Miércoles, 16 de abril de 2008 | Hoy
MUSICA › DAVID JOHANSEN, CANTANTE DE LOS REGRESADOS NEW YORK DOLLS
A la hora de repasar la lista de gente influida por su banda, Johansen es categórico: “A nosotros nos echan la culpa de todo”. Los shows de mañana y el viernes en El Teatro servirán para comprobar cómo suena hoy la banda que abrió la década del ’70.
Pocas bandas en la historia del rock pueden reclamar el título de “influyentes” a más volumen que los New York Dolls. El repaso es contundente: géneros tan diferentes como el punk rock y el glam metal se inspiraron en los lipstick killers (asesinos del lápiz labial), como los llamaban, y el mismísimo David Bowie tomó notas para crear Ziggy Stardust, su criatura más extravagante. “A nosotros nos echan la culpa de todo”, se ríe David Johansen, el legendario cantante de la banda, en conversación telefónica con Página/12. “Pero, en definitiva, somos una banda de rock and roll. De eso se trata.” Pese a su influencia, el quinteto Dolls original, formado en Manhattan en 1971, nunca llegó a trascender el status de culto. En cuatro años, los NYD revolucionaron la escena de su ciudad al presentarse pintarrajeados y vestidos de mujer, en Inglaterra perdieron a su baterista Billy Murcia a causa de una sobredosis, grabaron dos discos notables (New York Dolls y Too much too soon) y se disolvieron sin demasiada gloria. Después, la historia de tragedias continuó con las muertes del guitarrista Johnny Thunders y el segundo baterista, Jerry Nolan.
Hasta que a un ex presidente del fans club de los Dolls en Inglaterra se le ocurrió reunir a los tres miembros sobrevivientes para un concierto. El hecho de que el tipo en cuestión fuera el mismísimo Morrissey fue decisivo para lograr lo que parecía imposible: los NYD rockearon como locos y al poco tiempo ya nada podía detenerlos, ni siquiera el fallecimiento del bajista Arthur Killer Kane. Los Dolls que están a punto de debutar en la Argentina (mañana y el viernes en El Teatro de Colegiales) sólo conservan a dos miembros originales, Johansen y el guitarrista rítmico Sylvain Sylvain, pero la química de la banda está intacta, como bien lo probó el disco One day it will please us to remember even this.
–Hoy en día no es raro ver a una modelo que nunca los escuchó con una remera de los Dolls. ¿La banda se convirtió en sinónimo de cool?
–Supongo que sí, que somos como el Che Guevara (se ríe). Debe ser porque, como todo icono multifacético, puede ser interpretado de muchos modos diferentes por gente diferente.
–¿Y qué son los Dolls para usted?
–Somos como un movimiento artístico, como el dadaísmo o lo que sea. Es una idea que por sí misma está abierta a la interpretación, pero para mí significa que hay muchos modos de ver las cosas más allá de las nociones prescriptas.
–Sylvain Sylvain le dijo a este diario que los Dolls no sólo eran música, sino también eran moda, sexo, escándalo, shock. ¿Estuvieron demasiado adelantados a su tiempo?
–No sé si es eso, pero sí fuimos los que introdujeron la idea de tener una filosofía y cosas así.
–Y también el maquillaje y el lápiz labial.
–Exacto. Lo presentamos en varios niveles, supongo que porque las personas con inclinaciones artísticas necesitan expresarse en todos los modos imaginables.
–En ese momento, ¿se daban cuenta de que tenían tantos niveles de interpretación?
–Bueno, salimos de una zona de Nueva York en la que estaban sucediendo muchas cosas artísticas. En ese lugar, lo que nosotros hacíamos no se consideraba escandaloso ni nada por el estilo, simplemente éramos la banda que tocaba cuando los artistas querían bailar. Así que para nosotros era algo natural.
– Más allá de los músicos y de las drogas involucradas, ¿qué diferencias hay entre trabajar con los Dolls ahora y en los ’70?
–La diferencia más fuerte para mí es que ahora todo está arreglado: podemos llegar a un lugar y tocar. Antes teníamos que encontrar el lugar, meter los equipos, pegar los posters por la ciudad: hacíamos todo. Ahora es mucho más fácil, sólo tenemos que llegar con los instrumentos y tocar. Entonces, podemos hacer todo mejor, porque antes perdíamos una semana para organizar un concierto.
–Es el problema de ser un pionero.
–Claro. Pero en ese momento no lo consideraba un problema, era el modo en el que funcionaba la cosa.
–Hasta ahora su reunión ha sido más que productiva: ya grabaron un disco en vivo y otro en estudio.
