Sábado, 26 de junio de 2004 | Hoy
Era hora de volver. Era hora de echarle una nueva y profunda mirada a esa maravilla de escala planetaria. Un enorme mundo de gas, rodeado por un resplandeciente anillo de roca y hielo, blanco, inmenso y delicado. Saturno es una gloria de la astronomía. Una de las vistas más extraordinarias del universo cercano. Durante los últimos siglos, los astrónomos quedaron atónitos cada vez que lo contemplaron con sus telescopios: esa figurita perfecta, recortada contra el negro profundo del espacio, era una joya irresistible que parecía llamarlos desde la distancia. El tiempo pasó, pero finalmente el hombre respondió al llamado de Saturno: a principios de los años ‘70 fueron las sondas Pioneer; y algunos años más tarde, las inolvidables Voyager 1 y 2. Gracias a estas embajadoras espaciales, la humanidad pudo contemplar algunos impactantes primeros planos del planeta, de sus anillos y hasta de sus lunas principales. Aquellas máquinas también cosecharon información preciosa. Sin embargo, sus misiones fueron breves, apenas sobrevuelos fugaces. Y muchos misterios quedaron pendientes. Por eso, y luego de una larga pausa, en 1997, una formidable nave doble partió en busca de más respuestas. Se llama Cassini-Huygens, y ahora mismo está a punto de llegar al sexto planeta del Sistema Solar. Pero esta vez, la misión durará cuatro años. Y, por si fuera poco, incluye un descenso en Titán, la luna gigante de Saturno. En apenas cinco días comenzará uno de los episodios más espectaculares de la exploración espacial.
El viaje
El ansiado regreso a Saturno es el resultado de una poderosa alianza científica
entre la NASA y la ESA, la Agencia Espacial Europea (ver cuadro). El 15 de octubre
de 1997, y después de varios años de desarrollo, el fruto de esa
colaboración despegó rumbo al planeta a bordo de un cohete Titán
Centauro. Era una sonda robot doble, tan costosa (3200 millones de dólares)
como pesada (3500 kilos). Sin dudas, una de las apuestas científicas
más osadas de todos los tiempos. La nave madre, Cassini, tenía
como objetivo principal la exploración de Saturno. Y llevaba anexada
en su pecho a otra más pequeña, la Huygens, destinada a bajar
en la mismísima superficie de Titán, el más grande de los
satélites del planeta.
La trayectoria de Cassini-Huygens fue larga y complicada, porque incluyó
ocasionales y estratégicos acercamientos a Venus (1998 y 1999), a la
Tierra (1999) y a Júpiter (2000). Cada uno de esos encuentros le sirvió
para ganar velocidad, y marchar en la dirección correcta (una maniobra
conocida como “asistencia gravitatoria”). Finalmente, y luego de
recorrer unos 3500 millones de kilómetros, la intrépida nave está
llegando al final de su viaje de casi siete años. Y así cerrará
el largo paréntesis que había quedado abierto desde 1981, cuando
la Voyager 2 se despidió del planeta. Ahora, una nueva embajadora de
la humanidad está por volver a Saturno.
La llegada
En cierto modo, la odisea de la Cassini-Huygens comenzó el 11 dejunio,
cuando pasó arañando a la pequeña luna Febe (o Phoebe),
un cascote de sólo doscientos kilómetros de diámetro, que
orbita a Saturno a 13 millones de kilómetros (30 veces la distancia Tierra-Luna).
Y, como quien no quiere la cosa, sus cámaras obtuvieron una ráfaga
de espectaculares primeros planosdel diminuto satélite. Un mundito deforme,
y completamente cubierto de cráteres. Esas vistas ultradetalladas eran
apenas un aperitivo de lo que está por venir.
