Sábado, 7 de octubre de 2006 | Hoy
CINE › OPINION
Por Roberto Rossellini*
Soy un realizador de films, no un esteta, y no creo poder indicar con absoluta precisión qué es el realismo. Sin embargo, sí puedo decir cómo lo siento yo, cuál es mi idea sobre él.
Una mayor curiosidad hacia los individuos. Una necesidad específica del hombre moderno, de decir las cosas como son, de darse cuenta de la realidad de forma, diría, despiadadamente concreta, correspondiente al interés, típicamente contemporáneo, por los resultados estadísticos y científicos. Una sincera necesidad, también, de ver con humildad a los hombres tal como son, sin recurrir a la estratagema de inventar lo extraordinario con rebuscamiento. Un deseo, finalmente, de aclararnos nosotros mismos y de no ignorar la realidad, cualquiera que ésta sea.
Dar su exacto valor a cualquier cosa significa conocer su sentido auténtico y universal. Todavía hay quien considera al realismo como algo externo, como una salida al exterior, como una contemplación de harapos y padecimientos. El realismo, para mí, no es más que la forma artística de la verdad. Cuando se reconstruye la verdad, se obtiene la expresión. Si es una verdad de pacotilla, se advierte su falsedad y no se logra la expresión.
El objeto vivo del film realista es “el mundo”, no la historia ni la narración. Carece de tesis preconstituidas, porque surgen de sí mismas. No es amante de lo superfluo ni de lo espectacular, que al contrario rechaza; va al meollo de la cuestión. No se queda en la superficie, sino que busca lo hilos más sutiles del alma. Rechaza los lenocinios y las fórmulas, busca las motivaciones que están dentro de cada uno de nosotros. El film realista es el film que plantea y se plantea problemas: el film que pretende hacer pensar.
* Texto publicado originalmente en la revista Retrospective, no4, abril de 1953.
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