–Pero al principio sólo nos juntábamos para hacer un show. Si alguien hubiera venido y me hubiese dicho “Ok, van a juntarse y a tocar durante diez años” o algo así, le habría dicho que era demasiado. No me gusta ver la vida de ese modo. Pero como Morrissey nos pidió que hiciéramos un solo show, pensamos que sería divertido y que cuando terminara volveríamos a lo de cada uno. Pero cuando lo hicimos descubrimos que nos divertíamos más de lo que hubiéramos imaginado. Y empezamos a aceptar los shows de a uno, sin planes de nada. Eso fue lo mejor, porque cuando hacés planes muchas veces terminás intentando meter un cuadrado en un agujero redondo, y no lo pasás bien, porque estás tratando de controlar demasiado todo.
–¿Fue difícil encontrar a los nuevos Dolls?
–No, porque sólo era para un show, entonces lo hicimos instintivamente, sin intelectualizar nada. “Puedo tocar un show con este tipo aunque no lo conozca, simplemente parece el tipo adecuado.” Si hubiéramos sabido que íbamos a continuar, quién sabe, quizá todavía estaríamos pensándolo.
–¿En qué momento se dieron cuenta de que eran nuevamente una banda?
–Creo que fue al año de estar juntos. Nos dijimos: “Somos una banda, esto es lo que hacemos y nadie está haciendo algo así, somos los Dolls”. En ese momento decidimos que queríamos hacer el disco.
–Cuando empezaron a trabajar en One day..., ¿tenían temor de que alguna gente se quejara de que se llamaran NYD sólo con dos miembros originales de la banda?
–Sabía que podía pasar, pero no tenía temores. Para ese momento ya habíamos tenido muchas experiencias que me habían demostrado que la idea de los Dolls era realmente importante. Lo que hicimos fue volver a la idea inicial: ahí estábamos, éramos una banda llamada New York Dolls, teníamos que hacer un disco y ver a quién le gustaba. Recuerdo que un día estábamos tocando en California, cuando recién empezaba la gira de reunión, y Clem Burke, el baterista de Blondie, nos vio y nos dijo: “Estuvieron bárbaros”. Entonces le recordé que Sylvain y yo habíamos estado antes juntos en una banda después de los Dolls y a la gente le gustaba, pero no era como esto. Y Clem me dijo: “Es que los Dolls son una marca registrada, son como Chevrolet” (se ríe).
–Cuando hicieron el disco, ¿había algún ingrediente que no podía faltar en la receta de los Dolls?
–Es difícil describir qué es, porque se trata de una química especial. No es algo consciente, pero algo sucede cuando Syl y yo nos juntamos y nos ponemos a componer una canción. Si escribo con otra persona, va a ser diferente de lo que hago con Sylvain. Y en cuanto a la música que grabamos, lo que hicimos fue meternos en una habitación a escribir y nos quedamos con las canciones que a todos nos gustaba tocar. No queríamos grabar canciones que no le gustaran a alguien de la banda porque, en ese caso, iba a convertirse en una especie de trabajo para ellos, mientras que la idea es tocar y divertirse. Esa fue nuestra receta. Pero incluso eso tampoco fue algo charlado: simplemente, si cuando decía toquemos tal canción alguien se miraba los zapatos y decía “OK”, me daba cuenta de que no le gustaba y me olvidaba de esa canción. De modo natural nos quedamos con el material que nos gustaba a todos. Eso es el disco.
–One day... salió en 2005. ¿Ya trabajan en el próximo álbum?
–Estamos a punto de publicar uno en vivo. Y para octubre o noviembre nos meteremos en estudios otra vez. Para nosotros es mejor entrar a grabar cuando el clima es feo, porque así no nos dan ganas de estar afuera (risas).
–Cuando ven cómo funcionó la reunión, ¿no se preguntan por qué no lo hicieron antes?
–No, no. Antes todos estábamos en otra cosa, fue como una confluencia de cosas, como si de repente se alinearan los planetas (se ríe). No cuestiono el cuándo, el dónde ni el cómo, simplemente pareció natural cuando nos lo pidió Morrissey. Si estuviéramos en una situación en la que nos sintiéramos forzados ya no estaría tan bueno, supongo que no lo haríamos, pero lo pasamos bárbaro sobre el escenario.
–¿En algún momento siente nostalgia por los Dolls de los ’70?
–No, no lo creo. Extraño a mis amigos que no están, pero no soy un tipo nostálgico. Para mí, ellos todavía están acá, como si estuvieran congelados en el tiempo o algo así. Uno es consciente de la realidad y del mundo pero, de vez en cuando, ¿no le pasa que siente que no puede ser que tenga la edad que tiene? (se ríe) Bueno, eso es lo que me pasa a mí.
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