En este mismo momento, mientras desayunamos o almorzamos, la nave está
en las puertas del planeta. Vale la pena detenerse un momento, e imaginarla
en medio de esa soledad, avanzando, funcionando, tan lejos de nosotros, y tan
cerca de Saturno. Ya le falta poco, poquísimo: poco antes de la medianoche
del próximo miércoles, Cassini-Huygens encenderá su cohete
principal durante una hora y media, hasta bajar su tremenda velocidad a escasos
2200 km/hora. Y entonces quedará capturada por la poderosa gravedad del
planeta. A partir de su inserción orbital, la sonda no hará otra
cosa que dar vueltas y vueltas alrededor de Saturno: el gigante, sus anillos
y su corte de lunas serán estudiados como nunca antes en la historia.
La misión
En los papeles, esta misión doble de la NASA y la ESA duraría
cuatro años, incluyendo 76 vueltas alrededor del planeta, decenas de
sobrevuelos a sus 16 satélites más grandes, y el espectacular
descenso de la “sonda-hija” Huygens en Titán, que para muchos
será el verdadero plato fuerte. Y por eso lo dejamos para un poco más
adelante. De todos modos, los científicos estadounidenses y europeos
creen que la aventura podría extenderse algún tiempo más.
El primer objetivo, lógicamente, es el propio Saturno (ver cuadro). La
nave madre, Cassini, lleva una docena de sofisticados instrumentos (cámaras,
sensores, espectrómetros) destinados a analizar, entre otras cosas, el
comportamiento, composición y densidad de la compleja y fría atmósfera
del planeta (con sus alocados vientos y espesas nubes), radiografiar su interior,
estudiar su intenso campo magnético y medir temperaturas globales. Y
todo esto sólo para empezar: “Esta misión tiene una enorme
lista de objetivos, porque el sistema de Saturno es extremadamente rico en fenómenos”,
dice la astrónoma estadounidense Caroline Porco, del Instituto de Ciencia
del Espacio de la NASA. Y uno de esos “objetivos” son los anillos,
el clásico estigma de Saturno.
Los anillos
Aunque se los conoce desde mediados del siglo XVII, los anillos de Saturno siempre
fueron un misterio para los astrónomos. Tal como lo confirmaron las legendarias
Voyager 1 y 2 (en 1980 y 1981, respectivamente), son una inmensa colección
de pedazos de hielo y roca que giran alrededor del planeta –a distintas
distancias y velocidades–, formando una suerte de plato ultrachato. Todavía
no está del todo claro cómo se formaron los anillos, ni cuál
es su antigüedad. Con respecto a su origen, hay teorías que dicen
que son los restos desparramados de una o más lunas destruidas; mientras
que otras sostienen que son materiales dispersos que nunca llegaron a formar
satélites. Y en lo que a su edad se refiere, están los modelos
que sugieren que son tan viejos como Saturno mismo (4500 millones de años),
y aquellos que, por el contrario, hablan de una antigüedad de apenas 100
mil años.
Este panorama un tanto confuso podría aclararse muy pronto cuando los
instrumentos de Cassini examinen con lujo de detalles la estructura y composición
de los anillos. De hecho, los resultados más jugosos podrían llegar
muy pronto: inmediatamente después del encendido de su motor principal,
el 1º de julio, la nave tendrá su máximo acercamiento a Saturno
(y a sus anillos) en toda la misión. “Pasará a unas decenas
de miles de kilómetros por encima de los anillos –dice Porco–
y entonces obtendremos fotos de una resolución exquisita.” Y “exquisita”
significa que lasimágenes revelarán detalles de sólo cien
metros, o incluso menos. Así, por primera vez, los anillos de Saturno
serán fotográficamente “desarmados”.
