Viernes, 4 de septiembre de 2015 | Hoy
CULTURA › LA INAUGURACION DE LA XVII BIENAL INTERNACIONAL DO LIVRO
Aunque el clima del predio ubicado en la periferia de Río de Janeiro no escapa a la difícil situación que atraviesa Brasil, los ánimos están dispuestos para un encuentro por el que pasarán 600 mil personas, y donde Argentina es la invitada de honor.
Por Silvina Friera
Desde Río de Janeiro
El arte de pensar sin riesgos aguijonea a varios escritores argentinos sueltos en Río de Janeiro. El paisaje de Riocentro, una periferia de hormigón que escamotea la vista de los morros, no se corresponde con el imaginario carioca de Ipanema, Copacabana o la bohemia del barrio Santa Teresa. Como si fuera otra ciudad dentro de Río, una ciudad fría, distante y esquiva. “Si no fuese por los caminos de emoción adonde el pensamiento conduce, el pensar ya se habría catalogado como uno de los modos de divertirse”, escribió Clarice Lispector en una de sus magníficas crónicas. “No se invita a los amigos al juego a causa de la ceremonia que se cumple al pensar. El mejor modo es invitar sólo a una visita, y, como quien nada pide, pensar juntos, con el disimulo de las palabras”. La XVII Bienal Internacional do Livro, que se inauguró ayer con Argentina como país homenajeado, invita a sumergirse en la cultura y las tensiones del país vecino, una tierra y una lengua que está tan cerca y tan lejos.
No son buenos tiempos para Brasil. El dólar fue subiendo escalón tras escalón y llegó a superar los 3,75 reales, la cotización más alta desde 2002. La producción industrial, en cambio, anda en baja y el déficit estatal crece. Ninguna feria del libro es una burbuja aislada y neutral. En Riocentro, durante la apertura de la Bienal, los editores brasileños expresaron su preocupación por los recortes educativos producto de la crisis económica. Marcos da Veiga Pereira, presidente del Sindicato Nacional de Editores de Libros (SNEL), advirtió que se han cancelado diez programas de compra de libros de literatura por parte de las bibliotecas públicas y que se han registrado retrasos en otros programas y proyectos públicos relacionados con el incentivo a la lectura. “Esto afecta a la industria, a los editores, a los traductores, trae un gran perjuicio a los niños y es un gran retroceso en la educación”, manifestó Pereira y aseguró que en el campo del libro “tenemos mucho que aprender de nuestros vecinos; sus índices de lectura por habitante superan a los niveles brasileños”. El momento más festivo de la inauguración lo aportó el dibujante Maurício de Sousa, una especie de Quino en Brasil, el creador de Turma da Mónica (“Mónica y sus amigos”), uno de los comics más populares que cuenta las aventuras de un grupo de niños de seis años que viven en un barrio ficticio llamado Bairro do Limoeiro (Barrio del limonero), situado en el Este del Estado de San Pablo. De Sousa –a punto de cumplir 80 años– recibió el Premio Jose Olympio por su contribución al mercado editorial de manos de Mônica y Cebolinha, dos de los personajes que él inventó.
“Tenemos que ir más allá para entender nuestra identidad y descubrirla en esa ‘cultura en movimiento’, que es el lema de Argentina en esta Bienal”, dijo la directora de Asuntos Culturales de la cancillería argentina, Magdalena Faillace. “Somos un país orgullosamente latinoamericano y venimos a abrazarnos con el hermano gigante de América Latina. No sólo admiramos su riqueza productiva y su diversidad, sino el profundo sentido nacional de su pueblo. Brasileños y argentinos tenemos una imagen más turística que cultural de nuestros paisajes; por eso el multitudinario y colorido encuentro de esta Bienal nos brinda la oportunidad de tejer nuevos puentes, construyendo un tramito más de ese camino hacia la Patria Grande”, agregó Faillace y ponderó la política de derechos humanos que hace una década “estamos orgullosos de llevar adelante”. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, se puso de pie y fue muy aplaudida por expositores, editores, el dibujante y escritor Ziraldo, y los escritores argentinos: María Moreno, Diana Bellessi, Martín Kohan, Sergio Olguín, Mariana Enriquez y Tute.
“La integración cultural es el sustrato fundamental para que se fortalezcan los lazos comerciales y políticos entre nuestros países para que ese diálogo cultural, respetuoso de las diferencias, profundice y celebre todo lo que tenemos en común: nuestra historia de colonialismos, nuestros mestizajes, las corrientes inmigratorias que poblaron nuestros países, pero sobre todo para que nos unamos en el debate del presente”, subrayó la directora de Asuntos Culturales. “Si al apagarse las luces y bajarse el telón de esta Bienal, brasileños y argentinos hemos logrado atravesar la foto y encontrarnos con nuestro rostro verdadero, con los valores de una identidad que en ambos pueblos no está exenta ni de contradicciones ni de conflictos, habremos dado un paso en pos de la integración regional”, auguró Faillace y agradeció “a los hermanos brasileños” el apoyo en la Organización de las Naciones Unidos (ONU) ante el reclamo argentino por la soberanía de las islas Malvinas. El embajador argentino en Brasil, Luis María Kreckler, comentó que habla portugués porque estudió de adolescente en un colegio de Brasil. “Yo soy uno de los mejores hinchas de Brasil, pero no de la Selección; Argentina es mejor”, bromeó el diplomático, con la suave amabilidad de quien busca golpear el orgullo brasileño sin herirlo de una cuchillada. “La lectura nos acerca a la lengua y la lengua es integración. La lectura es lo más importante para la integración cultural de ambos países”, añadió Kreckler.
“¡Qué realismo! ¡Qué colores! ¡Lo felicito, maestro!”, se lee en un extracto de Rico Tipo, el mítico semanario humorístico creado y dirigido por Guillermo Divito, en uno de los paneles del espacio argentino. “Vientos del sur”, el stand de 400 metros cuadrados inspirado en los glaciares de la Patagonia, tiene la forma de un laberinto, separado por una de las calles del predio. Da gusto “perderse” sin apuro por los recovecos hexagonales. Hay fotos de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, de Jorge Luis Borges y de Alejandra Pizarnik, las cuatro de Sara Facio; hay un Manuel Mujica Lainez dibujado; una primera edición de El tamaño de mi esperanza –en una vitrina–; y una edición de El matadero de Esteban Echeverría traducida como O Matadouro por Maria da Penha Campos Fernandes; y libros como Rayuela de Julio Cortázar, Historias y proezas de amor de Alberto Gerchunoff y Las mal calladas de Benito Lynch, entre otros títulos. Los cariocas curiosos aprovecharon y se pusieron los auriculares para escuchar música argentina. En una suerte de bancos de plaza con pantallas y auriculares se pueden seleccionar canciones de León Gieco, Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta, Los Abuelos de la Nada y Virus. Tres pabellones –naranja, azul y verde– y varias calles con nombres de escritores emblemáticos de la literatura brasileña como Rubem Braga, Vinicius de Moraes, Lima Barreto y Nelson Rodrigues serán el escenario por donde circularán, según los organizadores, unas 600.000 mil personas hasta el 13 de septiembre.
Los niños empezaron a copar el predio de la Bienal. Una nena carioca observa el dibujo de Mafalda y sonríe, como si pudiera interpretar esa lengua escrita que no comprende pero intuye: “¿Qué habrán hecho algunos pobres sures para merecer ciertos nortes?”.
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