› Por Alfredo Zaiat
Alfredo, escribí un nota y me gustaría publicarla en Página/12.
–Dale, enviala, Aldo.
El diálogo no necesitaba más precisiones ni preguntas sobre cuál era el tema. Era una inmensa satisfacción periodística y humana que Ferrer, el gran profesor, quisiera publicar en la sección de Economía o en el suplemento económico Cash.
–Aldo, me encantaría que fueras uno de los participantes en el panel de presentación de mi libro.
–Sí, seguro. ¿Cuándo es?
No tenía dilaciones cuando se lo requería para compartir un evento. Me di el gusto de que hablara de Amenazados. El miedo en la economía, en la Biblioteca Nacional, en septiembre pasado.
Un mes antes me había otorgado el honor de presentar su último libro, La economía argentina del siglo XXI (Capital Intelectual), en la Librería Hernández, un día de un diluvio monumental. Pese a la inclemencia climática ingresó con una elegancia impactante, sombrero, piloto y traje. No fue una presentación tradicional, se transformó en un diálogo fecundo, atractivo, enriquecedor. El editor nos propuso entonces trabajar en un libro conjunto de intercambio de ideas sobre el proyecto de país y los desafíos para el desarrollo de la economía. Hace dos semanas, ese plan ya había empezado a rodar.
Durante varios años lo encontraba en el Club de Amigos. Iba a nadar dos o tres veces por semana, una hora.
–Profesor –así lo llamaba–, ¿cómo hace? –admirándolo.
–No es nada, sirve para mantener activa la mente y el cuerpo.
Me enteré de casualidad de que todas las semanas concurría a la milonga.
–¿También baila tango? –le pregunté
No contestó, sólo regaló una sonrisa cómplice.
Aldo era un ser humano excepcional, de una humildad impactante con una trayectoria fabulosa. Fue mi profesor en una de las últimas materias de la carrera de Licenciatura de Economía. Economistas ortodoxos con nada de sus pergaminos tienen una legitimidad social y política inmerecida. Ni lo leyeron y bastardean sus ideas. Uno de ellos me lo dijo directamente (hoy es funcionario del gobierno de Macri). Esa descalificación lo definió a él, en ese mar de ignorancia que navega la secta de la ortodoxia, más que su pretensión de desvalorizar al gran Profesor.
En la misma semana se fue otro ídolo, el Mariscal Roberto Perfumo, campeón del mundo con el glorioso Racing del ‘66. La huella de Aldo, el Mariscal de la Economía, indica cuál es el camino a transitar
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