Sábado, 10 de noviembre de 2007 | Hoy
VIDEO › SE ESTRENA “ARMA FATAL”
Los británicos Simon Pegg y Nick Frost son una pareja despareja que parodia en este film al género de acción.
Desde hace décadas el cine busca su nueva pareja de cómicos y no la encuentra. Remontándose a los tiempos del mudo, el dúo humorístico siempre representó una fórmula de gran eficacia, como bien lo demuestran Laurel y Hardy, el tándem Lewis & Martin, Abbott y Costello y quienes posiblemente hayan sido los últimos mohicanos del rubro: Walter Mat-thau y Jack Lemmon. Tanta bonanza llegó a su fin hacia fines de los ’60, momento a partir del cual la industria no logró dar con ningún relevo. Ahora parecería ser el cine británico el que ha logrado acuñar, después de tanto tiempo, el tan buscado nuevo dúo cómico. Tal vez sus nombres no sean todavía muy conocidos por aquí. Pero comienzan a serlo, con alto poder multiplicador, en los países del norte. Se trata de Simon Pegg, que es flaco, y Nick Frost, que –oh, sorpresa– resulta ser gordo. Oh sorpresa mayor aún, provienen de la televisión, donde la serie Spaced constituyó su primera pegada.
En cine arrancaron tres años atrás, con una parodia a las películas de zombies muy bien recibida por crítica y público. Se llamaba Shaun of the Dead y en Argentina se editó como Muertos de miedo. Mucho más fuerte resultó la repercusión obtenida por Hot Fuzz, que se estrenó en el Norte en los primeros meses de este año y el sello AVH acaba de lanzar en DVD, con el título de Arma fatal. Como lo indica el título local, el género de referencia son esta vez esas comedias de acción que se conocen como buddy movies, y que tienen como eje a una pareja de lo más despareja. Los ejemplos clásicos son 48 horas y Arma mortal, con cuya estética de explosiones + testosterona + risas Hot Fuzz se mimetiza explícitamente en su largo final, violento quiebre con respecto a la hora y media anterior. Hasta ese momento, Arma fatal había sido la historia de cómo sus superiores se sacan de encima al agente Nicholas Angel (Simon Pegg, motor creativo del dúo desde su lugar de actor, guionista, dialoguista y autor de gags), un tipo eficiente hasta la irritación. Tanto, que terminan eyectándolo de Londres hacia el pueblito de Sandford. Allí deberá enfrentarse con problemas tan graves como perseguir al ladrón de un paquete de galletitas, buscar a un cisne que se fugó de una granja o reprimir a una de esas estatuas vivientes como las que se ven aquí en la calle Florida.
En otras palabras, es el mundo de lo urbano insertado en medio del típico costumbrismo campestre inglés, ése de películas como El inglés que subió a una colina pero bajó de una montaña o la reciente ¡Sálvese quien pueda! La cosa funciona, porque no puede dejar de causar gracia el enfrentamiento entre Angel, fundamentalista del reglamento, y las laxas costumbres pueblerinas, que incluyen policías más borrachos que una cuba (el Butterman de Nick Frost, segunda mitad del dúo), pubs en los que se sirve cerveza a cualquier menor de 18 (de hecho, el pub casi no cuenta con clientes mayores de esa edad) y aldeanos lo suficientemente peculiares como para que su extraño farfullar requiera traducción al inglés. A eso se le suman momentos de humor físico tal vez elemental pero muy efectivo, como cuando el no muy flexible Butterman pretende saltar un cerco y en lugar de eso directamente lo atraviesa. Clásico hasta el punto de rozar lo retrógrado, el humor de Pegg & Frost (a quienes debería sumarse Edward Wright, tercera pata creativa, director y coguionista) no se caracteriza precisamente por su originalidad, novedad o sofisticación. Hasta el punto de que, a su lado, el genio cómico de connacionales como Sacha Baron-Cohen (el de Borat) y Ricky Gervais (el de The Office) puede llegar a potenciarse hasta el infinito.
En toda la última parte de la película, la mímesis con el género de acción hollywoodense es tan acentuada que deriva en el pegoteo liso y llano, hasta el punto de perder el humor. Lo cual no representó ningún obstáculo para que Hot Fuzz resultara todo un éxito, sobre todo en Estados Unidos. Si a alguna parte apunta esta Arma fatal es justamente hacia el mercado estadounidense. Eso explica no sólo toda esa conversión final en comedia de superacción, sino las abundantes y explícitas referencias a películas de Hollywood (sobre todo Punto límite y Bad Boys, equivalentes de El ciudadano para el agente Butterman) y el elenco estelar, en el que nombres como los de Jim Broadbent, Bill Nighy, Steve Coogan, Paddy Considine y la veteranísima Billie Whitelaw funcionan como refuerzos de exportación.
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