Domingo, 30 de abril de 2006 | Hoy
DICCIONARIO
Por Claudio Zlotnik
Los primeros antecedentes de los fideicomisos tuvieron lugar hace aproximadamente 1000 años. Ya en aquella época una figura parecida era utilizada como forma de transmisión de un bien de una persona a otra. Luis Fortino, en Introducción al Negocio Fiduciario, revela que en el año 1217, con la denominada Ley de Manos Muertas y la Guerra de las Dos Rosas le terminaron de dar forma: el instrumento ya tenía un objetivo económico-financiero concreto: permitirle a la Iglesia recibir bienes evitando la confiscación por parte de los vencedores de la guerra. Ese es el espíritu de los fideicomisos: “poner a salvo” determinados bienes para lograr un objetivo.
En la Argentina, este tipo de instrumentos ya estaba presente en el Código Civil de Vélez Sarsfield de 1869. Pero recién empezó a utilizarse masivamente y con variados destinos a partir de 1995, cuando el Congreso le dio forma al actual fideicomiso a través de la ley 24.441.
Un fideicomiso existe cuando una persona (fiduciante) le transmite la propiedad fiduciaria de bienes determinados a otra que lo administrará (fiduciario), y quien se obligará a ejercerla en beneficio de quien se designe en el contrato (beneficiario). Esa es la base de la ley. Pueden participar individuos o empresas.
Por ejemplo, en el caso de una cadena de electrodomésticos, ésta cede sus cupones cobrados con tarjetas (de crédito o propia). Por esa venta percibe un flujo de fondos. A cambio de recibir el dinero por adelantado, paga una renta al inversor que se la prestó a través de la emisión de un bono que contará con el respaldo de los cupones a cobrar. Con la liquidez en la mano, la compañía vuelve a prestar y a invertir.
En Estados Unidos –se especula que próximamente en la Argentina– es muy común que los fondos fiduciarios dinamicen el mercado hipotecario. En lugar de tickets o cupones, el activo subyacente es un lote de hipotecas originadas en un mismo banco. El banco emite un título y el dinero recogido lo vuelca en nuevos créditos. Es lo que viene realizando el Banco Hipotecario, con la emisión de las denominadas “cédulas hipotecarias”.
Además de estos modelos básicos, empezaron a aparecer otros que no cuentan con oferta pública. Son cerrados y los inversores los utilizan para juntar fondos para un determinado emprendimiento. Este modelo es utilizado en el sector de la construcción.
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