horst Köhler. Apostamos sin embargo que nada bloquearán, ¡bien satisfechos con esa distribución de roles y por haber podido nombrar al español Rodrigo Rato como director del FMI en 2004! Sin embargo, cómo podremos comprender que la presidencia del Banco Mundial jamás haya recaído sobre un ciudadano del Tercer Mundo, zona que se encuentra permanentemente en la primera línea haciendo frente a los desafíos del desarrollo humano. Uno puede preguntarse justificadamente si estas instituciones pueden reformarse. Desde ese momento, el tema de su legitimidad está planteado.
Damien Millet
Presidente del CADTM Francia
([email protected])
Eric Toussaint
Presidente del CADTM Bélgica
([email protected])

Semillas
Desde México a la Argentina, Monsanto impone sus condiciones explicitando el nuevo régimen de gobierno global del siglo XXI. Con diferentes matices, los primeros meses del año 2005 muestran la manera en que, de un extremo a otro de América latina, los gobiernos se someten a los designios de las corporaciones para entregar lo poco que queda de la agricultura de nuestros pueblos al control absoluto de aquéllas. Las historias son distintas y las diferencias son muchas; sin embargo, lo sustancial confluye y tiene nombre: leyes a la medida de Monsanto.
Veamos primero algunas de las diferencias:
En México se debatía la Ley de Bioseguridad y buena parte de la sociedad se ha expresado. Campesinos, indígenas, ecologistas y consumidores han tomado parte en el debate. Páginas enteras en los periódicos expresaron, desde las diferentes perspectivas, lo que hoy ya es consenso en la sociedad: la Ley de Bioseguridad es sólo una vía para legitimar la invasión con transgénicos de México, legalizando así la contaminación que intencionalmente produjeron desde hace años en el centro de origen del maíz. Los congresistas hicieron oídos sordos y en un santiamén aprobaron ese engendro, añadiendo un hito más a la historia de la entrega de nuestra soberanía. En Argentina, las normas para el cultivo de los transgénicos datan de los primeros años de la década del ’90 y fueron simplemente autorizados por una resolución ministerial. Ningún debate. Ningún comentario en los medios. Por esa breve resolución hoy Argentina tiene más de 14.000.000 de hectáreas cubiertas de soja transgénica. Sumados el algodón y el maíz transgénicos que inundan nuestras pampas y avanzan con la soja sobre los pocos montes nativos que aún perduran.
Durante todos estos años, jamás se ha debatido seriamente sobre los impactos sociales, ecológicos, económicos y en la salud de semejante apertura. Sin embargo, ahora Monsanto viene por más. Y desde hace dos años presiona y amenaza al gobierno argentino para lograr lo que es el verdadero objetivo de la agricultura transgénica: ser dueños de las ganancias que otorga el control total de la agricultura y la alimentación mundial. Es por esto que en estos días el Presidente de la Argentina está a punto de firmar un decreto a través del cual se establece que Monsanto cobrará regalías por todas las semillas que los agricultores cultiven, ya sean éstas adquiridas a Monsanto o cultivadas por los mismos agricultores.
Veamos ahora las similitudes:
Aunque en México el debate es público y abarca a buena parte de la sociedad y en Argentina está apenas restringido a algunos sectores, y en tanto en México se debatió una ley mientras en Argentina ya se ha decidido que la reglamentación de las regalías semilleras saldrá por decreto, los resultados serán los mismos: Monsanto será quien dicte las normas, quien gane en esta partida y quien continúe contaminando e invadiendo nuestra América latina con transgénicos. Muy pronto Monsanto estará reclamando en México los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas transgénicas que ahora serán legales. Los campesinos serán criminalizados y perseguidos por usar las semillas con las que Monsanto contaminó sus cultivos nativos. Y deberán pagar las correspondientes regalías o ir a al cárcel.
¿Hasta cuándo deberemos soportar semejantes atropellos?
Carlos A. Vicente
[email protected]

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