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Miércoles, 16 de abril de 2008

TELEVISION › LA NUEVA TEMPORADA DE SHOWMATCH, DE MARCELO TINELLI

Chimentos en el prime time

El despliegue de producción no alcanza a tapar lo evidente: una búsqueda cada vez más forzada del escándalo que dé rating.

 Por Emanuel Respighi

El inicio de la 19ª temporada de Showmatch demostró sin dudas que el programa, como le gusta decir a su mentor y sus adláteres, es un “gran show”. La imponente apertura musical en la que 230 artistas, entre bailarines, gimnastas y acróbatas, desplegaron diferentes cuadros artísticos que sirvieron para mostrar los recursos tecnológicos del estudio, resulta envidiable para cualquier programa. Sin embargo, después de esa presentación impecable y a lo largo de sus dos horas, se hizo evidente que efectivamente Bailando por un sueño es un “gran show”, pero no un “gran espectáculo” en el sentido artístico: el ciclo de Marcelo Tinelli volvió a disfrazar de preciosismo y producción un poco más de TV chatarra. De alguna manera, cada nueva temporada de Showmatch no es más que otro paso en la sofisticación cierta TV que tuvo a Mauro Viale con sus mediodías y a Zap TV como primeros exponentes de un mal que se enquistó en la TV argentina. Un mal popular: en su debut, el programa midió 33,8 puntos de rating –con un pico de 35,8 a las 22.30– y fue lo más visto del día.

Showmatch es hoy, más que nunca, una farsa. Enmascarado en un gran show que aparenta mostrar calidad y talento pero que tiene como único objetivo los escándalos y peleas mediáticas de dudosa veracidad, alimentadas por el staff de participantes y jurados que hacen y dicen cualquier cosa con tal de incrementar su fama en los programas de chimentos. Todo bajo el aval cínico de Tinelli, que deja hacer y deshacer a diestra y siniestra, siempre con la expresión de no entender nada de lo que pasa. De entrada, para que no quedaran dudas, el jurado organizó una forzada y poco creíble pelea que duró varios minutos entre Carmen Barbieri, Moria Casán y Gerardo Sofovich, la tríada de “grandes artistas” del escándalo.

En Showmatch, el smoking, los vestidos largos, la escenografía, los recursos técnicos, las grandilocuentes presentaciones –es decir, el packaging–, están puestos al servicio de la lógica chimentera a la que se alió Tinelli, pero en 2008 con una vuelta de tuerca: si en años anteriores el conductor promovía el escándalo para sumar rating y alimentar los ciclos de las tardes, esta temporada Tinelli parece estar dispuesto a ponerse él mismo el traje de chimentero. En el debut se pudo ver cómo le preguntó a Adrián Suar, director artístico del 13, por su nueva pareja; entrevistó en la tribuna al nuevo baby friend de Casán y hasta dijo al aire el nombre del nuevo novio de la modelo Sofía Zámolo, cuando ella no quería hacerlo. El chimento, entonces, llegó al prime time de Canal 13.

Con la pomposidad de siempre, Bailando por un sueño comenzó con las actuaciones de Dolores Barreiro, Natalia Fassi, Sofía Zámolo y el pianista ciego Serafín Zubiri, que compensó las “violaciones televisivas” que las cámaras les hicieron una y otra vez a las modelos enfocándolas desde bien abajo con la cuota lacrimógena, música de fondo para indicar que llegó el momento sensible, a la que acostumbra el ciclo. “Lo convocamos porque una de las cosas que más hacemos en Argentina es discriminar”, se excusó Tinelli. Justo él, rey del doble sentido con sentido sexual, para quien en Showmatch las mujeres sólo sirven para mostrarlas en pelotas y que más tarde se enredó asociando a los negros y Luis D’Elía, diciendo que no hay que utilizar la palabra “negro”, no por convicción, sino porque “ahora hay un observatorio de medios”. Incluso, la idea fija en el sexo le jugó una mala pasada, cuando le dijo al artista no vidente que tenía “una suerte bárbara” porque podía aprovechar el baile y su ceguera para tocar a las chicas. Sí. Una suerte bárbara.

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El primer programa midió 33,8 puntos, con un pico de 35,8.
 
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