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¿Por qué la garrafa de gas es tan cara?
–Los costos son relativamente bajos, pero las pocas empresas que controlan el mercado obtienen una renta impresionante en las etapas de producción, fraccionamiento y distribución del gas licuado debido a las prácticas oligopólicas que ejercen. En el mercado mayorista, Repsol llega a vender el GLP a 7 dólares el millón de BTU amparado en la libertad de mercado cuando el gas en boca de pozo, de donde se obtiene el GLP, cuesta apenas 0,60 centavos de dólares el millón de BTU. Tendría que haber un control sobre las empresas porque ningún país del mundo deja los recursos energéticos totalmente desregulados. Esta es una herencia de la década del ‘90 que es necesario revertir.
¿De qué manera se lo puede hacer?
–El gas licuado se debe regular como un servicio de bien público y bajar su precio porque hay que aceptar que los bolsillos argentinos no danpara pagar tarifas internacionales. Actualmente se considera que es subsidio todo aquello que está por debajo del precio internacional, pero eso es una locura porque así no subsiste ninguna población en desarrollo. El problema es que el Estado no controla la oferta ni tiene los instrumentos legales suficientes para presionar a las empresas. Como no hay una ley antimonopolio, se expone a prácticas anticompetitivas como la restricción de la oferta. Es una correlación de fuerzas muy dispar porque las empresas tienen la capacidad de dejar sin energía a la población lo que, llegado el caso, es peor que cobrar caro.
Pero, en los hechos, el mercado discrimina por precios dejando sin energía a una parte importante de la población.
–Una opción para revertir la situación podría ser declarar la emergencia energética y aprovechar para modificar integralmente los decretos de desregulación petrolera de los años ‘90. También resulta interesante la propuesta de crear una empresa estatal latinoamericana que fije un precio testigo y esté dispuesta a tomar las riendas del negocio si alguna empresa decide dejarlas.