Viernes, 4 de septiembre de 2015 | Hoy
CULTURA › UNA CITA IMPERDIBLE EN EL CENTRO CULTURAL KIRCHNER
La frase de José Muñoz es un buen disparador para entender la resonancia de lo que se verá en el MICA. Carlos Nine, Luis Scafati y el organizador Diego Bianki analizan pasado, presente y futuro de la ilustración y el dibujo, en un momento por demás interesante.
Por Karina Micheletto
Por primera vez en la Argentina, un encuentro internacional alrededor de la ilustración pondrá el foco en este arte que reconoce una rica tradición en el país, y que de diversas maneras es cada vez más estudiada y tematizada, ahora, sumando un formato ya instalado en países como México, Chile o Colombia. El Primer Encuentro Internacional de Ilustradores, que tendrá lugar en el marco del MICA (Mercados de Industrias Culturales), reunirá hoy y mañana en el Centro Cultural Kirchner a ilustradores, dibujantes, diseñadores, editores, gestores culturales y especialistas en este arte en expansión (ver aparte). Alrededor de la ilustración se plantean interrogantes diversos: desde los que tienen que ver con la “profesionalización” del oficio y el marco legal y hasta sindical en el que se ejerce (sobre todo, en el contexto de la flamante creación del Instituto que nuclea y reconoce a los ilustradores), hasta aquellos que hacen a la condición misma del oficio, entre el dibujo y el diseño, las bellas artes y las nuevas tecnologías, el carácter “decorativo” o subversivo que puede demostrar la producción. De este tipo de cuestiones charlaron con Página/12 Bianki, uno de los organizadores del evento, y tres participantes cuya trayectoria será homenajeada en esta ocasión, Luis Scafati, Carlos Nine y José Muñoz.
“Sentíamos la necesidad de tener un espacio de exhibición, confrontación, intercambio y discusión de ideas con los colegas, como existe en otros lugares del mundo”, sostiene Diego Bianchi (Bianki), uno de los gestores de la iniciativa junto a Laura Varsky. “Me daba desazón no contar con un espacio semejante, en un país que fue pionero en la materia, ya desde el siglo 19”. La forma que adquirió este encuentro, dentro de un evento que a su vez hace eje en las industrias culturales, abarca diversas cuestiones artísticas, estéticas, y otras vinculadas al ejercicio mismo de la profesión. La reciente creación del Instituto Nacional de Artes Gráficas, por ejemplo, será el eje de una de las mesas redondas, a la que se sumará la experiencia de la Asociación de Dibujantes de Argentina, y a la que se ha invitado a una representante de la Asociación de Ilustradores de Barcelona. El tema de los derechos de autor, o el de la “relación de ida y vuelta”, según el título de la mesa, con los editores, serán otros aspectos tematizados.
Bianki destaca que esta historia de la ilustración en la Argentina, de larga data, reconoce ricos antecedentes, en una producción que marcó vanguardia en Latinoamérica. “Es probable que esa historia tenga que ver con la profusión actual, aunque para mí sigue siendo una sorpresa el interés de tantos jóvenes que hoy quieren ser ilustradores o manejar un lápiz. Esta avidez, es algo sobre lo que no tengo respuestas”, dice. “Sí creo que esta profusión de medios impresos que tuvo siempre la Argentina genera un incentivo. Hace poco estaba revisando lo publicado por Spivacow en Eudeba, la colección de Cuentos de Polidoro, por ejemplo, que ahora reeditó el Ministerio de Educación. Sin dudas eso fue un gran incentivo”, sostiene.
–¿Cree que este es un momento floreciente para la ilustración argentina?
–No sé si podemos afirmar exactamente eso; tal vez sea la punta del iceberg. Creo que los ilustradores, los historietistas, los que dibujamos en general, venimos tirando de este hilo desde hace muchísimos años. Cuando se cerró la revista Fierro, fundamos otra que se llamó Lápiz Japonés. Salieron solo cuatro números, pero allí albergamos entre 200 o 300 artistas, una enormidad. Eran los 90, otro país, no había dónde canalizar estas expectativas artísticas, ningún impulso del Estado. Y eso generó una crisis dentro de la profesión, que tuviésemos que tomar el toro por las astas y generar nuestros propios espacios de publicación y circulación. Yo puedo hablar de lo que viví veinte años atrás; seguramente alguien mayor que yo puede hablar de veinte años más atrás. Fueron diferentes etapas del país, y siempre abrimos espacios, de un modo u otro, para plasmar nuestro trabajo. Hoy tenemos un Estado que asume este rol de dar impulso: no por casualidad hacemos este encuentro en el MICA. Lo cual hace pensar que el crecimiento puede ser mayor.
