Sábado, 26 de junio de 2004 | Hoy
NOVEDADES EN CIENCIA
NewScientist
Selección artificial
Ya no hay nada que pare al kaiser de la Fórmula 1, el alemán
Michael Schumacher. Y, según parece, todo el mundo lo sabe. Tal vez por
eso las principales escuderías del mundo que no se llaman Ferrari (o
sea, Williams, McLaren, BAR) están viendo con buenos ojos los trabajos
del Digital Biology Interest Group (Grupo de Interés en la Biología
Digital) de la Universidad de Londres (Inglaterra) en donde sus investigadores
descubrieron que pueden mejorar la performance de los automóviles recurriendo
al uso de computadoras para “criar” los autos. Para desarrollar
los mejores bólidos, los científicos ingleses hacen correr programas
de computación que permiten a sus autos simulados evolucionar y mejorar
por cuenta propia su fisonomía para alcanzar velocidades de sueño.
Los más mínimos cambios como los alerones, la dureza de las suspensión
o el tipo de cubiertas elegidas (según el terreno y estado del clima)
pueden determinar ventajas de fracciones de segundos importantísimas
en este tipo de competiciones.
A partir de algoritmos genéticos, o sea programas que imitan los imperativos
de las leyes físicas y biológicas del mundo real, los automóviles
hechos a partir de ceros y unos están sometidos al natural proceso de
supervivencia del más apto. Por ejemplo, los investigadores configuraron
68 parámetros en el coche (entre ellos suspensión, desempeño
del motor, neumáticos, presión de los frenos, consumo de combustible
y dirección). Aquellos automóviles que lograban un desempeño
particularmente bueno fueron tratados como si tuvieran su propio código
genético y luego fueron “criados” por la computadora para
que produjeran la siguiente generación, en la que se combinaron las mejores
características de los dos autos progenitores. “El proceso se continuó
hasta que, como resultado de la evolución, se generó el vehículo
de Fórmula Uno perfecto”, explicó el líder del grupo,
Peter J. Bentley. Le faltó decir que la perfección alcanzada es
meramente virtual ya que por ahora ninguno de sus autitos fue puesto a prueba
en el mundo real. Habrá que ver entonces si no se achican cuando rujan
los motores y se encuentren a la par ni más ni menos que del séxtuple
campeón mundial.
SCIENTIFIC AMERICAN
El centro de las miradas
Los habitués de fiestas, cócteles y reuniones sociales varias
saben lo ríspido que es el asunto de no detectar cuando a uno le clavan
los ojos. Se sabe que una mirada tiene mucho que decir (deseo, confianza, odio,
indiferencia) y que a veces no captarlas (y no actuar acorde a ellas) puede
hundirlo a uno en el más penoso de los bochornos. Pero no más.
Un equipo de investigadores canadienses acaba de anunciar el invento que promete
hacer furor en fiestas de cumpleaños, navidades y reuniones de fin de
año: los anteojos “detectamiradas” (ver foto).
Las gafas, que no son nada del otro mundo, cuentan con un armazón al
que se le adosan dos minúsculas cámaras en el puente que une a
los cristales. Un conjunto de diodos de emisión lumínica que rodean
a las lentes de las cámaras –conectadas a su vez a una computadora
portátil– emiten rayos infrarrojos que detectan cuando cualquier
par de ojos ajenos confluyen y miran directamente hacia los anteojos.
Desde hace años, el creador de estos anteojos “captamiradas”,
el doctor Roel Vertegaal, del Queen’s University’s Human Media Lab
(Ontario, Canadá), viene estudiando el efecto de la mirada en la conversación
cara a cara. Una de las conclusiones a las que llegó es que la cantidad
de contactos visuales entre los miembros de un grupo determina el grado de participación
de cada uno en la conversación. Aquel que mira más veces a los
ojos del moderador o el líder de la reunión tiene más oportunidades
de que le den la palabra y de que su intervención sea valorada por el
resto. Los resultados de estas investigaciones son de gran importancia para
el diseño de futuros dispositivos de comunicación como sistemas
de videoconferencia.
“Creo que estos artefactos van a ser cosas comunes y corrientes en los
próximos años”, aseguró Vertegaal, quien también
admitió que, por ahora, sería bastante raro que estos lentes no
llamasen la atención y pasaran desapercibidos como un par de anteojos
más.
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