Las lunas
El segundo planeta más grande del Sistema Solar (después de Júpiter)
no sólo está acompañado por anillos sino también
por una numerosa corte de lunas. Al día de hoy, se conocen nada menos
que 31. Y muchas de ellas ya habían sido visitadas (y fotografiadas)
por las Voyager. Pero las cámaras de Cassini, más agudas y sensibles,
prometen primeros planos mucho más detallados: de aquí al 2008,
la sonda hará montones de sobrevuelos a los 16 satélites más
grandes de Saturno. La lista incluye decenas de acercamientos a lugares tan
fascinantes como Encelado, una luna helada que podría esconder un manto
de agua líquida (como Europa, la luna de Júpiter); Japeto, un
extraño mundo bicolor, con un hemisferio negro como el carbón
(quizá cubierto de moléculas orgánicas) y otro de hielo
brillante; o la pequeña Mimas (de 400 kilómetros de diámetro),
que tiene un cráter tan enorme que se parece a la famosa “Estrella
de la Muerte” de Star Wars. Sin embargo, y por lejos, la principal atracción
de este gran tour satelital es Titán, la luna más grande del planeta.
Es más: para muchos científicos, es el objetivo de toda la misión.
Titan
A pesar del innegable glamour de Saturno y sus anillos, hay buenas razones para
pensar que su principal escolta le robará bastante protagonismo. Es que
Titán no es una luna cualquiera sino una verdadera “superluna”.
De hecho, con 5150 kilómetros de diámetro, es más grande
que Mercurio. Y se ubica en el segundo puesto en el ranking general de satélites
del Sistema Solar (apenas por detrás de Ganímedes, de Júpiter).
Pero, más allá de su tamaño fuera de serie, lo más
interesante de Titán es su gruesa atmósfera de nitrógeno
y algo de metano. Ese mismo manto anaranjado que hace más de 20 años
le impidió a las Voyager ver su superficie desde el espacio. Y que funciona
como un gigantesco laboratorio astronómico: allí, continuamente,
el viento solar (una corriente de partículas provenientes de nuestra
estrella) y la radiación ultravioleta destruyen las moléculas
de nitrógeno y metano. Y es muy probable que todos esos átomos
sueltos luego se recombinen, formando complejas moléculas orgánicas
que caen sobre la helada superficie de Titán, formando, por ejemplo,
lagos de etano (C2H6). Durante los últimos años, algunos supertelescopios
han penetrado esa atmósfera, observando en ciertas longitudes de onda
en el infrarrojo, y así detectaron evidencias de esos charcos orgánicos.
Muchos piensan que lo que hoy ocurre en Titán es muy similar a lo que
ocurrió en los primeros tiempos de la Tierra. En pocas palabras: si no
fuera por su frío extremo (-180ºC), la gran luna de Saturno podría
ser un buen lugar para la aparición de la vida.
Los sueños
Evidentemente, Titán es un escenario digno de ser explorado. Cassini
la sobrevolará más de 40 veces a lo largo de su periplo, y sus
instrumentos estudiarán su atmósfera, y también mirarán
por esas estratégicas “ventanas” infrarrojas que permiten
ver algo de su suelo. Pero el gran show quedará en manos de la Huygens:
durante la Navidad del 2004, la sonda europea se separará de su nave
madre e iniciará un viaje de tres semanas hacia Titán. Y el 14
de enero de 2005, luego de un suave descenso de tres horas en paracaídas,
finalmente se posaría en su superficie. Sería un logro extraordinario,
porque Titán se convertirá en el mundo más lejano jamás
tocado por un aparato humano.
Nadie sabe con qué se encontrará la sonda Huygens. Pero muchos
apuestan a un paisaje muy accidentado, brumoso y débilmente iluminado
por el Sol.Tampoco se sabe si le tocará bajar en tierra firme, o si caerá
en un gran lago de etano. Si así fuera, flotará como sus ancestros,
los barcos de la Tierra.
Las naves ya están llegando. Y muy pronto comenzarán a enviarnos
cataratas de datos y maravillosas postales de todos aquellos mundos increíbles.
Mediante sus embajadoras, la humanidad está a punto de regresar al gran
imperio de Saturno.
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