–En este encuentro aparecen Fati, Nine y Muñoz como referentes. ¿Cómo pensaron el homenaje?
–Quisimos homenajear la trayectoria de estos ilustradores que han sido y son referentes, pero sobre todo tender un puente con las nuevas generaciones; creemos que es necesario. Porque son artistas que no circulan por donde circula cierta producción actual, por las redes. Y que, por otra parte, publican sobre todo en el exterior.
–¿Cree que los ilustradores jóvenes no los conocen?
–No tienen acceso, si no es por una curiosidad propia. Es sugestivo, pero no están participando de ninguna publicación local, salvo excepciones aisladas como la recuperación que está haciendo De la Flor, algunos títulos de Libros del Zorro Rojo, o pequeños emprendimientos autogestionados que tienen de aliados a estos maestros, como las serigrafías de Muñoz que está sacando Moebius. En general, no es un trabajo que se pueda ver circulando tanto en la Argentina. Pero si uno viaja a Europa, los ve en todas las librerías.
En diálogo con Página/12, los referentes homenajeados coinciden en que, con esto de ser presentados como tales, lo que en principio sienten es que ya están siendo tratados “como jovatos”. “Es como cuando voy a un bar, casi siempre con otro jovato, y los mozos dicen: chicos, ¿qué van a tomar? Sonaste: ya te detectaron jovato”, se ríe Scafati, muy en su estilo. Y Nine se suma a la reflexión, con su voz grave: “¡Cuando empiezan los homenajes, es como que empiezan a tirar los pañuelos y el barco se va del puerto!”, se ríe también. Pasando a ponerse serios, agradecen la invitación y reconocen la importancia del encuentro: “Lo lindo es que se hagan al fin este tipo de encuentro en el país. Es importante porque de alguna manera pone de relevo una actividad que pasaba casi desapercibida. Estos encuentros también son buenos porque uno se anoticia de lo que está sucediendo, te encontrás con otros, compartís. Siempre son buenas estas oportunidades”, define Scafati.
Invitado por Comicópolis (otro evento que convoca a ilustradores y seguidores de la ilustración, que comenzará el próximo 17 de septiembre en Tecnópolis), José Muñoz puede esta vez quedarse más tiempo en la Argentina, unos meses que hicieron que, al fin, pueda verse aquí una retrospectiva de su obra (en el Palais de Glace, hasta el 20 de este mes), y pueda emprender junto a su socio histórico, Carlos Sampayo, la reedición de Sudor sudaca, con toda su carga de recuperación histórica y a la vez de tremenda actualidad, por la editorial independiente Hotel de las Ideas. Desde el exilio de los 70 Muñoz vive en Europa, sus bases actuales son Milán y París, y este viaje resulta, para el público local, una suma de oportunidades para un acercamiento a su obra. Es como dibujante, antes que ilustrador, que prefiere presentarse Muñoz: “Es la palabra que me retrata más”, advierte, y define su lugar: “Se puede dibujar para acompañar un texto, interpretarlo, confrontarlo, y hasta negarlo. Luego dibujar puede también provocar el nacimiento de textos posteriores; hay ahí todo un tráfico entre autor e ilustrador, entre palabras e imágenes. Mis hilos de tramados narrativos van por allí: es un tráfico familiar para mí, nunca lo he vivido como fronteras establecidas”.
–Los organizadores sostienen que los nuevos ilustradores no conocen sus obras. ¿Creen que es así?
José Muñoz: –En mi caso, es patéticamente cierto. Salvo un período en los 80, con la revista Fierro, mi obra casi no ha circulado acá. Soy un ilustre desconocido, o un desconocido ilustrado (risas).
Carlos Nine: –Yo vivo de Francia desde hace viente años...
Luis Scafati: –Mi período donde accedí con más facilidad al público fue en la época de las revistas, Humor, El Péndulo, El Periodista de Buenos Aires, y donde había atrás una base política muy contundente: Decíamos cosas. La ilustración en libros, sí, circuló siempre mucho más en Europa, pero también es cierto que acá se está abriendo un mercado; de alguna manera esta política ha permitido el desarrollo de lo que antes venía solamente de afuera.
