Jueves, 13 de julio de 2006 | Hoy
CINE › “EL RATON PEREZ”, ANIMACION DIGITAL MAS ACTORES Y DECORADOS REALES
El Ratón Pérez reivindica la animación nacional.
Por H. B.
Teniendo en cuenta el desolador panorama nacional, puede sonar a poca cosa decir que El Ratón Pérez tal vez sea lo más parecido a un producto digno que el cine de animación comercial argentino haya dado en toda su historia sonora. Bastaría compararla con Patoruzito 2, para poner el ejemplo más cercano, para comprender hasta qué punto en sus mejores momentos la película dirigida por Juan Pablo Buscarini representa, para la animación argentina, una novedad. Una película que no da vergüenza: tal vez de eso se trate.
Combinación de animación digital con decorados reales y actores de carne y hueso, da toda la sensación de que El Ratón Pérez hubiera sido bastante mejor si se hubiera dejado sólo el primer término de la ecuación y se hubieran eliminado los otros dos. Es en el terreno de la digitalización donde la producción de Patagonik hace el mejor papel, resultando mucho más “argentina” (en el sentido insultante de la palabra) en los otros terrenos. Según la visión del guión (producido, al fin y al cabo, por una corporación), el Ratón Pérez (voz de Alejandro Awada) es un empresario sumamente exitoso, que deberá pagar el precio de la codicia por parte de aquellos que quieren llegar a tener tanto como él. Pérez vive en un barco, en el puerto, junto a cientos de otros roedorcillos que trabajan, más que como ratones, como marranos. ¿En qué trabajan? En la recepción, tallado, pulido y procesado de dientes, a los que dejan brillantes como perlas. Bah, los convierten en perlas, directamente, proceso alquímico que el guión no se molesta en explicar. Y se las venden a un joyero, Morientes (Joe Rígoli, que siempre tuvo cara como de ratón), que les paga en monedas de oro.
Ya se sabe que siempre hay alguien ambicionando la riqueza de los pobres millonarios, en este caso un grupo de malvados que incluyen a una rata mesiánica, que quiere quedarse con todo. Bueno, sí, como se verá, el guión es bastante tirado de los pelos y hasta se lo puede llegar a encontrar más procapitalista que Tío Rico McPato. Pero en todo lo que tiene que ver con la reconstrucción del submundo ratero-portuario, la cosa funciona. El ritmo es veloz; la animación 3-D es convincente; las figuras no se dan de patadas con los fondos, la música (de Daniel Goldberg) tiene presencia dramática y se escucha fuerte y bien. Claro que no todas son flores, precisamente. Como ya se dijo, hay un visible desbalance entre los segmentos animados y los que transcurren en decorados reales, fotografiados con una chatura y oscuridad mucho más típicas de la media industrial argentina.
La historia familiar de la nena (Delfina Varni) importa poco y nada, con un conflicto apenas garabateado alrededor del padre, que tiene ínfulas de chef y sin embargo termina cocinando en un bolichón de la zona del puerto. La figura de la madre aparece más diluida aún. Encima, la colombiana Ana María Orozco no parece la misma actriz que componía a “Betty la Fea” en la tele, mientras a su lado Fabián Mazzei da la impresión de actuar a disgusto. Sobre el final la cosa levanta, con un rescate en balsicleta, invento de un gordito amigo de la protagonista, que es un poco bici, otro poco balsa y algo de ala delta también. No está mal.
5-El Raton Perez
Argentina, 2006.
Dirección: Juan Pablo Buscarini.
Guión: Enrique Cortés.
Director de animación: Pedro Blumembaum.
Intérpretes: Fabián Mazzei, Ana María Orozco, Delfina Varni, Nicolás Torcanowski, Joe Rígoli, Diego Gentile y la voz de Alejandro Awada.
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