Miércoles, 19 de julio de 2006 | Hoy
DISCOS › RESCATE DE DOS CD DE EDUARDO ROVIRA
Tango en la Universidad y A Evaristo Carriego ayudan a entender el sentido de una obra que expandió las fronteras del género.
Por Fernando D´addario
La música de Eduardo Rovira se cruzó, allá por los años ’60, con una Buenos Aires que no supo –o no pudo o no quiso– procesar su carácter aluvional y provocativo. El paso del tiempo se encargó, incluso, de aplacar el olvido. Publicados en dosis homeopáticas, como si el terreno aún no estuviera lo suficientemente fértil para absorber su valor, los discos de Rovira van reapareciendo con timidez y perfil bajo. La flamante edición de Tango en la Universidad y A Evaristo Carriego, a cargo de la Universidad Nacional del Litoral, ayuda a recuperar un entramado sonoro tan fascinante como anárquico, que todavía hoy, cuarenta años después, admite esa definición que ahuyenta más de lo que seduce: vanguardista.
Si en la década del ’60 los círculos conservadores negaban que Piazzolla hiciera tango, qué podía esperarse de su percepción de la obra de Rovira. Para colmo, a diferencia del autor de “Adiós Nonino”, Rovira ofrecía una mirada absolutamente racionalizadora del tango, al que despojaba de cualquier tentación sentimental. Inclusive la melancolía, que atravesaba sus composiciones, aparecía tamizada por una búsqueda de sobriedad emotiva. Los desbordes, en su caso, se canalizaban en armonías y contrapuntos heterodoxos, o en la intrepidez para confrontar la música contemporánea con los géneros populares.
Una muy cuidada edición de Tango en la Universidad y A Evaristo Carriego muestra al creador en dos de sus formaciones favoritas: el trío que integró con Fernando Romano (contrabajo) y Rodolfo Alchourrón (guitarra eléctrica) y la Agrupación de Tango Moderno, en la que descollaban, entre otros músicos notables, el violinista Reynaldo Nichele y el citado Romano. A Evaristo Carriego, en rigor, es un ensamble artificial de distintos trabajos: bajo ese título salió en 1966, editado por La Rosa Blindada, un simple que incluía también otros dos temas, “A Roberto Arlt” y “A Luis Luchi”. La actual edición de la UNL agrega otras composiciones grabadas junto con su agrupación camarística (como juego de espejos vale escuchar sus coqueteos con la atonalidad en “Sónico” y su brillante versión de “Patético”, de Jorge Caldara). Tango en la Universidad es tal vez uno de sus trabajos más riesgosos fronteras adentro de la música popular. El tema “Sólo en la multitud”, en el que se luce como músico invitado Pedro Cocchiararo en oboe, define tanto su búsqueda artística como su estado de ánimo.
A poco más de un cuarto de siglo de la muerte de Rovira, su música aparece como el soundtrack perfecto para la Buenos Aires de hoy, que él no vivió, pero acaso imaginó como pocos.
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