C. N.: –Por suerte ahora tenemos acá un montón de tipos jóvenes que están editando: Liniers, por ejemplo, me saco el sombrero, no sólo se publica a él, sino que publica a otros tipos que le gustan. La edición de libros avanzó. Lo que no aparece es la revista ilustrada, es un género que desgraciadamente desapareció. Y nosotros venimos de una cultura de revistas en Europa. Sobre todo en Francia, donde yo laburo, se publican ¡5000 títulos nuevos de historietas por año! Y la revista, la historieta, es la forma más popular que tiene la ilustración de ponerse a contar una historia. Después está el libro para chicos, ese es todo otro abanico.
–¿Creen que hay un florecimiento de la ilustración actualmente en la Argentina?
L. S.: –Está de moda la ilustración en general, hoy mucha gente que viene del diseño está haciendo ilustración; no sé si esto es meritorio o no, eso lo vamos a ver con el tiempo. Antiguamente, la que ilustraba era gente que venía de las escuelas de arte, eso facilitaba una preparación más profunda en el tema. Hoy el diseñador queda un poco a veces en la periferia, si es que no se está formando por su cuenta en estas cuestiones. Hay un auge extraordinario y esto es a nivel mundial. Hace muy poco fui jurado en México de un encuentro iberoamericano de ilustración, donde vimos el trabajo de 780 ilustradores de entre 25 y 35 años. Y ahí pude visualizar algo notable, el modo en que hoy la escuela de lo digital, de la máquina, tiñe notablemente cierta corriente actual.
–¿Cuál sería esa marca que tiñe a la producción actual?
L. S.: –No es la máquina en sí. Lo que a veces critico es la imagen sin contenido: creo que un ilustrador tiene ideas adentro suyo que tiene que expresar; llámese política, llámese opinión. Un ilustrador no es la mano de nadie: sos un tipo con ideas. Eso lo practiqué durante mucho tiempo en el periodismo; hoy mi trabajo en el periodismo se ve totalmente recortado porque se ha transformado en un hecho puramente mercantil. En ese sentido me queda el Facebook, que para mí es como tener la editorial en mi casa. En la producción actual, a veces siento la falta de algo que me diga algo, una cosa contundente. Esté en un libro, en un periódico o en una revista, si esa imagen está ahí, es para decirme algo.
J. M.: –Es cierto que la aparición de todas estas máquinas electrónicas ha creado el principio de una nueva historia, pero todo eso es una lectura superficial: las corrientes expresivas profundas a través de las imágenes vienen desde el fondo de nuestra existencia. Y siguen siendo las que nos movilizan.
C. N.: –Creo que en el fondo lo que pasa es que nosotros nos creemos que somos más cultos. Hay otro acopio cultural, otros intereses que tienen que ver más con la pintura, con la historia del arte; ir a los museos, dibujar y estudiar mucho, leer y estudiar mucho... ¡Estudiar mucho! Ahora hay un tipo de personaje que es un gran operador: dedica el 60 por ciento del día a hacer contactos. Y hacer contactos no es lo mismo que dibujar: dibujar es una tarea solitaria, medio ingrata, que uno encara con muchísima pasión, aceptando que esa es la realidad de lo que hace.
–¿Y no encuentra nada bueno en esta generación de ilustradores?
C. N.: –El desprejuicio. Y cierta audacia, en algunos casos, como el de los dibujantes empresarios: Nik, que es un impostor, o Milo Lockett, a quien no considero un dibujante. No es que sea malo en sí mismo ser un dibujante empresario: Liniers lo es, y valoro su trabajo. Hubo otros en el pasado: Dante Quinterno, Divito, que llegó a imponer modas en Buenos Aires. Pero no se trata aquí de una generación versus la otra, no es ése el punto. El punto es este auge de lo decorativo, lo insustancial, lo intrascendente, lo que no jode a nadie. Es lo que hoy tiene éxito, porque cumple con la condición de una sociedad como la actual. Hoy, como ayer, sigue habiendo dos tipos de ilustradores: los que se conforman con hacer dibujitos para adornar –los que venden cuadros que quedan lindos en la pieza de los chicos– y los que vienen a contar una historia.
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