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- María Comesaña (actriz):

“Roberto me dirigió en dos obras. Era un hombre de una sabiduría, una fineza y una riqueza intelectual extraordinaria. Trabajaba con el texto como si fuera una partitura musical, entrelazando los silencios con la palabra. Estar con él fue una lección de vida. Como persona, era un ser tan exquisito como lo era como director; siempre tan delicado, demostraba su afecto con la sensibilidad con la que trabajaba. Recuerdo que nos sentábamos a conversar sobre tragedia, sobre género, porque siempre con él se hablaba del mundo de la cultura, todo era aprender y aprehender. Hoy lo más importante es recordarlo como un hombre que ha hecho tanto, con tanto criterio, sabiduría y grandeza. Se va un grande, un amigo que me enseñó y que me abrió todo un mundo. Ojalá puedan surgir hombres como él en nuestra generación; que alguien pueda tomar su antorcha e iluminar a los que siguen”.

- Griselda Gambaro (dramaturga):

“Yo conocí a Roberto Villanueva en el Instituto Di Tella, donde era director del Centro de Experimentación Audiovisual. Tengo un muy buen recuerdo de él. Yo le acerqué, por intermedio de otra persona, mi obra El desatino; él aceptó dirigirla con todo entusiasmo y la hizo en el Instituto, sin ningún tipo de presión empresarial o estética. Estuve muy conforme. Allí se trabajaba muy bien y no existía ningún tipo de interferencia en las producciones. Después Roberto trabajó en otra de mis obras como actor, en Los siameses, con Jorge Petraglia. Roberto era muy inteligente, una persona culta en el mejor sentido, con curiosidad por lo que se hacía en aquel momento, porque siempre le interesó el teatro de vanguardia. Pocos directores sabían manejar el espacio escénico como él. No prestaba tanta atención a la actuación sino a lo que sucedía en el espacio. Hizo muy buenos trabajos y era un gusto trabajar con él por lo mesurado de su carácter. Jamás se arrebataba con estallidos contemporáneos. Era una persona profundamente auténtica con respecto al teatro y la puesta en escena”.